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Carácter Palabra

Santidad Y Vida Piadosa, Evangevaldo Farias

24/04/2014

Santidad Y Vida Piadosa, Evangevaldo Farias

20100731180608-26En días en los que el mundo está en un marcado declive hacia la multiplicación de la maldad, el llamado a la santidad no puede ser sacado del centro de la escena de la Iglesia del Señor. Vanjo dio este mensaje en un encuentro de líderes y pastores de la ciudad de Salvador, en el año 2011, y presentamos aquí una transcripción y traducción al español:

¡Aleluya! gracias a Dios. Señor, rogamos que nos visites hoy, que nos envuelvas con tu santidad. Tu palabra dice que no hay hombre que no peque. Es por tu gracia, por la sangre bendita de Jesús que nos acercamos a ti con confianza, en plena certidumbre de fe.

  Ninguno de nosotros se puede acercar a Ti Padre, si no es por la sangre de Jesús. Nos diste el Cordero Bendito, Señor, y él es la propiciación por nuestros pecados. Él fue ofrenda por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los pecados del mundo entero. Y hoy está sentado a tu derecha, y vive para interceder por nosotros. Es por Jesús que nos movemos cada día, y nos reunimos aquí hoy para tu gloria, Señor Dios… En el Nombre de Jesús. ¡Aleluya!

Amados, les pido que abran las Escrituras en 2º Corintios 6:16 b-18 y 7:1:

“Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios,y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo, y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso. Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” 

Un modelo de santidad

El Espíritu Santo nos apela a que perfeccionemos la santidad. Nuestra santidad debe ser creciente y dinámica,  y debe ser perfeccionada.

En los últimos años, he hecho un ejercicio consciente para librarme de algunos vicios, a los que llamo “vicios de iglesia”, o “vicios teológicos”, que tienen que ver con la interpretación de las Escrituras. Lo que estoy buscando es desarrollar una disposición mental para leer las Escrituras, y ver lo que está escrito sin ninguna presuposición teológica.

El tiempo que estuvimos en África del Norte nos ayudó. Estábamos compartiendo de la Palabra con Tami, una joven que conoció al Señor.  Hacía solo 15 días se había enterado que existía la Biblia en su idioma. Al principio no le hablábamos con la Biblia porque no sabíamos cuál era su intención. Allí hay muchas historias de la Biblia como un libro prohibido. Pero cuando tuvimos confianza en que tenía la actitud correcta, y un deseo genuino de conocer al Señor, le compartimos la Escritura; y le mostramos una Biblia en árabe, a la que ellos llaman “el libro santo”. Ella estaba encantada;  comenzamos a leer, y pedía: “- Por favor, lee de nuevo”. Leíamos el pasaje y ella repetía: “- Lee otra vez”. Todo era muy nuevo para ella. Pero lo que más me maravillaba – y muchas veces tenía que tener cuidado de no llorar – era que ella bebía de la Palabra, se fascinaba con la Palabra. Su mente era virgen respecto de cualquier premisa teológica. Lo que está escrito era simplemente lo que está escrito, y lo recibía tal cual. Y cuando le anunciamos que Dios nos ama, a tal punto que nos envió a su Hijo para vivir como hombre, para identificarse con la fragilidad humana, sentir nuestras limitaciones y dificultades que tenemos en carne propia, y como su papá tenía una dificultad muy grande, ella oró con sencillez, diciendo: “- Señor, en tu libro dice que  socorres a las personas, así que por favor socorre a mi papá, porque tu libro  dice que tú lo haces”.   

A veces, el conocimiento de las lecturas que hacemos interfiere con nuestra sencillez para recibir la palabra del Señor. El Señor Jesús dice que debemos ser “perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Cuando leemos esta palabra en Mateo6:48,¿la recibimos tal como está escrita? ¿Creemos que lo que Jesús dice es exactamente eso? ¿O en nuestra cabeza ya tenemos los filtros necesarios para explicar que no es lo que Jesús quiso decir? Hermanos, si creemos que Jesús está diciendo que espera que seamos perfectos como el Padre Celestial, con esta sencillez, entonces necesitamos rever nuestros caminos, para ser coherentes con este llamado.

Algo llamado “intimidad profana”

En Hebreos 12:14  hay una advertencia muy grave: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” Yo me quedé pensando: ¿creemos  en esta palabra? Y usé otro aspecto de la enseñanza bíblica para comparar algo que realmente creemos y practicamos con mucha coherencia: la cuestión del recasamiento.

Nosotros creemos que el matrimonio es único, y todos los recasados están viviendo en una situación de adulterio. Esa es nuestra fe y es nuestra práctica. No es solo nuestra enseñanza, sino nuestra práctica. Y muchos de nosotros tuvimos situaciones dramáticas, relacionadas con el recasamiento.  Como pastores y como familias, hemos vivido las dos cosas. Algunos de nosotros tuvimos que pagar un precio muy alto porque creemos que todo recasamiento es una relación adúltera, y no nos importan las consecuencias. Hemos visto venir personas recasadas, que al comprender este mandamiento se separaron y vinieron solas, porque creemos que es así.

Amados, a esta situación la manejamos con tanta definición porque creemos que es su Voluntad. Pero la misma palabra dice: “Sin santidad nadie verá al Señor”. ¿Quién podría hacernos pensar que alguien va a ser salvo sin ser santo? ¿Quién de nosotros puede atreverse a pensar que alguien sin santidad verá al Señor? ¿Cuál es el nivel de santidad que Dios está esperando de nosotros? La palabra dice que si Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, no va a perdonar  a los hombres que se rebelen contra  su voluntad. Y yo pregunto: ¿Alguien puede rehusarse conscientemente a ser santo como el Padre que está en los cielos? ¿No sería rebelión? Porque el Señor dice:“Sed santos porque Yo soy Santo”. Si establecemos un límite a  esta santificación por conveniencias circunstanciales, ¿no estamos en franca rebelión contra el Padre?

