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Puerta, Camino, Meta. Iniciando La Vida Cristiana

18/04/2014

Puerta, Camino, Meta. Iniciando La Vida Cristiana

Partiendo de la figura de la vida cristiana como un CAMINO, s< señala el inicio de la misma bajo la figura de una PUERTA, y luego Invita al Interesado a apuntar a la META: el propósito eterno de Diossta serie de estudios bíblicos, denominada PUERTA, CAMINO META, es el resultado del trabajo conjunto de un grupo de pastores de la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Nació con e propósito de proveer material de enseñanza para la formación de los discípulos, y se desarrolló por la necesidad y el crecimiento de la obra de Dios. Está pensado específicamente para el uso de los responsables de pequeños grupos caseros, a fin de proveerles un resumen para el estudio y la enseñanza del “consejo de Dios” (Hecho:20:27), aunque no se limita exclusivamente a ese contexto. El material se presenta en varios cuadernos con diferentes temas Éste es el primero de la serie. La intención de este trabajo va más allá de dar una ilustración bíblica a los que estudian; pretende promover en ellos decisiones fundamentales, a fin de que sus vidas sean formadas de acuerdo con la voluntad de Dios. Las lecciones han sido encaradas de esta manera por entender que la vida cristiana también es eminentemente práctica. En el Nuevo Testamento se la compara con un CAMINO; hay que transitarlo, vivirlo, antes de poder analizarlo.

Aquí el lector y estudiante encontrará lecciones bien asentadas ser las sagradas escrituras sobre temas como el reino de Dios, el señorío de Jesucristo, el arrepentimiento, el bautismo, la plenitud del Espíritu Santo, y el propósito eterno de Dios, todas en un lenguaje fácil de entender y con un desarrollo lógico e instructivo.

En su conjunto las lecciones ofrecen la orientación necesaria para alcanzar el objetivo supremo de nuestra vida: vivir para la gloria d Dios. Desde luego, éste no se logra sin una disposición humilde y diligente y un empeño definido de obedecer a los mandatos divinos.  El que reúne estas condiciones encontrará la sabiduría que expresa su voz en el proverbio antiguo: “el que me halle, hallará la vida y alcanzará el favor de Jehová” (Proverbios 8:35).

 

UNA NOTA IMPORTANTE: Es conveniente tener presente que la Introducción A y B son para los que van a enseñar las lecciones, y no para los discípulos nuevos. Las lecciones para los discípulos se inician a partir de la sección titulada: LA PUERTA.

 

 

 

 

Introducción A:

 

 

El fundamento

establecido por :Dios

Jesucristo es la revelación de Dios. Esta revelación llegó a los apóstoles por las palabras de Jesús y por el Espíritu Santo, a fin de que ellos a su vez la comunicaran a todos los hombres de todos ¡os tiempos. Lo que ellos predicaron y enseñaron constituye el funda­mento inamovible de la iglesia hasta el fin del mundo.

 

E

n un mundo como el nuestro donde hay tantas corrientes ideológicas, filosóficas, sofismas, creencias y religiones, ¿en qué nos fundamentamos para creer lo que creemos? ¿Cómo podemos saber que lo que nos enseñaron es la verdad? ¿Es posible conocer Con certeza la verdad con respecto a Dios, el hombre, la vida, la muerte, la eternidad, el propósito supremo de todas las cosas? ¿Es posible conocer con claridad la voluntad de Dios para los hombres?

Desde la antigüedad el hombre perdió la comunión con Dios, por Causa de su pecado, sumiéndose en la oscuridad de su ignorancia. En esas condiciones, le resultaba imposible conocer por sí mismo la verdad acerca de Dios y de su voluntad.

 

La única posibilidad de salir de la oscuridad de la razón que confundía sus ideas era que Dios en persona se comunicara con la humanidad. Y precisamente, esto es lo que hizo

 

  1.     DIOS SE DIO A CONOCER A LOS HOMBRES EN JESUCRISTO

 

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras

en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo.

Hebreos 1:1, 2

 

A través de los siglos Dios habló muchas veces a los hombres por los profetas. Sus palabras están registradas a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la plena revelación de Dios a los hombres vino a través de su Hijo: Dios.., nos ha hablado por el Hijo.

Este hecho histórico, trascendente y glorioso constituye la piedra fundamental de nuestra fe. Un día, hace casi dos mil años, Dios se hizo hombre en la persona de su Hijo y así se dio a conocer entre los seres humanos.

 

Jesucristo, el Hijo de Dios, es la revelación de Dios, la palabra de Dios el Verbo para todos los hombres.

 

A Dios nadie le vio Jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.

 

Ahora no podemos decir que Dios es un ser supremo lejano y desconocido, porque él se dio a conocer en Jesucristo.

 

 

2.    LA PALABRA ES EL ELEMENTO CLAVE DE SU COMUNICACIÓN

 

Jesús enseñó la verdad y la voluntad de Dios mediante su ejemplo y sus palabras. Si él hubiera vivido entre los hombres sin hablar, sin comunicarse mediante la palabra, no sabríamos nada acerca de él ni del Padre; tampoco hubiéramos conocido la voluntad del Padre para nosotros. La revelación, el conocimiento de Dios y de su voluntad, nos fue comunicada a través de las palabras de Cristo (véase Juan 7:16, 17y 12:44—50).

 

Juan 1:18.

 

3.    JESÚS COMUNICÓ ESA REVELACIÓN ESPECIALMENTE A SUS APÓSTOLES

 

Las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

Juan 17:8

Jesucristo no escribió ni un solo libro; no existe ningún fragmento escrito por él. Él comunicó la revelación del Padre, mediante sus palabras a doce hombres que previamente había escogido para que fuesen sus discípulos, y luego sus apóstoles. Aquellos doce convivie­ron con Jesús. Vieron su vida, vieron su gloria y recibieron su palabra. Fueron los depositarios de la revelación.

Todo lo que sabemos acerca de Jesús y de sus enseñanzas nos ha llegado a través de los escritos apostólicos. No tenemos ninguna otra fuente fidedigna de información. Jesús confió en la obra posterior del Espíritu Santo en sus discípulos para recordarles, enseñarles y guiarles a toda verdad, de modo que ellos pudieran conocer con profundidad, exactitud y claridad todo el consejo de Dios. Cuando vino el Espíritu Santo sobre ellos, comprendieron esa revelación (véase Juan 14:26 y 16:12—15).

 

 

4.    JESÚS ENCARGÓ A LOS APÓSTOLES

COMUNICAR TODAS SUS PALABRAS A TODOS LOS HOMBRES DEL MUNDO

 

Después de su resurrección, Jesús ordenó a los apóstoles que, una vez recibido el Espíritu Santo, hicieran discípulos a todas las naciones, bautizándoles[…] y enseñándoles que guarden todas las cosas que él les había mandado, asegurándoles estar con ellos todos los días, hasta el fin del mundo (véase Mateo 28:18—20).

Debemos enseñar a todos los hombres de todas las naciones, y hasta el fin de los tiempos, las mismas cosas que Jesús enseñó a sus discípulos. Lo que Jesús enseñó, y los apóstoles nos trasmitieron es palabra universal y eterna de Dios. Universal porque es para todos los hombres del mundo. Eterna porque es palabra de Dios, y como tal, es permanente e inmutable. Jesús dijo: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán (Lucas 21:33). Todas estas enseñanzas están registradas en los escritos apostólicos (evangelios y epístolas). que conforman el Nuevo Testamento.

 

 

5.    EL ESPÍRITU SANTO COMPLETÓ LA REVELACIÓN A LOS APÓSTOLES

 

Después del derramamiento del Espíritu, hubo un período duran­te el cual Dios fue completando la revelación por cl Espíritu Santo a los apóstoles y profetas, especialmente en lo referente al misterio de Cristoy de laiglesia (véase Efesios 3:5,9). Dichas verdades están registradas en las epístolas apostólicas.

 

 

6.    EL FUNDAMENTO APOSTÓLICO ES ÚNICO Y UNIVERSAL

 

Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.

Efesios 2:20

 

Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.

 

1ºCorintios 3:11

 

El fundamento sobre el cual la Iglesia se edifica es la revelación de Jesucristo. Los apóstoles, primeros receptores de esa revelación, la establecieron con vigor y unción. Ellos señalaron el fundamento de Dios para la Iglesia. Como la iglesia es la misma en todo lugar y en toda edad, lo que ellos enseñaron y proclamaron tiene vigencia permanente.

 

El fundamento apostólico no sólo abarca ciertos temas, sino comprende todo lo que Jesucristo es y enseñó. En resumen, abarca todo el consejo de Dios.

 

 

 

7.    EL FUNDAMENTO APOSTÓLICO NO ADMITE MODIFICACIONES

 

Tan convencido está el apóstol Pablo de la inmutabilidad de la palabra de Dios, que en Gálatas 1:8 afirma:

Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.

 

Los apóstoles estaban muy seguros del fundamento, que lo que había sido enseñado jamás debe ser modificado. Desde Pentecostés hasta la segunda venida de Cristo la enseñanza de Jesús y de los apóstoles no debe ser cambiada, modificada, ni corregida, aunque sí profundizada o ampliada en su significado (véase Judas 3, 17).

 

 

 

8.    REITERACIONES Y CORRECCIONES

 

Las últimas epístolas eran reiteraciones y repeticiones sobre las verdades ya enseñadas, o correcciones de desviaciones, como mues­tran, por ejemplo, Apocalipsis 2:4, 5, 14, 20; 3:2, 3; 2º Pedro 1:12—15; lº Juan 2:7—9; Judas 17.

 

 

 

9.    DESVÍOS HISTÓRICOS

 

Lamentablemente, debemos admitir que en el transcurso de los siglos se ha ido produciendo dentro de las enseñanzas y prácticas cristianas muchas alteraciones y cambios, modificando los hom­bres lo que nunca debería haber sido modificado. El cristianismo se fue alejando de la pristina enseñanza apostólica, incorporando costumbres, prácticas y enseñanzas ajenas a la palabra de Cristo, ignorando y descuidando a la vez otros aspectos de la doctrina del Señor. La historia de la iglesia atestigua claramente lo que estamos afirmando.

 

 

 

10.  RESTAURACIÓN DEL FUNDAMENTO APOSTÓLICO

 

Frente a estos desvíos, a lo largo de la historia siempre hubo hombres y movimientos que Intentaron restaurar o afirmar la anti­gua palabra de Cristo. Pero es en los últimos siglos que esos movimientos de retorno a las verdades apostólicas han sido más extensos, vigorosos y profundos.

En la actualidad Dios está acelerando la restauración total de la iglesia:

a) dando no parte de la verdad, sino restaurando el cuadro total de la verdad;

b) obrando no un avivamiento aislado y local, sino en todo el mundo:

e) no apuntando meramente a definir conceptos teóricos, sino a levantar un pueblo que viva y encarne su palabra.

¡Entreguémonos de corazón al Señor para que él realice su

propósito en nosotros!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Proclama (kerigma)

y doctrina (didaké)

 

La palabra de Dios nos llega en dos modos diferentes: como proclama de la verdad, y como doctrina o enseñanza. La proclama revela a Cristo y apela a la fe. La doctrina, que consiste en manda­mientos, revela la voluntad de Dios y apela a la obediencia. Ambas, indispensables para nuestra edificación, constituyen un cuerpo con­creto de verdades y mandamientos que debemos conocer, creer, vivir y enseñar.

 

 

 

Las sagradas escrituras son los registros fidedignos y divinamente .L4ínsptrados de la

historia de la salvación. Pero es conveniente entender que en la palabra universal y eterna de Dios existen dos enfoques que haremos bien en distinguir, a fin de que esa palabra nos conduzca efectivamente al propósito eterno de Dios. Un estudio serio de la Biblia nos muestra estos dos enfoques, o Ingredientes complementarios, que son: PROCLAMA (kerigma) y DOCTRINA o enseñanza (didaké). En este estudio examinaremos el significado y la función de estos dos componentes de la palabra de Dios. Las palabras usadas en el idioma original (griego)del Nuevo Testamento Para Proclama Y doctrina tienen un sentido

más amplio que las que han sido usadas para traducirlas al idioma castellano.

Por lo tanto, debemos entender su significado original, antes de Proseguir con nuestro estudio.

 

 

 

1.    LA PROCLAMA: BUENAS NOTICIAS

 

La palabra griega para proclama es kerigma. Es traducida, general­mente, por predicación, pero significa más que la declaración, o sea, la acción de predicar la verdad. Es la misma verdad, el contenido del mensaje, como también el anuncio (véase Romanos 16:25; 1a Corintios 1:21; 2:4; Tito 1:3). Por eso, usamos la palabra proclama, ya que tiene los dos sentidos. Su significado incluye los siguientes elementos:

 

1)  El kerigma apostólico es la proclama de la verdad del HECHO DE CRISTO. Esta expresión “el hecho de Cristo” se refiere ala totalidad de lo que Implicó el acontecimiento de la venida de Cristo, su persona, su obra y sus palabras, su muerte, su resurrección, su exaltación, la venida del Espíritu Santo y la creación del pueblo de Dios, la Iglesia. Este hecho de Cristo incluye tanto el hecho histórico, como también el hecho y contenido espiritual, revelado a los apóstoles (véase Hechos 2:22—36; 1ºCorintios 15:1—4; Filipenses 2:5—11).

 

2)  El kerigma es la proclamación con autoridad y unción del gran hecho de Cristo presente y activo entre los hombres, para conducir a los que creen a su salvación y transformación. El kerigma es una irrupción del Espíritu, un fenómeno de operación sobrenatural. En ella hay espíritu (pneuma) y poder (dúnamis). El proclamador no debe ser un repetidor mecánico del mensaje, sino un hombre que arda por el Espíritu y hable por el testimonio del Espíritu en su Interior (la Corintios 2:4; Juan 15:26; Hebreos 1:1—3).

3)  El kerigma apela a la fe, pues proclama la verdad viva y poderosa. Esa verdad es Cristo. Cuando alguien oye la verdad con fe, en realidad está recibiendo a Cristo por el “oír con fe” (Gálatas 3:2, 5; Romanos 10:17). El kerigma provoca e insufla fe, gracia, experiencia de vida espiritual. Proclama que todo lo necesario para nuestra salvación fue realizado por la muerte y resurrección de Jesús. El que oye con fe, participa de lo hecho y lo experimenta en su propia vida. Esta es la dinámica del kerigma. “Agradó a Dios salvar a los que creen por la locura del kerigma” 1a Corintios 1:18, 21). Es “locura” porque no entra por la razón.

 

4)  El kerigma es equivalente al evangelio (buenas noticias). Por lo tanto, debe ser proclamado como noticia. No se discute. No es polémica. No se negocia. No se modifica. El contenido es siempre el mismo, pero el estilo de su presentación o el ángulo desde donde es enfocado puede variar, para que en cada situación o contexto sea noticia (Lucas 4:16—21; Hechos 2:14—36; 3:12—26; 5:42; 16:13—15).

 

 

2.    DOCTRINA: ENSEÑANZA

 

La palabra griega traducida doctrina en el Nuevo Testamento es didaké. Significa enseñanza, instrucción. Su contenido consiste en mandamientos que revelan la voluntad de Dios (véase Mateo 7:28; Marcos 12:38; Juan 7:16; Hechos 2:42; 5:28; 1ºCorintios 14:26). El propósito de Dios es conformar la vida de cada discípulo cristiano a la Imagen de Cristo, y formar una familia, un pueblo, de todos los discípulos. El elemento básico para esta edificación y formación es la enseñanza de la palabra de Dios. Consideremos algunos detalles acerca de su significado y funcionamiento:

1)  Su tono es generalmente imperativo, pues Cristo es nuestro Señor y Maestro. Sus enseñanzas no son sugerencias o consejos: son mandamientos. Estamos bajo autoridad. La didaké o doctrina apela a la obediencia. Establece en forma práctica y concreta el reino de Dios sobre nuestras vidas. El que oye la palabra de Dios y no la hace edifica sobre la arena (Mateo 7:21—29).

 

2)  Es un cuerpo definido y completo de enseñanzas. No es inter­minable (véase Hechos 20:27; Mateo 28:20). Es simple y clara. Por ejemplo: “Hijos, obedeced a vuestros padres”; “Bendecid a los que os maldicen”; “El que repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio”.

 

3)  Ordena la relación profunda del hombre con Dios y con su prójimo de una manera total: “Amarás al Señor tu Dios con todo…”; “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres”. Abarca todas las áreas de nuestra vida: trabajo, familia, sexo, carácter, dinero, adoración, servicio, etc.

 

4)  Es Cristo céntrica, pues Cristo es la fuente de donde proviene toda doctrina y también el ejemplo de toda su orientación. El objetivo de toda la enseñanza, mediante sus instrucciones y mandamientos, es hacernos semejantes a Jesús.

 

5)    Es inmutable. Su contenido no puede ser modificado, dismi­nuido o aumentado: “Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35).

 

6)    Es universal. Sus mandamientos revelan la voluntad de Dios para todos los hombres de todas las generaciones (Mateo 28:19,20).
7)    Es necesario conocerla, obedecerla y encarnarla (Romanos6:17). Es necesario recordarla y ser renovado en ella mediante la repetición (2~ Pedro 1:12 15).
8)  Es la base para toda amonestación, reprensión y disciplina en la iglesia: “Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doc­trina” (2º Timoteo 4:2).

 

 

 

3.    RELACIÓN ENTRE LA PROCLAMA Y LA DOCTRINA

 

En la práctica, estos dos elementos van siempre juntos: la procla­ma (kerigma) y la doctrina (didaké). Asimismo, podemos hablar de la verdad que creemos los mandamientos que obedecemos. En su conjunto constituyen la esencia de la palabra de Dios. Es como la aguja y el hilo que deben estar juntos para coser. El kerigma (aguja) penetra y la didaké (hilo) consolida.

¿Por qué los mandamientos suelen rebotar frecuentemente? ¿Por qué pesan tan poco la voluntad y los mandamientos de Dios en la

vida de muchos creyentes? No todos dicen con el apóstol Juan: “Sus mandamientos no son gravosos” (1ºJuan 5:3).

El elemento clave es la FE. Veamos cómo funciona. La doctrina brota del kerigma. Canaliza la fe en obediencia. El justo vive por la fe, no por obras ni por obediencia. Sin embargo, la fe produce obediencia.

La verdad antecede al mandamiento. La verdad apela a la fe. La fe es el motor que provoca la vida cristiana. Cuando se proclama la VERDAD de Dios, el Espíritu Santo suministra GRACIA a los que creen. Esta gracia es la que hace posible los ajustes y la disciplina en la vida para conformarnos a la voluntad de Dios.

Cuando oigo la verdad con fe, se me hace claro un cuadro confuso, o comienzo a ver de otra manera, y dispongo mi corazón y voluntad para hacer los ajustes indicados. Luego me llega el mandamiento correlativo que me especifica la voluntad de Dios para mí. Con la predisposición de mi voluntad, doy lugar a la verdad mediante el mandamiento especifico. El Espíritu Santo pone en mí la mente de Cristo, y en la medida en que le dejo obrar me va conformando a su imagen.

La verdad eterna siempre deriva en mandamientos específicos y claros. Es necesario proclamar la verdad de modo que penetre. Pero, para que edifique tiene que haber ajustes y disciplina, porque nuestras vidas no se hallan en perfectas condiciones en su estado natural.

 

 

4.    ¿QUÉ ES UN DISCÍPULO CRISTIANO?

 

Un discípulo es uno que CREE todo lo que Cristo dice, y HACE todo lo que Cristo manda. Hay que creer la verdad y obedecer la doctrina.

 

 

 

LA PUERTA Lección 1:

 

El reino de Dios

 

 

Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

Mateo 6:10

 

 

1.    EL GOBIERNO DE DIOS

 

¿Qué es un reino?

Un reino es una forma de gobierno donde la autoridad reside en un rey. Ese gobierno se extiende sobre todos los territorios y perso­nas que están bajo cl dominio del rey. En los tiempos bíblicos, la mayoría de los pueblos eran gobernados por reyes. Por eso las naciones se llamaban reinos.

 

¿Qué es el reino de Dios?