Yo estoy convencido de que vivimos (y no sólo nosotros como congregación aquí, sino la Iglesia en general) una crisis de falta de temor de Dios. La Palabra dice en Proverbios 16:6: “Con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal.” Pero este temor, en muchos círculos se ha convertido en algo que llamamos “intimidad profana”. Hay una intimidad fácil con Dios, hay muchos que lo llaman  Papá o Papito. Qué bueno si en verdad hay tal relación de intimidad con Dios, pero el Señor en Malaquías 1:6 dice:

El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos.” 

Estas palabras dichas por el profeta Malaquías ¿no son las mismas que encontramos en Mateo 7:21? :

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”

La necesidad de temer a Dios

Hermanos, he buscado rescatar en mí el necesario temor por las advertencias del Señor. Él nos dice: “No alcanza con que me llames Señor si no haces la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Si no es así, no entrarás en los Cielos”. Pero ahora hay teologías como “justificados por la fe, no por obras”, etc. Puede ser, pero cuando tomo todo este “bloque de teología” (La Biblia), si  oigo lo que Dios dice, es simplemente esto: “Si no haces la voluntad de mi Padre que está en los cielos, no vas a entrar al Reino de Dios”, y punto. Cualquier variación teológica que yo busque, debe adecuarse a esto y no lo contrario, porque esta afirmación es del dueño del Reino.

Hay muchos conceptos también acerca del temor de Dios. Yo ya oí de todo sobre el tema, pero oigamos lo que la Escritura dice: ¿Qué es temer a Dios? Salmo 119:120:

Mi carne se ha estremecido por temor de ti, y de tus juicios tengo miedo

 

El salmista tenía miedo, sabía que estaba lidiando con alguien que podía condenarlo, exaltarlo o derribarlo. David temía. Temor es temor, no hay un sinónimo. Temer es temer y cuando temo,  tengo miedo.

Pablo dice:“ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor.” (Fil.2:12) ¿Cómo explicamos esto? ¿Qué es ocuparnos de la salvación con temor y temblor? Cuando Dios quiso restaurar a Jerusalén, Nehemías buscó  hombres que temieran delante de la palabra de Dios, que temblaran ante la palabra de Dios, que no negociaran su palabra, sino que temblaran delante de lo que el Señor decía.

En Hebreos 12:28-29 dice: Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;” ¿Por qué? Porque nuestro Dios es fuego consumidor.

El apóstol está advirtiendo  que tenemos que servir al Señor con temor y temblor, porque Dios es fuego consumidor.

Nadie podría definir la necesidad de temer a Dios mejor que el propio Jesús. ¿Saben lo que Jesús dice?:

No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.” (Lucas 12:4-5).

Jesús mismo nos dice que debemos temer a Dios.

Pero ¿por qué alguien debe temer a Dios? Yo debo temer a Dios porque Él puede, si quiere, hacer perecer en el fuego del infierno mi alma y mi cuerpo. Temo que algunos hayan perdido ese santo temblor y yo llamo a esto intimidad profana, característica de aquellos que, de hecho, no conocen a Dios. Pablo escribió a los Corintios:

Velad debidamente, y no pequéis; porque algunos no conocen a Dios; para vergüenza vuestra lo digo.” (1Cor.15:34)

Ahora me acuerdo de estos vicios de Iglesia que no quiero perder de vista (leer la Palabra con preconceptos), y cuando Jesús dice que debo temer a Dios porque Él puede lanzarme en el infierno, debo concluir que Él puede. Entonces, yo temo.

Una comunidad temerosa de Dios

Cuando la Escritura habla sobre la Iglesia de Jerusalén en el inicio de Hechos, dice: “Y sobrevino temor a toda persona.”El Espíritu Santo quiere comunicarnos que aquella multitud – que en el principio fueron tres mil, y más adelante cinco mil hombres sin hablar de mujeres (seguramente habría más mujeres que hombres), quizás habría una multitud de 10.000 mínimo -, cada uno temía a Dios. En cada una de aquellas vidas había temor. ¿Sabes lo que me parece? Que ellos no necesitaban ser vigilados, porque ellos solos se vigilaban. Tenían temor; esto significa que vivían en un estado de atención y vigilancia, cuidándose para no desagradar a Dios, y diciendo: “Sirvamos a Dios de modo agradable, con reverencia y santo temor”.

La gente estaba impresionada en su espíritu  por la presencia de Dios, con la santidad de Dios. Ellos no querían desagradar a Dios, entonces no había preguntas del tipo: “¿Tal cosa es pecado?” A veces viene un joven y me pregunta: “¿Hacer tal cosa es pecado?”  Yo tengo que hacer un esfuerzo grande, porque mi impulso es ponerme mal con estas preguntas, entonces le pregunto: ¿A quién quieres imitar? ¿A tal artista? ¿Al  que hizo esta moda de ponerse piercing en la oreja?

Cuando se teme a Dios y se vive en vigilancia, no hay espacio para estas preguntas. Un montón de cosas tontas quedan afuera del análisis por consecuencia inmediata, porque uno quiere agradar a Dios, no quiere simplemente llegar a los cielos por la fe. Uno anhela agradar a Dios. Dios es santo, entonces yo quiero ser santo, tan santo como Él. Es esta la medida que Él estableció: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”. Esto tiene que alcanzar a todas las áreas de mi vida.

Aquellos hermanos de Jerusalén estaban impactados, porque sabían  que habían sido libres de una gran condenación, y no querían más acercarse a tal estado. Ellos se querían alejar constantemente del lugar y del estado en el que habían sido encontrados por Jesús. No querían estar en el límite. La falta de este temor hace que muchos hijos de Dios estén flirteando con el mundo.