Es el gobierno de Dios. Dios es la fuente de toda autoridad. Él es el rey absoluto del universo por derecho inherente, por ser su creador, dueño y sustentador. Él es la autoridad suprema sobre todo cuanto existe, sobre lo visible e Invisible, sobre la creación, los ángeles, la humanidad, la historia, las naciones y los sucesos futuros. Como él es la autoridad, un día él juzgará a todos con justicia. Dios es Rey del universo y Rey eterno (Salmos 93:1, 2; 97:1, 2; 99:1; 145:13; 146:10). Hay dos aspectos del gobierno de Dios:

 

A)    El gobierno natural de Dios sobre la creación.

Dios ejerce su gobierno sobre el universo de un modo natural. Las galaxias, constelaciones,

estrellas, soles, planetas, la tierra, las distintas especies de la fauna y de la flora, la vida

biológica en todas sus variedades, la célula, la molécula, el átomo, etc.: todo,

absolutamente todo está regido por Dios.

Élcreó todas las cosas por su palabra. Él mandó y fueron hechas (Hebreos 11:3). Él

“sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3). La naturaleza obedece

al gobierno de Dios de un modo espontáneo y natural (obviamente, no se trata de una

sumisión consciente y voluntaria como en el caso del hombre.

 

B)    El gobierno moral de Dios sobre los hombres.

El hombre es un ser moral, creado por Dios a su imagen y semejanza, con atributos de personalidad: espíritu, voluntad, intelecto y emociones. Dios ejerce su gobierno moral sobre      el hombre esperando de él una sujeción consciente y voluntaria.

Dios, autoridad suprema, expresa su voluntad al hombre por medio de su palabra. El

hombre, un ser creado con responsabilidad moral y capacidad de decisión, es responsable

de obedecer conscien­te, voluntaria e inteligentemente la palabra de Dios, reconociendo y

acatando, de este modo, el reino de Dios sobre su vida.

 

 

 

 

2.    LA SITUACIÓN DEL HOMBRE ANTE EL REINO DE DIOS

 

La creación del hombre

Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza.

 

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Génesis 1:26, 27

Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.

Génesis 2:7

 

Ya mencionamos que el hombre, hecho ala semejanza de Dios, tenía espíritu y atributos de personalidad. Asimismo, esa imagen divina se veía en sus atributos morales. En su estado de inocencia perfecta, Adán y Eva reflejaban la santidad, la justicia y el amor divinos.

 

Dios ejerce su gobierno sobre el hombre

(Génesis 1:28—31)

En pleno ejercicio de su autoridad, Dios gobernaba sobre el hombre y la mujer mediante su palabra: “Fructificad y Multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgada, y señoread.” El hombre debía labrar la tierra y cuidarla (Génesis 2:15). Podía comer del fruto de los árboles, de los animales y de las plantas. Podía tener vida sexual con su esposa, pues eran una sola carne (2:24, 25).

Aquél que era la autoridad suprema estableció límites a la conducta del hombre. Dijo: “Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (2:16, 17).

Todo era hermoso y bueno mientras el hombre y la mujer vivían sumisos a la autoridad del rey eterno, es decir, mientras vivían bajo el gobierno moral de Dios.

 

La entrada del pecado en la vida humana

(Génesis cap. 3)

Engañados por Satanás, la mujer primero, y luego su marido, se rebelaron contra la voluntad de Dios, comiendo del fruto prohibido. Así pecaron.

¿Qué es el pecado? Justamente esto: rebelión contra Dios. Es insubordinarse ante su autoridad. Es hacer ml propia voluntad. Hacer lo que se me da la gana. Lo que yo quiero, lo que a mí me parece bien; desconociendo de este modo la autoridad y el reino de Dios. Esto es exactamente lo que Satanás quiso y aún quiere lograr en todos los hombres.

 

La condición actual de los hombres

Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el

pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por

cuanto todos pecaron.

Romanos 5:12

 

 

 

 

 

 

Del mismo modo que Adán, todos hemos pecado contra Dios, tanto por la herencia pecaminosa que hemos recibido, como por nuestras actitudes personales ante Dios. Cada uno vive como quiere, haciendo su propia voluntad. Las consecuencias de esta rebelión están a la vista: egoísmo, orgullo, temores, ansiedades, depresiones, enfermedades, Iras, inseguridad, odios, crímenes, rencores, pro­blemas familiares, mentiras, divorcios, enemistades, etc. Todos son síntomas de muerte: muerte espiritual y, finalmente, la muerte física, y luego la condenación eterna.

¡Cuántos males sobrevienen a la humanidad por no vivir bajo el reino de Dios! ¡Cuán triste es la condición actual de los hombres! Para colmo de males, el hombre no tiene en sí ningún recurso para remediar o revertir esta situación que, esencialmente, es un pro­blema espiritual.

 

 

3.    EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS

 

Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio.

Marcos 1:14, 15

 

Jesús iba por todas partes predicando y enseñando sobre el reino de Dios. Ese era su tema principal, y casi se podría decir, su tema único. Habiendo ya considerado lo que es el reino de Dios, cabe ahora la pregunta: ¿Qué es el evangelio del reino?

Evangelio significa buenas noticias. Jesús anunció a los hombres las buenas noticias del reino de Dios. Fueron buenas noticias porque el momento tan esperado y anunciado por los profetas había llegado Y aún son buenas noticias porque Dios, en su amor, ha mandado a su Hijo, no para condenar al mundo, sino para salvar al mundo.

Nosotros los hombres, excluidos de la presencia de Dios por nuestra rebelión, ahora recibimos la buena noticia de que el reino de Dios se ha acercado a nosotros, y que mediante el arrepentimiento

—un cambio de actitud— y la fe en Cristo, se nos da la posibilidad maravillosa de nacer de nuevo en virtud de la muerte y resurrección de Cristo, para entrar así en el reino de Dios.

 

 

 

De nuestra parte esto significa un compromiso total de vivir bajo el gobierno de Dios, sujetándonos a la autoridad de Jesucristo. De parte de Dios, significa el perdón total de nuestros pecados, una vida nueva, el ser hechos hijos de Dios, y el vivir en su reino aquí y ahora, como también por la eternidad.

 

 

4.    LOS DOS REINOS

 

Todos los hombres vivimos según ciertas normas y hábitos, aunque no sean más que los caprichos que cambian a cada momen­to. Se dividen los seres humanos entre los que viven como quieren ellos y los que viven como Dios quiere. Son dos conceptos de gobierno de la vida que son diametralmente opuestos entre sí.

En las sagradas escrituras estos dos gobiernos están identificados como EL REINO DE DIOS y LA POTESTAD DE LAS TINIEBLAS. Ambos términos aparecen en la Epístola de Pablo a los Colosenses donde el apóstol, hablando de Dios, afirma:

el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.

Colosenses 1:13

 

Asimismo, la Biblia aclara que Satanás es el que domina el reino de las tinieblas, mientras Jesucristo ejerce el gobierno sobre el reino de la luz.

 

LAPOTESTAD DE LASTINIEBLAS

El que pretende vivir según su propio criterio se engaña. Entre tanto que uno hace lo que quiere, piensa que le va bien, cuando en realidad está destruyéndose y cayendo en la trampa del diablo. Por eso debemos darnos cuenta de que la raíz del mal del hombre está en su rebelión, su egoísmo, su pretendida independencia de Dios. Al no tomar en cuenta a Dios, ni reconocerlo como dueño y rey sobre su vida, está siguiendo el mismo camino de Satanás y terminará en consecuencia bajo su dominio.

Satanás es llamado en la Biblia “el príncipe de este mundo” (véase Juan 12:31; Efesios 2:2). Con sus demonios ejerce una fuerza espiritual maligna cuyo propósito es trastornar, arruinar y, al fin, destruir al hombre. Por eso hay tanta confusión y maldad en derredor nuestro, y a menudo en los mismos seres humanos. La actividad de Satanás en el mundo está planteada en muchos textos bíblicos, como los siguientes: Efesios 2:1-3; 6:11-13; Juan 10:10; 2Corintios 6:3, 4.

Es Importante entender que nuestros recursos humanos no son suficientes para hacerle frente o para evitar caer en sus garras. Tenemos que depender de Cristo. “Para esto apareció el hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1Juan 3:8). Lucas también da testimonio de “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo” (Hechos 10:38).

 

EL REINO DE JESUCRISTO

Cuando las Escrituras se refieren al reino de Dios, no están hablando del cielo o del lugar donde habita Dios, sino del gobierno de Dios. Dios hizo el mundo, y como creador tiene el derecho de gobernarlo. Su gobierno se ejerce en la luz, con justicia, santidad y amor.

 

El gobierno siempre refleja el carácter del gobernante. En este caso, Jesucristo es quien gobierna con la autoridad que surge de su muerte y resurrección, por las cuales reveló el amor y la justicia de Dios, y ganó el derecho de reinar sobre el mundo entero.

Además, como Dios hizo al hombre a su Imagen, éste nunca podrá vivir bien o realizarse aparte de la voluntad de Dios. Sin él, uno no puede ser la persona que Dios quiere que sea.

Todos hemos nacido en el reino de las tinieblas por ser descen­dientes de Adán, pero Dios quiere trasladarnos a su reino. Para ello envió a su Hijo quien nos llama a seguirlo, a ser sus discípulos. La verdadera conversión es ser librados de la potestad de las tinieblas y ser trasladados al reino de la luz.

Habiendo considerado lo que es el reino de Dios, analizaremos en el próximo estudio lo referente a la entrada al mismo reino.

 

Para pensar y conversar:

 

1.  ¿De qué manera ejerce Dios su gobierno en el mundo? ¿Qué significa el gobierno moral de Dios?

2.  ¿Qué actitud debemos tener frente al gobierno de Dios? ¿Por qué estamos en falta ante su gobierno? ¿Qué evidencia hay de nuestra condición ante Dios?

3.  ¿Por qué es el evangelio una buena noticia de Dios para el ser humano? ¿Qué quiere hacer Dios en nosotros por medio del evan­gelio?

4.  ¿Cómo se puede definir en forma escueta el significado del reino de las tinieblas? ¿Por qué es tan grave que uno viva según su propio criterio, haciendo lo que se le da la gana?

5.  ¿Cuáles son las características principales del reino de Dios? ¿El reino de Dios está lejos o cerca? ¿Se trata de una realidad futura o actual?

 

 

LA PUERTA Lección 2:

 

 

¡Jesucristo es el Señor!

 

J

esucristo es el Hijo de Dios: siendo Dios, él se hizo hombre. Dios se dio a conocer a los hombres en Jesucristo, quien con su ejemplo y sus palabras nos enseñó la voluntad de Dios. Enviado por el amor del Padre, vino al mundo para salvarnos y adoptarnos como hijos de Dios. Murió por nuestros pecados; el Padre lo levantó de los muertos y, sentándolo a su derecha en el trono del universo, lo hizo SEÑOR. Dios quiere que todos creamos en Jesucristo y seamos salvos, reconociéndolo como Señor.

 

 

1.    JESUCRISTO ES EL HIJO DE DIOS

 

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo

era Dios. Este era en el principio con Dios.

Juan 1:1, 2

 

(La expresión “el Verbo” significa “la palabra” y se refiere al Hijo de Dios; véase Juan 1:14).

 

Todos nosotros comenzamos a existir el día en que fuimos conce­bidos por nuestros padres. En cambio, Jesucristo existía desde el principio. El Hijo siempre existió junto al Padre. Él es el Hijo de Dios y, a la vez, Dios; así como nosotros somos hijos de hombres y, a la vez, hombres. El apóstol Juan proclama con total claridad: “el Verbo era Dios.” Jesucristo es Dios.

 

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

Juan 1:3

Dios creó todas las cosas por medio de su Hijo. Todo cuanto existe fue hecho por medio de Jesucristo (Colosenses 1:16, 17). Todo esto revela la infinita grandeza, sabiduría y poder del Hijo de Dios, declarándolo creador del universo.

 

 

2.    JESUCRISTO, SIENDO DIOS, SE HIZO HOMBRE

 

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.

Juan 1:14

el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres.

Filipenses 2:6, 7

Aquél que existía desde el principio, y que estaba con Dios y que era Dios, fue hecho carne, es decir, se hizo hombre. Jesucristo, siendo Dios, no se aferró a su condición divina, sino que se humilló a sí mismo haciéndose hombre. ¡Cuán grande es el misterio de la encarnación! ¡Dios se hizo hombre en Jesús; el Creador tomó forma de criatura!

Jesús nació de la virgen María, habiendo ella concebido por el Espíritu Santo, sin intervención de varón (Mateo 1:18—25). Se cum­ple así la profecía de Isaías 7:14 (dada setecientos años antes de Cristo): “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (que traducido es: Dios con nosotros).

A la edad de treinta años Jesús comenzó su ministerio público entre los hombres, sanándoles, liberándoles, perdonándoles sus pecados y enseñándoles acerca del reino de Dios.

 

 

 

3.    DIOS SE DIO A CONOCER A LOS HOMBRES EN JESUCRISTO

 

A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.                                                                                       Juan 1:18

 

El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.                                         Juan 14:9

 

Jesucristo es la revelación de Dios. Él nos dio a conocer a Dios. Ahora no podemos decir que Dios es un ser lejano y desconocido, pues él se dio a conocer en Jesucristo. Dios se comunicó, se expresó, habló, se presentó a los hombres en su Hijo.

Jesucristo nos dio a conocer el carácter de Dios. Mediante él, sabemos que Dios es amor; que es misericordioso, justo, santo, paciente, compasivo, sabio, perfecto. “Porque todo lo que Dios es, se encuentra plenamente en la persona de Cristo” (Colosenses 2:9, V.P.).

Jesucristo, con su ejemplo y sus palabras, nos enseñó la voluntad del Padre. Su vida y su conducta son la enseñanza viviente que Dios nos dio para que todos seamos como él. Como hombre fue tentado en todo, igual que nosotros, pero jamás pecó (véase 1a Pedro 2:21—23). Siempre hizo lo que agradaba al Padre, y le fue obediente aun hasta la muerte. Jesucristo es el modelo que Dios nos presenta para que todos vivamos como él vivió: en santidad, amor, humildad y servicio.

Los que le siguieron fueron llamados sus discípulos. A ellos les enseñó más detenidamente su doctrina. Lo que les enseñó es PALABRA UNIVERSAL Y ETERNA de Dios. Es universal porque es para todos los hombres del mundo, y es eterna porque lo que él enseñó es permanente, inmutable a través de todos los siglos. El dijo, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lucas 21:33).

Los hombres no tenemos porqué vivir desorientados o confundi­dos, pues Jesucristo nos enseñó la voluntad del Padre con total claridad. Sus enseñanzas están registradas para nosotros en los escritos apostólicos que están en la Biblia.

 

 

 

4.    JESUCRISTO VINO PARA SALVARNOS Y HACERNOS HIJOS DE DIOS

 

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su HU0 al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

Juan 3:16, 17

 

Jesucristo vino al mundo enviado por el amor del Padre, para establecer el gobierno de Dios entre los hombres y salvarnos del pecado, de sus consecuencias y de la condenación eterna.

 

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechas hijos de Dios.

Juan 1:12

 

Jesucristo vino para restaurarnos a la condición de hijos de Dios, mediante el nuevo nacimiento.

 

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

Juan 10:10

El ladrón que nos ha destruido es Satanás. Jesucristo vino para librarnos de Satanás, de sus obras destructoras y de sus mentiras, y darnos vida: vida nueva, vida en abundancia, vida eterna.

 

Jesucristo vino al mundo para reconciliarnos con Dios y con nuestros semejantes. Vino para hacernos hombres nuevos y hacer­nos el pueblo de Dios.

 

 

5.    JESUCRISTO MURIÓ POR NUESTROS PECADOS

 

He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

 

Juan 1:29

 

Mas él (Jesús 1 herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llagas fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos desca­rriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.

Isaías 53:5, 6

 

Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Romanos 5:8

 

Jesús cargó en su cuerpo todos nuestros pecados y rebeliones, y sufrió nuestro castigo en la cruz. El murió en nuestro lugar, y al hacerlo pagó nuestra deuda ante la justicia de Dios.

 

Anteriormente, cuando un israelita pecaba, debía llevar un corde­ro al sacerdote para que fuese sacrificado en lugar del pecador. Jesucristo es el Cordero de Dios que fue sacrfficado por el pecado de todos los hombres; él derramó su sangre y murió para darnos el perdón de nuestros pecados y reconciliarnos con Dios.

 

 

 

 

 

6. ¡JESUCRISTO RESUCITÓ Y ES EL SEÑOR!

 

que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.

1Corintios 15:3

 

A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.

Hechos 2:32

a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho SEÑOR y CRISTO.

Hechos 2:36, énfasis añadido

 

y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que

Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Filipenses 2:8—11

Jesucristo, siendo Dios se hizo hombre y murió por nuestros pecados, al tercer día resucitó de entre los muertos, habiendo vencido al pecado, a la enfermedad, a la muerte y al mismo Satanás. Después de haberse presentado vivo a sus discípulos con muchas pruebas indubitables durante cuarenta días (Hechos 1:3), ascendió a los cielos.

 

Por su humillación y obediencia hasta la muerte, el Padre levantó a Jesucristo de la muerte y lo elevó hasta lo sumo, sentándolo a su derecha en el trono del universo, y lo proclamó SEÑOR, dándole así el más alto honor y el máximo título jerárquico que ser alguno puede recibir: para que todos doblen sus rodillas ante él, y todos reconoz­can que Jesucristo es el Señor, para honra de Dios Padre. Luego, Jesucristo vendrá otra vez a este mundo para juzgar a todos los hombres (véase Hechos 1:9—11; Romanos 2:16).

 

 

7.    ¿CUÁL DEBE SER NUESTRA RESPUESTA ANTE JESUCRISTO?

 

Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Romanos 10:9, 10

Debemos creer en Jesucristo con todo el corazón. Creer que él es Dios, y que. se hizo hombre. Creer que murió por nuestros pecados y que resucitó de entre los muertos. Creer que él vive y que está sentado a la derecha del Padre.

Tenemos que doblar nuestras rodillas ante él y reconocerlo como Señor. Doblar las rodillas ante él significa dejar de lado nuestro orgullo, nuestra rebeldía, nuestra independencia, y tomar una postura humilde ante él, sometiéndonos totalmente a su volun­tad. Confesar con la boca que Jesús es el Señor significa aceptar definitivamente la autoridad y el gobierno de Jesucristo sobre nues­tras vidas. Es aceptar a Cristo como nuestro Jefe, nuestro Amo, y la Máxima Autoridad sobre nosotros. Nuestra confesión de fe. Ahora dobla tus rodillas ante Jesucristo y creyendo en tu corazón, proclama con tu boca tu fe, en estos términos:

 

CREO que Jesucristo es el Hijo de Dios, que siendo Dios se hizo hombre.

 

CREO en su palabra, y en todas sus enseñanzas.

 

CREO que él murió por mis pecados y sufrió el castigo que yo merecía.

 

CREO que resucitó de los muertos con poder, ascendió al cielo. y fue exaltado a la derecha del Padre.

 

CREO con todo mi corazón, y proclamo con mi boca que JESU­CRISTO ES EL SEÑOR. Doblo mis rodillas ante él, me sujeto a su gobierno y lo proclamo como Señor de mi vida, comprome­tiéndome a ser su discípulo para siempre.

 

 

 

 

 

Para pensar y conversar:

 

1.   ¿Dónde estuvo Jesucristo antes de nacer de la virgen María en Belén? ¿Por qué se hizo hombre?

 

2.   ¿Por qué murió Jesucristo por nosotros?

 

3.   ¿Qué significa para nosotros la resurrección de Jesucristo de entre los muertos?

 

4.   ¿Qué quiere decir “confesar con la boca que Jesús es el Señor,” según Romanos 10.9? ¿Qué significa “creer en el corazón que Dios levantó a Jesús de los muertos’?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA PUERTA

Lección 3:

 

 

El arrepentimiento

 

El arrepentimiento es un cambio de actitud. La actitud natural de todo hombre hacia Dios es la rebeldía. Arrepentirse significa deponer esa actitud y someterse al gobierno de Dios para vivir, de allí en más, de acuerdo con su voluntad.

 

 

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepen­tíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.

Mateo 4:17

Si no os arrepentís, todos pereceréis.

Lucas 13:3

 

Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignoran­cia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que s~ arrepientan.

Hechos 17:30

 

C

uando Jesús comenzó su ministerio público, su primer mensaje a los hombres fue: “Arrepentíos.’ También fue el primer mandato dado por Pedro al concluir su predicación en el día de Pentecostés (Hechos 2:38). En Atenas, Pablo, predicando a los griegos, les dijo que Dios manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan.