Situaciones que desagradan al Señor

El que vive así no se lanza al pecado, no cae “en el fango” como se dice, pero se queda mirando casi con envidia al mundo.  En el tiempo de la escuela, un jovencito rodeado de sus compañeros, fue invitado a participar de una situación de pecado. El hermanito dijo: “Yo quiero pero no puedo, soy creyente”.¡Qué pena!  Podría haber respondido lo contrario: “Puedo, pero no quiero. Yo sirvo a Jesús, y obedezco a Cristo”.

Esa actitud de “flirtear” con el pecado y con el mundo, produce por lo menos tres situaciones que desagradan mucho al Señor:

1-  Nos expone al pecado

Esto es contrario a la orden de Jesús:“Velad y orad para no entrar en tentación”. Jesús dijo esto en Getsemaní a Pedro y a Santiago cuando los encontró durmiendo. Y añadió: “El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.  El énfasis aquí no está en la fortaleza o en la disposición del espíritu. El énfasis está en la debilidad de la carne.

 

Jesús no dijo: “Pedro y Santiago, quédense tranquilos, la carne es débil pero el espíritu está dispuesto”, sino: “El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”. Y por causa de esto, velen y oren, para no entrar en tentación.

La mayoría de los problemas vienen cuando el discípulo entra en tentación, porque es difícil después retroceder. En el interior de Brasil se utiliza una expresión:“La vaca fue al charco”. ¿Qué significa esto? El gaucho está llevando el ganado por el pasto, pero hay un charco profundo. Si una vaca entra en el charco, es un problema porque no puede salir sola de allí, y puede morir ahí embarrada y ahogada. Aún los perros que guían el ganado no pueden entrar al charco para sacar a la vaca. El gaucho tiene que entrar, enlazar la vaca y tirarla afuera con el caballo. Solo de esa manera va a salir.

Cuando el discípulo entra en tentación, es como la vaca en el charco: es muy difícil sacarlo.

Hay gente que con frecuencia entra en tentación. Entrar en tentación no es pecado, pero está cerca de serlo. Estas personas están flirteando con el pecado, peligrosamente diciendo: “¿Hasta donde puedo ir sin pecar?

Esto no está bien. El Espíritu nos convoca, amados, a apartarnos del pecado. Tenemos una meta, miremos hacia la meta. Cuanto más distantes del mundo, más seguros. Cuando el Señor nos dice: “La carne es débil”, tenemos que acordarnos que la carne no se convierte, no se transforma, no se purifica. La carne no sirve para nada, no va a heredar el Reino de Dios. Debemos acordarnos que la carne no se sujeta a la ley de Dios.

¿Crees que la carne está sujeta a tu experiencia? ¿Crees que la carne va a respetar tu madurez? Si la carne no se sujeta a Dios, tampoco se va a sujetar a ti. Por eso tenemos que “andar en el Espíritu”.

Andar en la carne es caminar hacia la muerte. Todos aquellos que confiaron en su experiencia y madurez, cayeron. Y yo les digo más: los mayores escándalos en la Iglesia no ocurren con nuevos: ocurren con antiguos, con personas maduras, con pastores, con líderes que se vuelven confiados en su madurez, en su experiencia, en su  discernimiento; y se olvidan que la carne es débil.

Coquetear con el pecado es quedar expuesto a la tentación.

2- Deshonra el nombre de Dios.

Hermanos, la Biblia dice que hay una nube de testigos. No sé bien qué significa esto, pero imagino que involucra a los hombres, a los ángeles, y también a los amados del pasado que ya están con el Señor.

Sea como fuere, nuestro caminar diario tiene implicaciones espirituales eternas. Imagino que Dios mira a sus hijos y le dice al diablo: “Son mis hijos, son santos que viven en la tierra. Son irreprensibles, y en ellos tengo toda mi complacencia”.

El Salmo 16:3 dice:Para los santos que están en la tierra y para los íntegros, es toda mi complacencia”. Pero a veces, cuando coqueteamos con el mundo, pienso que el diablo dice al Señor: “¿Así que son tus hijos? ¡Míralos!”

Hay una deshonra al Nombre de Dios cuando no vivimos de acuerdo con la vocación  a la que fuimos llamados.

3-  Evidencia una insatisfacción con Dios.

Sería como si le dijésemos al Señor: “Tú no eres suficiente para mí, yo hago esto para ser feliz y sentirme pleno”.   ¿Cómo vas a entrar en los cielos si Dios no te satisface? ¿Cómo vas a vivir en la gloria eterna sin estos atractivos mundanos?

El Señor tienen en nosotros su placer

 ¿No debería estar en Él todo nuestro placer también?

Les doy un ejemplo: ¿Cuántos hombres casados hay aquí? Imagino que tu esposa es para ti lo que la mía es para mí: un deleite, es preciosa, amada, separada, exclusiva.“Sea para ti solamente y no para otro”, “jardín cerrado, huerto cerrado, fuente cerrada”. Ahora, imagínate que un día cuando vienes del trabajo, tu esposa está conversando con un vecino, conocido por su fama de andar por ahí con las mujeres de otros. Al otro día, al volver a tu casa, la encuentras de nuevo charlando con el vecino; al tercer día, igual. No importa que tu esposa no haya tenido intimidad con ese sujeto: te está exponiendo a vergüenza.

¿Qué hacemos con nuestro Novio cuando “flirteamos” con el mundo? ¿No lo exponemos a Él a vergüenza? ¿No exponemos el testimonio de Dios a la vergüenza? Dios tiene celos de nosotros, nos quiere sólo para Él. Él nos eligió, nos compró con su vida. O somos totalmente de Él, o no somos de Él.