 

¿Qué es el arrepentimiento? ¿Cuál es su verdadero significado? ¿De qué debemos arrepentimos? ¿Cómo debemos arrepentimos? Éstas y otras preguntas trataremos de esclarecer en esta lección para que todos experimentemos un verdadero arrepentimiento ante Dios.

 

 

 

1.     ¿QUÉ ES EL ARREPENTIMIENTO?

 

No debemos confundir arrepentimiento con remordimiento. Re­mordimiento es sentirse mal por haber hecho algo malo. El arrepen­timiento es mucho más que eso.

Arrepentimiento no es meramente sentir pesar por haber ofendido a Dios. La contrición sin conversión nos lleva a seguir cometiendo los mismos pecados vez tras vez. Tampoco es sólo cuestión de arrepentimos de algunos pecados groseros que pesan sobre nuestra conciencia.

Metanoia (palabra griega que aparece en la versión original del Nuevo Testamento), traducida por arrepentimiento, significa cam­bio de actitud y de mentalidad. La actitud que debemos abandonar es la rebeldía.

 

 

 

 

2.     LA REBELDÍA

 

La actitud natural de todo hombre hacia Dios es la rebeldía. Decimos natural, pues la hemos heredado de nuestros primeros padres, Adán y Eva.

¿Qué es la rebeldía? Es el desconocimiento de una autoridad establecida legítimamente. Dios es la autoridad suprema. Adán y Eva se rebelaron en Edén e hicieron su propia voluntad (Génesis 2:15—17; 3:1—6). Rebeldía es vivir como uno quiere, hacer lo que se le da la gana.

 

Todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Efesios 2:3

La carne es nuestra naturaleza humana pecaminosa. Todos por naturaleza somos rebeldes

queremos que nadie nos mande y nos diga lo que debemos hacer. Esa actitud de rebeldía e

indepen­dencia es nuestro mayor pecado y cl que genera todos los otros pecados que

¿Por qué la gente engaña, trata mal a su prójimo, roba, insulta, no perdona, adultera, etc.? Porque hace su propia voluntad y no la voluntad de Dios: eso es rebeldía. La rebeldía es la raíz y la causa de los actos pecaminosos que cometemos.
Comparando nuestra vida con un árbol, si sólo nos arrepintiéra­mos de algunos actos malos sería como cortar algunas ramas del árbol, mientras que el tronco (la rebeldía) seguiría en pie; por lo tanto, las ramas brotarían nuevamente. Cambiar de actitud es cortar el árbol, deponer la rebeldía y la soberbia delante de Dios y some­ternos enteramente a su voluntad.

 

 

3.    LA NUEVA ACTITUD HACIA DIOS: LA SUMISIÓN

 

Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.

Mateo 11:29

Estas son palabras dichas por Jesús. Llevar su yugo significa sujetarnos a él para vivir obedientes y sumisos a él en todo. El cambio consiste en que, mientras antes vivíamos como queríamos, ahora nos comprometemos a vivir como Cristo quiere. Adoptamos una nueva actitud, recibimos un nuevo corazón manso y humilde, y lo único que queremos hacer es la voluntad de Dios. Ante el gobierno de Dios sólo existen dos posturas posibles: rebelión o sujeción. Vivo como yo quiero, o vivo como él quiere. Haberse arrepentido significa haber pasado de la primera a la segunda posición.

 

 

4.    OTROS ASPECTOS DEL ARREPENTIMIENTO

 

1)   Renunciar a Satanás y al reino de las tinieblas y entregarse a Jesucristo y a su gobierno.

 

[Dios 1… el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado hijo.

Colosenses 1:13

En este mundo, según el orden espiritual, hay sólo dos reinos. Desde la caída de Adán, todos nacemos en el reino de las tinieblas, cuyo príncipe es Satanás. Él con sus demonios engaña, domina y opera en todos los hombres para arruinarlos y destruirlos. Al arrepentimos, renunciamos a Satanás, renunciamos a seguir pecando, a vivir como queremos y,. rechazando las mentiras y engaños del maligno, nos entregamos a Jesucristo para que él gobierne nuestras vidas.

 

2)   Negarse a uno mismo y poner a Cristo en el centro de la vida.

 

Llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
                                                                    Marcos 8:34, 35

 

Por la naturaleza egoísta de nuestro corazón, todos hemos desa­rrollado un estilo de vida egocéntrica. Es decir, yo soy el centro de mi pequeño mundo. Todo lo que hago es para mí: vivir, estudiar, trabajar, ganar dinero, tener familia, descansar, etc. Todos mis

esfuerzos están orientados hacia mí mismo.

 

 

 

 

 

El hombre “religioso”* que no se ha negado a sí mismo está en condiciones similares, con la única diferencia que tiene también a Dios “a su servicio.” El “religioso” concibe a Dios como el que lo guarda, lo ayuda. lo bendice, lo sana, etc., mientras sigue siendo él mismo el centro de su vida. No vive para Dios, sino para sí mismo.

Negarme a mí mismo significa renunciar a ser yo el centro de mi vida; es decir NO al egoísmo demi corazón, y NO al vivir para mí mismo. Ya no seré el centro de mi vida, sino Cristo. Ya no viviré para mí mismo, sino para él y por él. Yo estaré a su servicio. Cristo dijo:

“El que pierde su vida por causa de mí y del evangelio la salvará.” Si trabajo, será para él. Si tengo una familia, si estudio, si descanso, si gano dinero, etc., todo lo haré para Cristq4esús.

 

3)   Poner a Cristo en primer lugar.

 

El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mi, no es digno de m~.

Mateo 10:37

Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

Lucas 14:26

 

Comúnmente, yo y los míos ocupamos el primer lugar. Jesucristo exige un cambio total. El es Dios y como tal debe ocupar el primer lugar en nuestra vida y afecto. Antes que nada debemos amor, lealtad y servicio a él. Él ha de ser la persona más importante de nuestra vida y a quien amemos más que a nuestros seres queridos y más que a nosotros mismos.

 

4)   Renunciar a todo lo que poseemos.

 

Cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Lucas 14:33

El hombre en general, por su ignorancia y egoísmo, se considera dueño de lo que posee. En realidad, el legítimo dueño de todo lo que poseemos es Dios. Todas nuestras pertenencias, incluyendo bienes materiales, familia, tiempo, capacidades, casa, dinero, futuro, etc., todo es de Dios.

El cambio de actitud consiste en que, antes consideraba que todo lo que poseía era mío y para los míos, mas ahora renuncio a todo lo que tengo y se lo entrego a Cristo. Todo queda a su entera disposición para lo que él mande. El discípulo es un simple mayordomo de los bienes que posee.

 

*Con este término nos referimos a aquel que practica exteriormen­te una religión sin una experiencia de conversión y comunión con Dios.

 

 

5.    ¿CÓMO DEBEMOS ARREPENTIRNOS?

 

1)   Humillándonos delante de Dios y entregándonos a él para que nos cambie.

 

Humillaos delante del Señor.

Santiago 4:10

Debemos humillarnos delante de Dios de todo corazón, desechan­do nuestra soberbia, rebeldía, egoísmo, nuestra conducta equivoca­da, nuestros pecados, y todo aquello que en nuestra vida haya sido una ofensa ante Dios.

 

2)   Confesando nuestros pecados y abandonándolos.

 

El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia.

Proverbios 28:13

Y muchos de los que habían creído venían, confesando y dando cuenta de sus hechos.

Hechos 19:18

Al arrepentirmos debemos confesar con la boca nuestros pecados. Seguramente no recordaremos todos los pecados que hayamos cometido, aunque sí su índole. Al confesar mencionaremos la clase de pecados cometidos y aquellos que recordamos, por haber sido una carga en nuestra conciencia. El Espíritu Santo nos iluminará. La confesión debe ser sincera y sin ocultar nada intencionalmente.

Debe ser hecho con arrepentimiento. es decir, con la determinación de abandonar el pecado.

Restitución: La confesión debe ser hecha con restitución cuando ésta fuera necesaria y posible (Lucas 19:8; Romanos 13:7,8; Levítico 6:2—5). Debemos devolver lo robado, pagar lo retenido, reparar el daño causado, pedir perdón al ofendido, decir la verdad al que engañamos y asumir la responsabilidad de las consecuencias de nuestros pecados.

 

3)  Perdonando al que nos ha ofendido.

 

Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará

     también a vosotros vuestro Padre celestial.                   
Mateo 6:14

 

Debemos perdonar de todo corazón a todo aquel que nos haya faltado y ofendido. Sólo lo podremos hacer por medio de Jesucristo, librándonos así de todo rencor, amargura y resentimiento.

 

4)  Renunciando a toda clase de ocultismo y a todo espíritu demoníaco.

 

Asimismo muchos de los que habían practicado la magia trajeron los libros y los quemaron delante de todos.

Hechos 19:19

SI en el pasado hemos tenido algo que ver o practicado algún tipo de ocultismo brujería, espiritismo, macumba, umbanda, curande­rismo, satanismo, “meditación trascendental,” o cosas parecidas y si tenemos objetos “trabajados,” libros, ropas, fotos, fetiches, etc., vinculados con esas prácticas, en el nombre de Jesús debemos renunciar a todo ello, quemarlo, romper todo pacto, confesarlo como pecado, renunciar a todo espíritu inmundo y ser liberado en el nombre de Jesús.

 

5)  Sometiéndonos totalmente a Cristo, reconociéndolo como nuestro Señor.

 

(Ya hemos aclarado este aspecto bajo el tema anterior: JESUCRISTO ES EL SEÑOR.)

 

6)  Creyendo de todo coraz6n que el Señor, por su poder, va a cambiar nuestras vidas.

 

Creamos las siguientes promesas del Señor:

 

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.

Ezequiel 36:26

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdo­nar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

1Juan 1:9

 

Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí. todas son hechas nuevas.

2~ Corintios 5:17

 

7)  Disponiéndonos a ser bautizados.

 

El modo concreto de expresar nuestra decisión de seguir a Jesu­cristo y ser sus discípulos es el bautismo. Aquel que cree y reconoce a Jesucristo como su Señor y se arrepiente de su vida anterior, se bautiza para sepultar en la muerte de Jesús su antigua vida y comenzar en Cristo una nueva vida.