El adulterio espiritual

En Santiago 4:4-5 el apóstol acusa a los hermanos que son infieles y adúlteros. Pero si miramos el contexto, no está hablando de adulterio literal o humano. Yo entiendo que usa esta palabra fuerte porque aquellos hermanos no estaban viviendo como una Novia exclusiva del Señor, y  eran hallados infieles, adúlteros, porque deshonraban su alianza y compromiso con Dios. Estas personas no vivían solo para Dios. En su corazón, en su forma de vivir, ellos tenían reservas, y su dedicación no era absoluta.

En Ef .4:30 dice:“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” Esta expresión es usada en varias partes del N. T.: “el Espíritu con el cual fuisteis sellados”, la garantía de que pertenecemos a Él, y que cuando vuelva, va a identificar a los suyos por la presencia del Espíritu Santo. Cuando “flirteamos” con el mundo, causamos tristeza a Dios.

En 1Jn 2:15-17 la Palabra dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo”. Lean bien: no es solo no amar el sistema pecaminoso del mundo, es no amar nada que sea del sistema. Nada en el mundo tiene que ser importante para ti, porque aquel que ama al mundo, “el amor del Padre no está en Él”.

¿Has pensado la gravedad de esto? Amar al mundo es perder el amor del Padre. Entonces, si yo amo al mundo no soy de Él, no amo al Padre.  El apóstol dice:“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” Entonces, no debo querer nada de aquí.

En Ef.1:4 dice: “Dios nos escogió en Él antes del fundación del mundo”. ¿Para qué nos eligió? “Para que seamos santos y sin mancha”.¿No pasamos demasiado rápido por esta palabra? ¿Quién es alguien irreprensible, sin mancha? Alguien que no es pasible de reprensión, que no precisa ser corregido. Dios nos llamó para ser santos, separados del mundo, exclusivamente de Él, irreprensibles. Luego dice: “delante de él, en amor”. Detengámonos en estas palabras: “delante de él”. ¿Dónde debemos ser santos e irreprensibles? Delante de él. Aquí no habla de una posición física, sino más bien de la posición  espiritual de aquel que vive en su presencia, delante de Él.

Jacob, cuando se levantó del sueño, dijo:“En verdad Dios estaba en este lugar y yo no lo sabía”. Pero el discípulo de Cristo no puede decir esto. Nosotros tenemos que tener la conciencia de que Dios está a nuestro lado en todos los lugares donde andamos, y que  necesita estar cómodo viendo lo que vemos, oyendo lo que oímos; debe agradarse de las palabras que hablamos, de los gestos que hacemos.

Huyendo del pecado y la tentación

¿Está el Señor cómodo a nuestro lado? En los ambientes por donde pasamos, ¿Dios está tranquilo, diciendo “Hijo, yo tengo placer en ti”? El Padre dijo de Jesús: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia”. “En la carpintería, en la calle, en la sinagoga, donde esté, yo tengo placer en Él”. Dios nos llama a ser santos e irreprensibles, y dice que tiene placer en nosotros. Agradémoslo.  La mejor manera de mostrar nuestra lealtad al Señor  no es exponiéndonos al pecado o a la tentación, sino huyendo de ambos.

Amo a mi esposa, la elegí para ser mía. Pero al segundo año de matrimonio tuvimos una crisis difícil, yo entré en crisis. Yo fui el causante, y  pensé: “Me casé con la mujer equivocada, ¿qué voy a hacer de mi vida ahora?” Y ahí me acordé de un concepto que había aprendido muchos años atrás: “El amor no es un sentimiento, es una decisión”. Entonces me dije: “No tengo derecho de hacer esto con ella. Yo la elegí, es mía, y para ella voy a vivir”. Y hoy vivo para ella.

Toda pasión y fascinación fue construido sobre esta base sólida de alianza en Dios. Estoy más enamorado ahora que antes, pero esto no me libra de estar tentado hoy por otras mujeres. Yo soy tentado, el mundo está complicado, es muy apelativo. ¿Qué hago para demostrar lealtad y amor a mi esposa? Tengo alianza con ella, y digo:“No tengo ojos para otra, mis ojos son para mi esposa”. Puedo andar por el mundo porque mi corazón es solo de ella. Yo huyo de ambientes donde quede expuesto a la tentación, porque solo quiero ser de mi esposa. La mejor manera de mostrar lealtad no es exponernos para demostrar que somos fuertes. Al contrario, es huyendo, es distanciándonos.

El mundo tiene sus atractivos, y nuestra vida agitada nos ha impedido disfrutar de la gloria y compañía de Cristo; cada vez más somos seducidos por los atractivos del mundo.

A algunos no les gusta pensar sobre la muerte. Pero yo me identifico con lo que Pablo dice en 1Corintios 15, el deseo de librarse del cuerpo para ser revestido  de su habitación celestial. Tengo deseos de irme de este mundo, y uno de los motivos es que ya no quiero ser más tentado. Quiero poder disfrutar de Dios, de su presencia. No me gusta el mundo.

Fuimos creados para Él. Somos eternos. Pero este asunto llamado carne, dice la Biblia que en ella no habita bien ninguno, y se inclina al pecado. Entonces, ¿por qué voy a alimentar la carne? ¿Por qué voy a crear una oportunidad para que la carne sea tentada? ¿No me basta con la simple debilidad de la carne? ¡Cuántas veces nos exponemos al pecado innecesariamente!

Espíritu de temor de Dios

Volvamos al texto de 2Cor 6:18 y 7:1 “Por lo cual salid de en medio de ellos…” ¿Qué significa esto? ¿Que ahora vamos a hacer agujeros y nos vamos a meter adentro, como los monjes, separados del mundo? Si fuera así, ¿cómo se concilia esto con la palabra  de Cristo que nos dice que somos “la sal de la tierra y la luz del mundo”? ¿Cómo se concilia con la palabra de Pablo en 1Cor 5:10,donde dice  que tenemos que juntarnoscon los pecadores de este mundo, pues de lo contrario tendríamos que salir del mundo? Es claro que el Señor no quiere que salgamos del mundo.

En 2 Cor. 5:20 dice: “Somos embajadores de Dios”. Entonces, no tenemos que salir físicamente del mundo: tenemos que guardar nuestra mente y corazón, nuestro espíritu, de la contaminación del mundo, y reprobar las obras del mundo. Debemos identificar, reprobar, rechazar, y dar testimonio contra las obras del mundo. 

Una vez Jesús dijo: “El mundo me aborrece… porque yo testifico de él, que sus obras son malas”(Juan 7:7). Jesús no huyó del mundo, pero se separó del mundo y dio testimonio contra sus obras. Muchas veces nuestra comodidad con relación al mundo es porque no damos testimonio contra las obras del mundo, que son malas.

Entonces ¿qué haremos? ¿Vamos a crear una serie de reglas de comportamientos, de procedimientos, que digan “esto se puede, aquello no se puede, esto sí, esto no”, como tantos evangélicos hicieron en tantos años? ¿Y cuál fue el resultado? Nada interesante. Yo viví así 30 años: revisiones de leyes externas que no producen santidad.

No vamos a crear reglas ni leyes que Dios no legisló, pero estamos orando para que sobre nosotros haya un Espíritu de temor del Señor. En Isaías 11:2 dice:“Y reposará sobre él … espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.” Jesús anduvo sobre la tierra teniendo Espíritu de sabiduría y de conocimiento, pero también Espíritu de temor del Señor. Nuestra expectativa de oración es que cada uno de nuestros hermanos tenga Espíritu de temor. Nuestro deseo es que mires a tu casa, a tu Iglesia, y te preguntes: ¿En cada alma hay temor? ¿Temen a Dios? ¿Son separados para Él? ¿Viven para Dios?

Ser como Jesús

Tenemos que preguntarnos en cada circunstancia que enfrentamos: ¿Cómo haría Jesús? Esta  semana estaba conversando con un discípulo joven, muy precioso y querido, y discutíamos sobre comportamientos. Yo le dije: “Imagina cómo andaría hoy entre nosotros el joven Jesús a los 24 años, tu edad. ¿Qué haría Jesús? Él es tu meta, piensa en esto. ¿Cómo haría Jesús en cada situación?

Y yo me pongo a pensar algo que ha sido recurrente en mi conciencia hace ya varios años:“Nuestra meta es ser iguales a Jesús”. La primera vez que oí  acerca de esto fue en 1988, en un retiro de pastores; yo todavía no era pastor. Ahí estaba, entre otros, Iván Baker. La primera vez que oí con claridad la exposición del Propósito Eterno de Dios,  fue un giro de 180º  en mi cabeza. Empecé a creer: “Yo tengo que ser como Jesús”. En menos de dos años, estaba reuniéndome con ustedes. Yo lo creí, y comencé a predicar el evangelio del Reino de Dios. Algunos se convertían, y comencé a enseñarles que ellos tenían que ser como Jesús.

Pero pasaron 21 años desde que empecé a verme con Benito, y 23 años que conocí a Iván, y ahora me pregunto: ¿Estoy más parecido a Jesús? ¿Cómo puedo saber? Y busqué referencias prácticas. Confieso que todavía no verifiqué con estas referencias, pero lo quiero hacer.

Por ejemplo, cuando mi esposa piensa en mí (ella conoce todos mis asuntos), ¿será que  piensa en Jesús cuando ve mi manera de comportarme? ¿Ve en mí una semblanza de Jesús? Cuando mis hijos meditan sobre Jesús, ¿piensan en algún momento en su papá? ¿Se les ocurre que en esa casa hay alguien parecido a Jesús? Amados, si no les pasa, hay un gran problema en mi vida. Porque hace 20 años entendí que Dios quería que yo fuese como Jesús; es lo que enseñé. Y esto ya no es una cuestión ministerial, es mi meta personal.

Antes que hacer discípulos, debes saber que tu meta es ser como Jesús. Esto define tus decisiones, influencia tus reacciones, orienta tus comportamientos en casa, en el trabajo, en todas tus relaciones. ¿Es así en mi vida? ¿O estoy ocupado en  el ministerio y me olvido que mi ministerio consiste, justamente, en enseñar a las personas a ser como Jesús?

Los años de discípulo y la relación con el mundo

Hay otra referencia que estoy buscando: Hace más de veinte de años, comenzamos a bautizar a los primeros discípulos.  Ahora ellos son mis amigos, porque frecuentaron mi casa, vivieron mis crisis familiares, problemas, tribulaciones. Ellos me conocen, entraron en la intimidad de mi casa. Después de estos 20 años, ¿estos hermanos me admiran más, o me soportan?  ¿Pensarán: “Lo que este muchacho dice es verdad, él está buscando ser igual a Jesús y yo debo continuar imitándolo a él”? ¿O se desencantaron conmigo? ¿Mi vida los desafía? Tu vida, ¿desafía a tus discípulos? ¿Son desafiados a parecerse a Cristo al mirarte? Si no es así, algo está mal con nosotros, y tenemos que parar con este discurso.

Nuestra entrega y consagración son inmediatas, es una de las cosas interesantes que aprendí. Consagración no es un estado avanzado de madurez. Es una condición para entrar en el Reino de Dios. Si no me consagro a Cristo, no pertenezco a Cristo. Si no pertenezco a Cristo, no soy salvo.

Pensar que alguien podría ser salvo sin consagración, sería ridículo. Nuestra salvación es fruto de nuestra consagración. Cambiando un poco las palabras, nuestra consagración es condición de nuestra salvación. La consagración es desde el principio, pero nuestra santificación es creciente. Cuanto más conocemos a Jesús, más santos debemos ser.