 

 

Para pensar y conversar:

 

1.  Qué significa arrepentimiento? ¿Por qué es muy importante que nuestra actitud ante Dios se caracterice por el arrepentimiento?

 

2.  ¿Cómo se define la rebelión natural del hombre? ¿De qué manera se manifiesta esta rebelión?

 

3. ¿Por qué la falta de arrepentimiento Implica que uno perma­nece bajo el dominio de Satanás?

 

4. ¿Qué efecto produce en la vida el negarse a sí mismo para someterse a Cristo?

 

5. En el sentido práctico, ¿cómo se manifiesta el arrepentimiento?

 

 

 

LA

PUERTA

Lección 4:

 

El bautismo

El bautismo es el acto por el cual mediante la fe nos unimos a Cristo para sepultar en su muerte nuestra vieja vida y comenzar por el poder de su resurrección una nueva vida.

Después de su muerte y resurrección y antes de ascender a los cielos, IJ Jesucristo dio una orden universal a sus discípulos, diciendo:

 

                     Id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del  

                    Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

 

Mateo 28:19

                    Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y

                   fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

Marcos 16:15, 16

Los apóstoles, desde el día de Pentecostés, comenzaron a predicar el evangelio y enseñar a los que creían a bautizarse como acto y señal de conversión:

 

                  Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de 

                  Jesucristo para perdón de los pecados.

Hechos 2;38

Pero cuando creyeron a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres.

Hechos 8:12

 

          Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y

          lava tus pecados, invocando su nombre.

Hechos 22:16

 

 

1.    ¿QUÉ ES EL BAUTISMO?

 

La palabra bautizar quiere decir sumergir; por eso, en el Nuevo Testamento los que se convertían eran bautizados en agua por inmersión (véase Hechos 8:36—38). El bautismo es el acto por el cual mediante la fe nos unimos a Cristo para sepultar en su muerte nuestra vieja vida, y comenzar por su poder una vida nueva (véase Colosenses 2:12).

El agua tiene un doble simbolismo: destrucción (muerte) y salva­ción (vida). Así como los pecadores del tiempo de Noé fueron destruidos por el agua del diluvio, y por la misma agua Noé y sus familiares fueron salvos en el arca, del mismo modo nuestro viejo hombre egoísta. soberbio, es sumergido en el bautismo para morir en la muerte de Cristo. Luego, renacemos por la resurrección de Cristo a una vida nueva (véase 1Pedro 3:20, 21).

 

 

2.    LOS REQUISITOS PARA SER BAUTIZADOS

 

Según los pasajes ya considerados (Marcos 16:16; Hechos 2:38; 22:16) mediante la fe, el arrepentimiento y el bautismo, recibimos el perdón de los pecados y la salvación, en virtud del sacrificio de Cristo y su resurrección. Para que el bautismo tenga significado y valor, es requisito Indispensable que el que se bautiza tenga fe en Jesucristo y se arrepienta. Veamos:

 

1)  La fe antecede al bautismo.

Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó.

Hechos 8:36—38

 

Con relación a la fe, habría que responder a las siguientes preguntas:

¿Crees que Jesucristo es el Hijo de Dios?

¿Crees que él murió por tus pecados?

¿Crees que Dios lo resucitó de entre los muertos? ¿Confiesas y reconoces a Jesucristo como Señor?

 

2)  El arrepentimiento antecede al bautismo (véase Hechos 2:38).

Deberíamos responder a las siguientes preguntas:

¿Has cambiado de actitud?

¿Estás dispuesto a sujetarte y a obedecer a Cristo en todo? ¿Renuncias a Satanás y los pecados, y aceptas el gobierno de Dios en tu vida?

¿Has puesto a Dios antes que tu padre, madre, esposa, hijos, hermanos y aun antes que tu propia vida? ¿Reconoces a Cristo como dueño de tu vida y de todos tus bienes?

¿Estás dispuesto a seguir a Jesús y ser un verdadero discípulo hasta el fin?

 

Si tu respuesta a todas las preguntas es Sí, total y sinceramente, te puedes bautizar.

El que cree y se arrepiente se bautiza. Por otra parte, si alguien se bautiza sin haber creído

y sin haberse arrepentido, ¿le sirve de algo ese bautismo?

 

 

 

3.    SIGNIFICADO ESPIRITUAL DEL BAUTISMO

 

En el bautismo están presentes dos elementos: el externo que es el agua, y la gracia invisible que es Cristo. Según Romanos 6:3, no somos bautizados meramente en agua, sino en Cristo. No se percibe la gracia del bautismo por el solo hecho de bautizarse, sino mediante una viva fe en Jesucristo, quien al bautizarnos opera en nosotros por su palabra y su Espíritu.

 

Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteís también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.

Colosenses 2:12

 

 

 

 

 

 

1)  El bautismo es participación en la muerte y resurrección de Cristo.

 

Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?

Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.

Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto vive, para Dios vive.

 

Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Romanos 6:2—11

 

Observemos:

  1.   2: “Hemos muerto al pecado.”
  2.   3: “Hemos sido bautizados en su muerte.”

v. 4: “Somos sepultados juntamente con él para muerte por el

bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos. por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”

El bautismo en Cristo es unirse a su muerte para morir a la vida antigua, al pecado, a la concupiscencia. Es el fin de la vida vieja y el comienzo de la vida nueva. Es muerte y resurrección. Al bautizarnos. pasamos a estar “en Cristo.”

 

De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

2Corintios 5:17

 

2)  Al bautizarnos somos incorporados en Cristo.

 

Por el bautismo nos unimos a Cristo.

El que se une al Señor, un espíritu es con él.

 1Corintios 6:17

El cristiano con el bautismo se reviste de Cristo.

Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de

Cristo estáis revestidos.

Gálatas 3:27

 

En adelante le pertenece; está consagrado a él.

 

Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así, pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.

Romanos 14:7. 8

 

3)  Al bautizarnos somos incorporados a la iglesia que es el cuerpo de Cristo.

 

Nos unimos al pueblo de Dios. Somos hechos miembros de la iglesia.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

Hechos 2:4 1. 42

Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

1Corintios 12:13

 

 

4.    MODO DE REALIZAR EL BAUTISMO

 

 

1)   Preparaci6n previa:

      Oración, arrepentimiento, confesión de pecados, echar fuera de­monios (si fuera necesario), enseñanza sobre el bautismo.

 

2)    En el momento del bautismo:

 

Confesión de fe (Romanos 10:9; Hechos 8:36—38). Invocación (Romanos 10:13; Hechos 22:16).

Proclama e inmersión. El bautizador proclama: “Conforme a tu confesión de fe, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.” Luego, sumerge todo el cuerpo de la persona en el agua y lo levanta.

 

3)    Acción de gracias por el perd6n de los pecados, por la vida nueva, por ser hechos hijos de Dios.

 

 

5.    LO QUE DEBE SEGUIR AL BAUTISMO

 

1)  El bautismo en el Espíritu Santo (Hechos 2:38,39; 19:5, 6).

2)  El discípulado (Mateo 28:19, 20). Esto Incluye enseñanza, adoctrinamiento, comunión con los hermanos, etc.

 

 

Para pensar y conversar:

 

1.   ¿Qué papel juega la fe en el bautismo? ¿En qué se fundamenta la fe para el bautismo?

2.   ¿Qué lugar tiene el arrepentimiento en relación al bautismo?

3.   ¿Cómo puede ser el acto del bautismo una verdadera experien­cia espiritual? ¿Qué es lo que sucede espiritualmente?

4.   ¿En qué sentido marca el bautismo el fin de nuestra rebelión e independencia? ¿Qué cambio produce el bautismo en la relación entre el que se bautiza y los demás cristianos?

 

 

 

 

 

 

 

LA PUERTA

Lección 5:

 

 

El bautismo en

el Espíritu Santo

 

Élbautismo en el Espíritu Santo es una promesa y un don de Dios para sus hijos. Cristo es quien bautiza, y al hacerlo nos da poder para testificar, para obedecer todos sus mandamientos, y para ser transformados a su imagen. Se recibe “bebiendo” con fe.

 

 

Al arrepentimos de corazón y bautizarnos, por la fe en el poder de Dios hemos muerto y resucitado con Cristo. El apóstol Pablo define esta experiencia así:

sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos!.. .1 os dio vida Juntamente con él, perdonándoos todos los pecados.

Colosenses 2:12, 13

Esta nueva vida en Cristo es realmente maravillosa. El que ha puesto su confianza en Cristo Jesús como su Señor y Salvador, uniéndose a él por fe mediante el bautismo, puede decir confiadamente:

—Cristo es mi Señor. Pertenezco a él; él gobierna mi vida (Ro­manos 10:9, 10:12:1, 2).

—Él ha perdonado todos mis pecados (Colosenses 1:13, 14; 2:13).

—Me ha dado una nueva vida (2~ Corintios 5:17).

—Me adoptó en su familia como hijo de Dios (Juan 1:12, 13; Efesios 1:5).

Desde semejante posición las perspectivas son hermosas, ¿no es cierto? Pero, ¡eso no es

todo! Ahora vamos a ver el próximo paso:

ser llenos del Espíritu Santo.

 

 

1.    JESÚS PROMETIÓ ENVIAR EL ESPÍRITU SANTO A SUS DISCÍPULOS

 

Antes de ascender al cielo en victoria después de su muerte y resurrección, Jesús dijo a sus discípulos:

 

He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis Investidos de poder desde lo alto.

Lucas 24:49

 

Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espí­ritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.

Hechos 1:8

Juan el Bautista había anticipado este gran acontecimiento cuan­do anunció la relación entre su predicación de arrepentimiento y el ministerio de Jesús:

Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

Mateo 3:11

La Biblia relata la manera en que ciento veinte discípulos cristia­nos fueron bautizados en

el Espíritu Santo diez días después que Jesús había ascendido al cielo:

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes Juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.

Hechos 2:1—4

 

 

2.    ¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?

 

El Espíritu Santo, llamado la tercera persona de la Divina Trini­dad, es el que realiza el propósito de Dios en el mundo. Cristo mismo enseñó a sus discípulos la necesidad de una relación íntima y vital con él. Es el Espíritu quien convence de pecado, revela a Cristo al corazón sincero, respalda la predicación del evangelio, efectúa la salvación en el que cree, y capacita a los discípulos cristianos para extender el reino de Dios entre los hombres.