Yo conozco más de Cristo hoy que hace 20 años. Cuanto más lo conocemos, cuanto más conocemos la voluntad del Padre que está en los Cielos, más posibilidades y condiciones tenemos de obedecerle, de vivir y agradar a su voluntad. Porque la capacidad para que seamos obedientes, para que sigamos agradando al Señor, ya nos fue dada, y es el Espíritu Santo.

Voy a dar un ejemplo: Yo tengo una nietita de un año y medio. Ella casi no conoce la voluntad de sus padres. De aquí a dos años, ella va a conocer mucho más de la voluntad de sus padres; y dentro de 5 años, mucho más todavía. Así, ella va a estar en condiciones de agradar mejor a su papá y a su mamá, o de rebelarse contra ellos. Es hija y debe obedecer, puede obedecer. Igual sucede con nosotros: Somos de Dios, podemos obedecer, debemos obedecer.

A medida que andamos y crecemos, conocemos más de la voluntad de Dios, y entonces obedecemos mejor. Pero, ¿es así? ¿Ha ocurrido con nosotros esto? ¿Qué produjo en nosotros la madurez? ¿Lo mismo que el mundo dice del matrimonio, que cuando el amor madura, se enfría? A este respecto decimos: “No, el amor cuando madura, crece; y cuanto más maduro, mejor”.

Ahora, nuestra relación con Dios no es diferente. A veces, vemos a algunos hermanos en los cuales la madurez produjo un fruto raro. Me pregunto: ¿Qué hizo la madurez en mí? ¿Me volvió más confiado en mi relación con el mundo? ¿O creó en mí un mayor temor de Dios, que me hizo apartar más del mundo? Si tu  madurez te dejo más cómodo en el mundo, estás en un gran problema. Si tu madurez no te apartó del mundo, estás en un gran riesgo. Jesús vivió 33 años, maduró, y se mantuvo siempre lejos del mundo y del pecado.  ¿Qué produjo la madurez en nosotros?

La conciencia de nuestra maldad

Hay otra referencia para saber si estamos en el camino correcto, o estamos yendo hacia otro lugar: Después de todos estos años, ¿estás más consciente de tu maldad, o tienes explicaciones para tu maldad? Cuanto más nos acercamos a Dios, más conciencia tomamos de que somos perversos,  malos, que nuestro corazón está mal. Más vergüenza tenemos de nosotros, y nos ocurre lo que Pablo dice en Rom. 6:21: “¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis?” 

Dios es Luz, es perfecto. Cuanto más estoy cerca de Él, más me descubro defectuoso. ¿Y qué fruto obtengo? La humillación. Puedes medir la madurez de alguien por su capacidad de humillarse. Cuanto más humilde, más maduro. Cuanto más orgulloso y afirmado en sí… hay algo que ocurre, pero con certeza no es Cristo quien está siendo formado.

Nuestra madurez debe apuntar a distanciarnos del mundo, hacia una actitud de completa humillación, y más conciencia de que no servimos para nada. Tal vez por eso las Escrituras dicen, refiriéndose a los apóstoles en 1 Cor 12:28: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles”. En el funcionamiento de la Iglesia, Dios empieza a trabajar primero por medio de los apóstoles para estructurar, para el correcto ordenar. Eso viene por los apóstoles.

Pero en 1Cor 4:9  dice: “Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres.” (“escoria de todos y basura del mundo”, en portugués). Hermanos, la función es la del primer lugar, pero la disposición es la de ser basura.La madurez es acercarse a Cristo. Porque cuanto más cerca de Cristo, más humillado, más vaciado, más dispuesto a estar por debajo.

El motivo de nuestra santificación

No es solo una cuestión de ser santos para ser salvos lo que nos comunica Heb. 12:14 cuando dice: “Seguid la santidad sin la cual nadie verá al Señor”. La verdad es quedebo ser santo porque ya soy salvo. Ya fui salvo, y ahora voy a ser santo. No es que “me santifiqué, y por eso fui salvo”, sino que fui salvo por la gracia de Jesús, pero ahora soy llamado a ser santo. Mantener la santidad es condición para mantenerme salvo. Esto es así, aunque tengo que moverme por algo mucho más grande.

La motivación  para ser santos debe ser agradar al Padre. Y aquí algunos se confunden. Confunden aceptación con aprobación. Les cuento una anécdota: Me acuerdo que años atrás, mi hijo de 17 años era un discípulo que estaba comenzando sus pasos. A los 8 años, llegó con un cuadernito  donde la maestra le había puesto “Comportamiento: 0”. ¿Qué es lo que hice con él? Le grité:“¡Fuera de mi vista!”. Más tarde, él estaba en mi casa, sabiendo que iba a dormir en la misma cama de siempre, iba a comer la misma comida que mamá había hecho, los mismos abrazos, los mismos besos, la misma aceptación. Mi hijo no sintió que hubiera un  riesgo de perder todo eso porque fue reprobado. Es mi hijo, no corría ningún riesgo de perder mi compromiso de amor y mi responsabilidad hacia él, lo cual permanecía intacto. Eso era parte de mi amor, y él se fue  a dormir tranquilo, sabiendo que era aceptado. Él durmió tranquilo pero yo dormí triste, porque él no estaba aprobado.

Amados, nuestra aceptación no se juega con cada error que cometemos. No estamos amenazados y expuestos a perder nuestra condición de hijos de Dios a cada momento. Pero es necesario que nuestro Padre del cielo nos mire, y esté contento con sus hijos amados que quieren agradarle, que viven para Él. Ni siquiera disputan entre sí porque quieren la paz con todos, porque no son importantes, porque han entendido que no tienen derecho a reclamar. ¡Aleluya!

Dios nos llamó a su propia gloria y virtud. Leemos en 2Pedro 1:3:

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia…” 

Todo nos fue dado para que podamos caminar y ser conducidos a la vida plena en el Señor, y a la piedad. Cuando avanzamos un poco en el texto, vemos que el apóstol exhorta a que por causa de que Dios nos llamó a ser participantes de su propia gloria y excelencia, y a hacernos participantes de su santidad:

“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

Gratitud al Señor

La gracia de Dios en nosotros, no nos inmoviliza. No es la gracia hinduista, en la que nos detenemos, meditamos, nos concentramos. La gracia de Dios nos mueve a tomar toda diligencia y todo esfuerzo para aumentar la virtud, conocimiento, perseverancia, dominio propio. Todo esto tiene que ir aumentando en nosotros. Dice que de esta forma, nos va a estar garantizada ampliamente la entrada en el Reino de nuestro Señor Jesucristo.

Es importante remarcar que debemos tener un ingrediente de gratitud hacia Dios. Sabes que hasta hoy tengo vergüenza de mis pecados de la adolescencia. Me acuerdo de algunas cosas que me avergüenzan, ¿cómo es que llegué  a hacerlas? Algo muy simple a los ojos del mundo, cosas ingenuas, pero me avergüenzo de ellas.  No nos podemos olvidar de la purificación de nuestros pecados del pasado. El que lanza los pecados al fondo del mar es Dios; yo me tengo que acordar de ellos. Y Pedro dice así:“Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.”(2ªPedro 1:9)  Cuando nos olvidamos de esos pecados, perdemos la gratitud a Dios, y hasta pensamos que somos santos, que tenemos un derecho adquirido. Y avanzamos sin aquel ingrediente precioso de gratitud que dice:“Yo necesito dar mi vida por Jesús, gastar mi vida por Jesús”. Pablo dice que se esforzaba “para ser agradable en todo al Señor”. Se esforzaba, lo quería agradar. ¿Qué hace la novia enamorada? Quiere agradar al novio.

Piedad  y persecución

La piedad exige esfuerzo.  Mide mi disposición de agradar a Dios. Exige un esfuerzo deliberado, consciente. Pablo le dice a Timoteo:Ejercítate para la piedad” (1Tim 4:7). Es una orden apostólica.

En 2Tim 3:12 Pablo habla de una consecuencia de la piedad:la persecución:

Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”

Esto me incomodó un montón de veces, porque no parece que seamos perseguidos aquí. ¿Será que no somos perseguidos solamente porque no hay una persecución religiosa? ¿ O porque no vivimos en verdad piadosamente? Hay un hermano llamado Andrés, fundador de la Misión “Puertas Abiertas”, un hombre que dedicó su vida a llevar las Escrituras a los países llamados cerrados. Primero en los países comunistas, y después en los musulmanes. Donde hay persecución de la Iglesia, ahí está él para llevar Biblias. Una vez, en una de esas Iglesias clandestinas, en el mundo comunista soviético, uno de los pastores le preguntó: “- Hermano Andrés, ¿cómo es la persecución en su país?” Él es holandés, y dijo: “- No, en Holanda no hay persecución, allí no existe persecución religiosa; somos libres de predicar a quien queremos, cuando queremos”. El hermano respondió: “- Hermano Andrés, la Biblia dice que todo aquel que quiera vivir piadosamente en Cristo Jesús, será perseguido, ¿qué hacen ustedes con este versículo?”. Él contaba que ni siquiera sabía dónde estaba ese texto. Fue a buscar a la Biblia y dijo   “ -Hermanos, no hacemos nada”. Y añadió que nunca había sentido tanta vergüenza.

Hermanos, vivimos muchas situaciones en las que nuestro testimonio puede provocar persecución si vivimos en piedad, si nos definimos, si nos determinamos a denunciar y contrariar al mundo.

Evalúa tu vida cotidiana. ¿En cuántas situaciones, si contrariáramos al mundo, sufriríamos una reacción? Yo creo que Dios nos empuja a esto. Vendrá un tiempo donde no habrá posibilidad de mantener paz con el mundo de ninguna forma. No será posible, porque habrá santos y también profanos; embajadores proclamando la reconciliación  con Dios en una batalla constante para rescatar a los hombres. Pero el mundo va a oponerse de una manera mucho más vehemente de lo que hoy ocurre.

La santidad, la fe y el esfuerzo personal

Ahora, ninguno de nosotros es suficiente para estas cosas, nadie es capaz. Pero nos fue dado un secreto para vencer:la fe. En 1Jn 5:4 dice: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” Cuando el Señor Jesús llamó a Pablo para predicar el evangelio al mundo, le dijo que quienes lo escucharan, recibirían “la remisión de pecados”. También dice que serían “santificados por la fe en Mí”.

Un día creímos que nuestros pecados fueron crucificados en la cruz, que fuimos perdonados, que somos salvos por la fe en Cristo Jesús. Pero Jesús dice aquí que la fe en Él también nos santifica. Dice: “serán santificados por la fe en Mí”. Si yo recibo con tanta sencillez que mis pecados fueron perdonados, debo también recibir con la misma sencillez por la fe que yo puedo ser santo, plenamente santo.

La misma gracia, la misma fe que me libertó de la condenación del pecado es la misma gracia, es la misma fe que me libra de la esclavitud y del dominio del pecado. Ahora puedo vivir en victoria y santidad todos los días.

Sin embargo, no es automático. Pablo dice: “Yo trabajé más que todos los apóstoles”, pero luego añade:“No yo, mas la gracia de Dios en mi”.  Había sido la gracia de Dios en él, pero fue en él que la gracia operó porque fue él quien trabajó,  quien se esforzó, quien se fatigó lo más posible para presentar a todo hombre perfecto en Cristo Jesús. La gracia de Dios no anula el esfuerzo. Al contrario, me deja libre del pecado para que me pueda esforzar en agradar más y más a Dios. La gracia me capacita para esforzarme. La fe me mueve en la dirección de la santificación. Tenemos que ir a esta fuente de velar y orar para no entrar en tentación. ¡Tenemos que esforzarnos!