Con la muerte, la resurrección y la exaltación de Cristo en su trono celestial, se inició una nueva era: LA ERA DEL ESPÍRITU SANTO. Cristo había dicho a sus discípulos que después de ascender al cielo, él enviaría sobre ellos el Espíritu Santo quien los llenaría de poder y denuedo, para predicar el evangelio en todo el mundo y hacer discípu­los a todas las naciones. Cumplió esta promesa en el día de Pentecostés.

Cuando los discípulos recibieron el Espíritu, bajo su inspiración comenzaron a alabar a Dios en lenguas desconocidas. Cuando oyeron esto los judíos reunidos en la calle, y entendieron lo que dijeron en sus propios idiomas, quedaron atónitos y confundidos, queriendo saber de qué se trataba. El apóstol Pedro, junto a sus colegas, respondió a su pregunta predicándoles el evangelio bajo la unción del Espíritu Santo. El resultado fue asombroso: ¡tres mil personas se convirtieron a Cristo y pasaron de la muerte a la vida a través de las aguas del bautismo!

Al final de su prédica Pedro les dijo que, después del arrepenti­miento y el bautismo, recibirían el don del Espíritu Santo. De allí en más la predicación del evangelio fue acompañada por la manifesta­ción del poder de Dios y la salvación de multitudes.

Pedro les dijo: Arrepentíos. y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Hechos 2:38

 

 

3.     EL BAUTISMO DEL ESPÍRITU SEGÚN

LAS ESCRITURAS

 

Es evidente que el bautismo del Espíritu Santo tiene una sólida base bíblica. Hasta aqui

hemos visto que:

—Fue predicho por Juan el Bautista que Jesús bautizaría en el Espíritu Santo (Mateo

3:11).

—Cristo Instruyó a sus discípulos que les enviaría el Espíritu (Lucas 24:49; Hechos 1:5,

8).

—En el día de Pentecostés los apóstoles y más de cien otros dis­cípulos fueron bautizados

en el Espíritu Santo (Hechos 2:1—4).

Además, el libro de los Hechos muestra que la misma experiencia era para todos los cristianos:

—Los apóstoles anunciaron que esta promesa era para todos los que Dios llamara a la

salvación:

y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Hechos 2:38, 39

 

—Los que se convertían y se bautizaban eran guiados por los apóstoles a esta experiencia:

 

 

Samaria:

Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron por ellos para que recibiesen el Espíritu Santo!.. .1 entonces les impo­nían las manos, y recibían el Espíritu Santo.

Hechos 8:14—17

 

 

Saulo de Tarso:

Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.

Hechos 9:17

 

 

Cornelio y su familia:

Mientras ‘aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?

Hechos 10:44—47

 

Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acor­dé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espí­ritu Santo. Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?

Hechos 11:15—17

 

 

En Éfeso:

Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo!… 1 vino a Éfeso, y hallando a ciertos discípulos, les dijo:

¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo. Enton­ces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan. Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.

 

Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profe­tizaban. Eran por todos unos doce hombres.

Hechos 19:1—7

 

 

4.    ¿QUÉ ES EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO?

 

Hay distintos términos que Cristo y los apóstoles usaron para referirse a esta experiencia:

—el bautismo en el Espíritu Santo (Mateo 3:11)

—el bautismo con el Espíritu Santo (Hechos 1:5)

—el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38)

—la promesa del Padre (Lucas 24:49)

—ser llenos del Espíritu Santo (Hechos 2:4; Efesios 5:18)

—recibir el Espíritu Santo (Hechos 10:47)

—se derramó el don del Espíritu Santo (Hechos 10:45) Observemos algunas verdades

bíblicas acerca de esta experiencia:

—Es una promesa y un mandato (Hechos 1:4, 5).

—Es un don, un obsequio (Hechos 2:38). No es un premio que se otorga en virtud del que

recibe, sino un regalo que se da en virtud del dador.

—Es una experiencia definida, personal, consciente y transfor­madora.

—Es para todos los hijos de Dios (Lucas 11:9—13; Hechos 2:39; Gálatas 4:6).

—Cristo es el que bautiza; el medio es el Espíritu Santo, y el candidato es el discípulo

(Mateo 3:11). Cristo que está en noso­tros nos quiere bautizar en el Espíritu Santo,

sumergirnos, lle­narnos, inundarnos, desbordar, hacer fluir los ríos de agua viva, desatar

su poder en nosotros.

 

 

5.   ¿QUÉ DEL HABLAR EN LENGUAS?

 

En varios de los pasajes bíblicos citados arriba hemos visto que los discípulos hablaron en lenguas cuando fueron llenos del Espíritu Santo. ¿Qué enseña la Biblia al respecto?

—Es una consecuencia y evidencia del bautismo en el Espíritu Santo.

—Es el “agua” que desborda por la boca (véase Juan 7:37—39, donde Jesús habla de los

ríos de agua viva que correrán de nuestro interior).

—Es la alabanza inefable. No hay lenguaje capaz de expresar adecuadamente las

maravillas de Dios (Hechos 2:11; 10:46).

—El apóstol Pablo enseña más sobre el hablar en lenguas en 1a Corintios 14: Es hablar a

Dios en un lenguaje incomprensi­ble para los hombres (v.2).

—Es orar con el espíritu a Dios (v. 14, 15).

—El entendimiento queda sin fruto, mientras que el espíritu se edifica (v. 4, 14).

—Pablo recomienda que todos hablen en lenguas (v. 5).

—Ordena callar en la iglesia cuando no hay interpretación, y hablar para sí mismo y para

Dios (v.28).

—Se goza en que él habla en lenguas más que todos los discípulos en Corinto (v.18).

 

 

 

 

6.    ¡TÚ TAMBIÉN LO PUEDES RECIBIR!

 

Ahora tú también debes recibir el Espíritu Santo. ¿Para qué lo necesitas? Revisemos algunas de las razones:

—para que Dios pueda obrar libremente en tu vida.

—para que te inspire en tu fe y obediencia al Señor.

—para que conozcas más y más a Jesucristo.

—para darte ánimo y denuedo para dar testimonio de él.

—para acompañarte, auxiliarte y darte consuelo en los momen­tos difíciles.

—para enseñarte a orar según la voluntad de Dios.

—para conformarte a la imagen de Cristo en todas las áreas de

tu vida.

 

La plenitud del Espíritu Santo es la provisión gratuita de Dios para todos los cristianos. Ya que es un don divino, no puede ser ni complicado ni difícil. Recíbelo con fe y sencillez, confiado en la bondad y generosidad de Dios. Ten presente las siguientes pautas al disponer tu corazón ante el Señor:

 

1)  El Espíritu Santo ya está en el pueblo de Dios, aquí en la tierra. Por lo tanto, otro discípulo cristiano puede acompañarte y orar por ti, a fin de que recibas este don de Dios.

 

2)  Si has recibido a Cristo, con el perdón de tus pecados, ya estás en condición de recibir al Espíritu. La fe y el arrepentimiento te han preparado para este paso. No hace falta reunir otras condiciones.

 

3)  Pide al Padre con fe que te llene del Espíritu. A Dios le agrada contestar esta oración (Lucas 11:13).

 

4)  Ahora, abre todo tu ser a Dios, para amarle, para ser lleno de él, para recibir su inspiración, para que el Espíritu obre con libertad en tu vida. Alégrate en su presencia; gózate en su amor. Comienza a “beber” del Espíritu en tu fuero interior (Juan 7:37—39).

 

5)   Luego, deja fluir los ríos de Dios de tu interior. Con una actitud de fe y expectativa, ríndete ante la operación del Espíritu de Dios. No siempre obra de igual manera, sino que reparte dones y gracias según su soberana voluntad. A medida que tienes con­ciencia de esta operación interior, exprésala con fe, sea en otras lenguas, en un hablar inspirado, con un don de fe o con una revelación de la gracia de Dios. No lo compliques, sino que en sencillez manifiesta lo que Dios te ha dado. Así funcionan los dones espirituales.

 

6)  Posteriormente, sigue viviendo en dependencia del Espíritu Santo. Élte Inspirará, te corregirá y te orientará, a fin de que tu vida se asemeje cada vez más a la de Cristo.

 

 

Para pensar y conversar:

 

1.   ¿Por qué los cristianos debemos experimentar el bautismo en el Espíritu Santo?

2.   ¿Cuáles son las características de una vida llena del Espíritu?

3.   ¿Cuáles son los términos utilizados en la Biblia para referirse al obrar del Espíritu Santo, y qué significa cada uno de ellos?

4.   ¿Todos los cristianos pueden experimentar la plenitud del Espíritu Santo?

 

 

 

LA META

Lección 6:

 

 

El propósito eterno

de Dios

 

El propósito eterno de Dios es tener una gran familia de muchos hijos semejantes a Jesucristo. El hombre fue creado para conocer y servir a Dios como Padre, deleitándose en su amor, pero su rebelión le desvió. La muerte y resurrección de Jesús le provee el camino de redención y restauración al propósito divino original. Por lo tanto, el discípulo encuentra en Cristo tanto la salvación como el modelo para seguir en su conducta y dedicación, a fin de que su vida sea para la gloria de Dios. Él nos proveyó de todos los medios necesarios para lograr este propósito en virtud de nuestra unión con Cristo.

 

 

H

emos Indicado al principio de esta serle que las lecciones están divididas en tres rubros principales: LA PUERTA, LA META y EL CAMINO. Esto obedece al hecho de que la vida del cristiano es un CAMINO, y todo camino tiene una iniciación (la PUERTA) y un fin o destino (la META). Habiendo considerado la PUERTA en las lecciones anteriores, proseguiremos con el estudio de la META.

 

 

1.    LA META DEL DISCÍPULO CRISTIANO

 

Un discípulo de Cristo es aquel que, habiendo conocido a Jesucristo como Señor de su vida, se ha bautizado y ha recibido el don del Espíritu Santo, comenzando así una nueva vida, un nuevo camino. Al em­prender un camino es fundamental saber su destino o meta.

 

Prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús[. ..J Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Filipenses 3:12—14

De este pasaje testimonial del apóstol Pablo aprendemos tres cosas muy importantes:

1)  Hay una meta para el discípulo de Cristo. Dios tiene un propósito para nuestras vidas. Él nos creó, nos llamó y nos salvó con un propósito bien definido.