Un pájaro vuela, tiene recursos naturales para volar; en sus alas y huesos operan leyes aerodinámicas que pueden vencer la ley de gravedad, por eso vuela. Una lapicera no vuela, se cae. La gravedad no perdona, atrae todo al centro. Pero el pájaro vuela,  puede vencer la gravedad.  Dios nos dice que podemos vencer al pecado. No tenemos que estar postrados, caídos, vencidos, frente al pecado: podemos tener victoria.

Pero amados, dejen a un pajarito sin comer y sin beber. Seguirá teniendo las alas, todo su esqueleto permanecerá intacto, continuará teniendo todos los recursos naturales para volar, pero no va a volar, porque no se alimenta. Está débil.

¿Y pensamos nosotros que podríamos andar en victoria sin alimentarnos de Cristo? La gracia no es una gracia mágica. Es una gracia que me capacita para esforzarme y tomar de Cristo cada día.

La gracia me capacita para encerrarme en mi cuarto cada día y buscar al Señor,  entrar en las Escrituras, buscar la comunión con los santos, andar en la luz y someterme a mis hermanos, cada día. Es así como la gracia va operando, dándome una vida nueva que desafía, que estimula cada día. Así, tengo una nueva conciencia que me anima al día siguiente a ser más santo, mejor que ayer. Vivir cada día en victoria, dormir con buena conciencia, en paz con Dios.

Ejercitarse en la piedad y andar en luz

El Padre nos aprobó aquel día por su gracia, por la fe en Jesucristo. Pero tenemos que decidir una, dos, tres, docenas de veces durante el día, ser agradables a Él. Pablo dice:

“Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gál.5:16)

Es una receta simple: andar en el Espíritu. En el mismo texto de Gálatas dice también: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.”(5:25) Es como si dijera: “Ustedes. tienen el Espíritu; la vida que tienen es del Espíritu, entonces anden en ella. Rechacen al mundo, rechacen al pecado, vuélvanse a Dios. Porque  tienen el Espíritu que da vida”. Esto implica una acción consciente.

Pablo dice en Gálatas 2:20:“Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.” Una vez tuvimos una conversación con Iván Baker. Para variar, nos quedamos encantados con su vida. Y en un encuentro de presbiterio aquí, le preguntamos: “- Iván, ¿qué haces en la práctica para ser como eres?”  Él respondió: “- No hago nada, solamente es Cristo en mí”.  Yo me quedé mirándolo y pensé: “¿Por qué el Cristo en él es tan santo, y el Cristo en mí es tan torcido?”. Era el mismo Cristo, era la misma vida, y el asunto era simple: él se ejercitaba en la piedad cada día. La gracia en él era operante porque era él quien decidía hacer.

Nosotros ahora somos libres. Caminemos hacia la meta que nos fue dada: Perfectos como nuestro Padre que está en los cielos.

Mantengamos limpia nuestra conciencia cada día para preservar esa fe. Porque la conciencia limpia guarda la fe. Una conciencia manchada hace “naufragar en la fe”, y la forma de mantener la conciencia limpia es andar en luz.  El diablo no está donde hay luz. Mantengámonos en la luz, en el temor de Dios, sujetándonos los unos a los otros en el temor de Cristo.

Vivir así nos va a ayudar a levantar los muros, de los que tanto hemos hablado en el año 2010, cuando se usaba la figura de Jerusalén siendo reconstruida por aquellos que vinieron de Babilonia. Los exiliados que retornaron a Jerusalén para reconstruirla.

Una vida de comunión con Dios

Pero yo encontré algo interesante, leyendo el libro de Esdras: Antes que Nehemías y Esdras llegaran a Jerusalén, un numero de judíos había vuelto unos 80 años antes. En ese grupo estaban los profetas Zacarías y Hageo, entre otros.  En Esdras, en los primeros capítulos, dice que la ciudad estaba completamente devastada, completamente destruida. El templo estaba destruido.

Debemos comprender que cuando Nehemías llegó, el templo ya estaba reconstruido. Él fue a proteger la ciudad, pero el templo ya estaba de pie. Pero cuando los primeros hombres llegaron, no había nada. En el cap.3:3dice:“Y colocaron el altar sobre su base, porque tenían miedo de los pueblos de las tierras, y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, holocaustos por la mañana y por la tarde.”

Esos hombres entendieron que lo más importante que debían hacer era reconstruir el altar. ¿Para qué queremos muros, si no tenemos la gloria del Señor adentro para ser atesorada en nosotros? Los muros protegen alguna cosa. ¿Qué quieren proteger? Lo más precioso que nos fue dado. Aquellos hombres entendieron que lo primero era construir el altar. No había templo, no había muro, todo destruido. Los pueblos de otras tierras atacaban,  pero ellos ofrecían sacrificios por la mañana y por la tarde.

Nosotros podemos – y debemos- separar tiempo para dedicarnos a esta adoración. Adorar a Dios, contemplarlo, meditar en Él, alimentarnos de Él. De lo contrario, no vamos a avanzar.Toda doctrina, toda enseñanza, todos los conceptos, todos los principios, no nos harán parecidos a Jesús, si no nos detenemos a adorarlo cada día. No  una vez a la semana, sino cada día.

No tenemos nosotros más dificultades que las que tenían esos judíos en aquel tiempo para levantar el altar. No hay excusas. Dios dijo a Abraham:“Anda en mi presencia y sé perfecto”. No le dijo: “Sé perfecto y anda en mi presencia”. Es como si dijese: “Anda conmigo, Abraham, y serás perfecto”.

Andar con el Señor, andar en su presencia. Fuimos llamados para ser santos e irreprensibles delante de Él. Andar en el Espíritu, vigilantes en oración, temiendo a Dios, apartándonos del pecado.