2)  Debemos conocer el propósito de Dios para nuestras vidas y hacer de él nuestra meta. Muchos cristianos viven desorientados durante años por no conocer con claridad el propósito divino; no tienen una meta, o creen equivocadamente que la meta de la vida cristiana es llegar al cielo.

3)  Debemos entregamos de todo corazón a alcanzar la meta. Pablo escribió: “Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta.” Llegar a la meta era la gran pasión de Pablo; también debe ser la nuestra. El tener una meta afecta e involucra todos los aspectos de la vida del discípulo: la familia, el trabajo, el estudio, el dinero y los bienes, el tiempo, las decisiones, etc. Todo se concierta hacia la gran intención de la vida, que es llegar a la meta.

 

 

 

2.    DIOS TIENE UN PROPÓSITO ETERNO PARA NOSOTROS

 

Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habién­donos predestinado para ser adoptados hijos suyos por me­dio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,

que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.

Efesios 1:4—12

Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Romanos 8:29

Estos textos nos enseñan las siguientes verdades:

1)  Dios es un ser personal; tiene afecto (Efesios 1:5), voluntad (v. 5,9, 11), intelecto (y. 11).

2)  Dios tuvo en mente un diseño previo. Así como un arquitecto, antes de edificar hace un proyecto con todos los detalles de lo que se propone construir, del mismo modo Dios, antes de la creación del universo, en su amor y soberana voluntad se propuso tener una familia de muchos hijos semejantes a su Hijo.

3)  Este es un proyecto nacido del amor de Dios en el ejercicio de su soberana voluntad (v.5: “en amor;” v.6: “según el puro afecto de su voluntad;” v.9: “según su beneplácito;” v. 11: “según el designio de su voluntad”). Dios en su infinito amor quiso crearnos con el propósito predeterminado de incluirnos en Cristo, y en él hacernos sus hijos y participantes plenos de todas sus riquezas eternas.

4)  Fuimos predestinados para ser hijos de Dios (v.5). Predes­tinar significa determinar un destino de antemano. Dios se propuso en sí mismo ser Padre de muchos hijos. Nosotros somos hijos deseados y escogidos, amados y predestinados por Dios.

5)  Fuimos predestinados para ser como Jesucristo. El propó­sito de Dios es que seamos “santos y sin mancha” (y. 4) como Jesucristo. En Romanos 8:29 vemos claramente que nos “predestinó para ser conformes a la Imagen de su Hijo.” Esta es la voluntad y el propósito de Dios para con cada uno de sus hijos: que seamos como Jesús en toda nuestra manera de ser, de pensar, de sentir y de vivir.

6)  Fuimos predestinados para formar una sola familia con todos los hijos de Dios, nuestros hermanos. Un aspecto fundamental del propósito eterno de Dios es la unidad de todos sus hijos: “el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo” (Efesios 1:9, 10); “para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29). Dios quiere tener una familia, quiere que sus hijos se amen entre sí, y que sean unidos para que él sea honrado.

7)  El fin supremo del hombre (y de todas las cosas) es la gloria de Dios: “habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria” (Efesios 1:11, 12). Nuestro objetivo supremo es la gloria de Dios. Fuimos creados para la alabanza de su gloria, para que, conociéndole como Padre, y sabien­do de la grandeza de su amor, nosotros también le amáramos y viviéramos para glorificarle. Dios es glorificado en la medida en que su eterno propósito se va realizando en nosotros.

En resumen: El propósito eterno de Dios es tener una familia de muchos hijos semejantes a Jesucristo.

 

 

3.    EL DESARROLLO DEL PROPÓSITO DE DIOS

 

Consideremos algunos de los elementos principales en el desarro­llo del propósito de Dios:

1)  El proyecto de Dios. Ya hemos visto que antes de la creación del mundo Dios tenía un proyecto, conforme al cual hizo todas las cosas.

2)  La creación. La intención de Dios en la creación fue la reali­zación de su propósito eterno. Dios creó al hombre y a la mujer a su Imagen y semejanza para que ellos, multiplicándose, conformaran la gran familia eterna de los hijos de Dios a semejanza de Cristo.

Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra Imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su Imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Génesis 1:26, 27

3)   El pecado. Es una desviación del propósito eterno (véase Génesis cap. 3). Satanás, queriendo frustrar el propósito de Dios, incitó al hombre a la rebelión. El hombre pecó, perdió la comunión con Dios, fue expulsado de su presencia, perdió su condición de hijo de Dios y la razón de su existencia. Como resultado, se deterioró en él la imagen del Creador.

4)   La redención. La redención no es el fin del propósito de Dios, sino el gran MEDIO provisto por su gracia, para que su propósito se cumpliese en nosotros. La muerte y resurrección de Cristo no tienen como objetivo meramente salvarnos del infierno, sino volver a ha­cernos hijos de Dios, restaurar en nosotros la Imagen de Dios, y lograr que sus hijos conformen una sola familia.

5)  El objetivo final de Dios. No es ser Creador, ni tampoco Salvador, sino Padre de una familia de muchos hijos semejantes a Jesús. Por lo tanto, concluimos que Dios nos creó, nos llamó y nos salvó con el mismo propósito o fin, que se puede definir en los siguientes términos:

Dios:   que sea Padre de una familia de muchos hijos.

Jesucristo:    que sea el primogénito entre muchos hermanos.

Nosotros:   que seamos hijos de Dios, hermanos de Jesucristo,

conformados a su semejanza y uno con todos nuestros hermanos.

 

 

 

4.    LOS GRANDES OBJETIVOS DE DIOS

 

En síntesis, podemos definir en los siguientes términos lo que Dios se ha propuesto lograr entre los seres humanos:

1)  Dios quiere ser Padre de muchos hijos Quiere que todos los hombres seansalvos y lleguen a ser sus hijos (1Timoteo 2:4). Cristo murió por todos los hombres (1~ Juan 2:2). Él ordenó predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15), y llama a todos al arrepentimiento. pues no quiere que nadie se pierda (Hechos 17:30; 2~ Pedro 3:9).

2) Dios quiere que sus hijos formen una sola familia (Efesios 2:19; 3:14, 15). Dios quiere que todos sus hijos sean uno. La Iglesia de Dios es una sola. Jesús rogó al Padre para que todos los que creyesen en él fuesen uno (Juan 17:20—23).

Al nacer de nuevo, nacemos de Dios y somos hechos hijos de Dios y miembros de la única Iglesia del Señor. Todo hijo de Dios es nuestro hermano. El mandamiento principal del Señor es que nos amemos unos a otros (Juan 13:34, 35).

Al principio, la Iglesia vivía en unidad. El Señor quiere restaurar esa unidad de su iglesia, pues su propósito es que todos sus hijos formemos una sola familia.

3) Dios quiere que sus hijos sean iguales a Jesús (Romanos

8:29; 2Corintios 3:18). La meta de nuestra vida es llegar a ser como Jesús. No basta con ser hijos de Dios; su voluntad y designio es que crezcamos hasta llegar a la estatura de Cristo. La meta de todo discípulo es llegar a ser como su maestro. Esto significa que:

Dios quiere que vivamos como Jesús vivió (j~ Juan 2:6; 1a Pedro 2:21). Debemos amar como Jesús, perdonar como él, servir, agradar al Padre, sufrir las injusticias, orar, obedecer, etc., como Jesús.

Dios quiere restaurar en nosotros su misma imagen.

—nuestra responsabilidad moral debemos actuar con do­minio propio, ajustando todos los aspectos de nuestra vida a la voluntad de Dios, en verdad, justicia y santidad. Como Dios, todos somos responsables por nuestros hechos, palabras y pensamientos (Colosenses 3:10; Efesios 4:24).

—En nuestra naturaleza espiritual debemos desarrollar la comunión con Dios, a fin de conocerlo, amarlo y com­prenderlo por medio de su revelación a nuestro espíritu (véase 1Corintios 2:10—16; 6:17; Romanos 8:16; Job 32:8; Proverbios 20:27).

—En el ejercicio de autoridad: así como Dios gobierna sus asuntos y su creación con sabiduría y responsabilidad, nosotros también debemos gobernar las distintas áreas de nuestra res­ponsabilidad con sabiduría, dedicación y diligencia (Génesis 1:26; Salmo 8:5, 6; Lucas 7:8; 9:1, 2).

Dios quiere formar en nosotros el carácter de Cristo. Quiere transformarnos por su Espíritu Santo, desarrollando en nosotros las virtudes de Cristo, hasta que seamos como él: santo, manso, justo, amable, firme, misericordioso, servicial, humilde, sufrido, fiel, sumiso, compasivo, etc.

Dios quiere que, al igual que Jesús, nos ocupemos en evange­lizar y edificar a los hombres, haciendo de esto la actividadprincipal de nuestra vida (Juan 20:21: Mateo 28:19, 20).

¿Cómo vive y actúa entre la gente aquel que tiene el Espíritu y la mente de Jesús? Vive y actúa como Jesús vivía y actuaba. Es decir:

—Ve a las personas que le rodean desorientadas y perdidas como ovejas sin pastor (Mateo 9:36).

—Tiene compasión de ellas y siente un vivo deseo de ayudarlas (Filipenses 2:5).

—Pone pasión y sacrificio para salvar a los perdidos y enseñar­les y cuidarlos (Colosenses 1:24). Participa así de los sufrimien­tos de Cristo.

—Al Igual que Jesús, hace el máximo sacrificio para que los que aún no son hijos de Dios lleguen a serlo.

Para que podamos ser y actuar como Jesús, Dios mandó al Espíritu de su Hijo a nuestros corazones.

 

 

CONCLUSIÓN

 

De acuerdo con el propósito eterno de Dios, podemos afirmar que el discípulo de Cristo tiene tres claros objetivos en su vida:                       

—ser como Jesús;

—ser uno con todos sus hermanos;

—trabajar para que los que no son hijos de Dios lleguen a serlo.

Que todo esto sea para la alabanza de su gloria.

 

Para pensar y con versar:

 

1.  ¿Cuál es el gran objetivo final de Dios?

2.  ¿Cómo podemos colaborar con Dios en el cumplimiento de su propósito? ¿Que significa el hecho de que fuimos predestinados para esto?

3.  ¿Qué importancia tiene la redención en el desarrollo del pro­pósito eterno de Dios?

4.  Ya que Dios está formando una gran familia, ¿qué actitud debemos tener hacia nuestros hermanos en Cristo?