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El Trabajo En Las Casas, Víctor Rodríguez

22/01/2018

El Trabajo En Las Casas, Víctor Rodríguez

Los judíos cristianos usaban el templo de Jerusalén, y debemos recordar que era ese templo, no era el lugar de reuniones de la iglesia, sino para el ritual judío. No se reunían adentro, sino en el atrio exterior o pórtico de Salomón, en el que cabían entre unas tres a cuatro mil personas; y esta era una concentración de incrédulos, por eso estaban allí. Y cuando Jesús muere, el templo deja de tener vigencia, porque luego de su muerte el tempo es la iglesia.

Entonces, el atrio exterior del templo judío no pertenecía a la iglesia, sino que en ese lugar los escribas mantenían sus escuelas y debates, y los comerciantes y cambistas tenían instaladas sus mesas. Allí mismo Jesús declaró: “la casa de mi padre”, porque no había muerto todavía, el velo aún no había sido rasgado, y el espíritu Santo no había venido. El “templo”, por lo tanto, era un lugar judío religioso.

Cuando la iglesia sale de Jerusalén y va por todo el mundo, en ella jamás se habla de construir templos, sino que la iglesia en el mundo gentil se reunía en las casas.

La casa favorece el desarrollo de una verdadera comunión, atención, y cuidado específico para cada uno, además del desarrollo y del servicio mutuo.

Las iglesias en las casas, tienen que ser grupos pequeños, pues mucha gente es difícil de supervisar.

Es necesario que todos entendamos qué es la obra en las casas.

La obra en la casa no solamente es el día de reunión, sino que se trata de una casa abierta para Dios; es un lugar de compañerismo, un lugar donde traer a la gente nueva. No una “mini-reunión” de domingo, es una reunión dinámica, de planificación, de oración, de trabajo.

Por ejemplo: cada miembro del grupo tiene una lista de personas por las cuales está intercediendo, y se les pregunta: “¿Cómo te está yendo con tu lista? ¿Estás orando? ¿Y fuiste a ver a alguien? ¿Y a quien fuiste a ver? ¿Y cómo está?”. Así, el hermano tiene la oportunidad de contar a los demás los avances y luego todos oran por el asunto.

Entonces entramos en una dinámica, más que en una reunión formal, de testimonio, de qué estás haciendo, de preguntas que van y que vienen, de inquietudes.

El líder hace la tarea de moderador, más que nada, porque el Espíritu comienza a moverse.

Puede que alguna vez haya una enseñanza, pero no siempre. Es central el solo hecho de juntarnos, el gusto de estar juntos, y que todos podamos estar expuestos a la gracia de otros hermanos, y no solo a la de nuestra coyuntura. No es bueno que los hermanos solo dependan de su discipulador. La obra en las casas permite que todos puedan escuchar a otros. Los discípulos no son “propiedad” de las coyunturas sino de Dios y todos deben estar expuestos al resto de los hermanos.

 

Los Núcleos

Además, es bueno que en los grupos por las casas haya núcleos, ya que siempre hay 4 o a 5 que son los más maduros, que llevan una mayor carga y velan por el resto. Y el día de mañana, en ese núcleo, se dividirá la casa, para formar otras casas. Cada casa debería tener un núcleo, como ocurre con las células naturales, las cuales se dividen por el núcleo. Éste se conforma de los hermanos más maduros ya sean mujeres, varones, jóvenes. Los juntamos aparte, en otro momento, para hablar acerca de cómo crecer, qué hacer con tal problema, qué hacer con aquel hermano. De esta manera están siendo entrenados, y el día de mañana, quizá el grupo se va a subdividir, se va a abrir otra casa.

Es bueno, también, que una casa se interrelacione con otras casas, y a veces

haya un encuentro que incluya algunos hermanos de cada grupo casero para que no sea un número muy grande. Por ejemplo, se podrían juntar los núcleos de dos o tres grupos, o los que conducen, en una de las casas, para intercambiar experiencias, compartir cargas, aprender unos de otros.

Dos o tres grupos podrían planificar juntos viajes a otras localidades para comenzar nuevas obras de extensión. Puede que un hermano tenga un contacto en tal o cual pueblo al cual van a visitar, y, de paso, llevar una guitarra para salir a la plaza y cantar, acercarse a la gente en la vía pública, observando qué puede ocurrir.

Volviendo a lo que veníamos diciendo, es bueno trabajar con niveles, como Jesús los hacía.  Él tenía las multitudes, los 70, los 12, los 3. Esto es bueno; no es discriminación, no es hacer acepción de personas, nadie se debería enojar. Es natural que identifiquemos a quienes son más maduros, los que están entendiendo más, y tengamos con ellos charlas particulares, encuentros especiales, hagamos con ellos un trabajo específico. Si viajamos, por ejemplo, los podemos invitar para que viajen con nosotros, porque tenemos propósitos de Dios con ellos.

 

Jesús trabajaba así, en niveles. Él tenía los 500, los 120, los 70, los 12 y los 3. También es notable que en la iglesia primitiva, el 80 % de su trabajo era en la casa, el 19.8 % por las casas, y el 0.2 % en las sinagogas.

 

¿Qué hay en las casas? Oraciones, testimonios de trabajo, personal, palabra, hay los dones del espíritu, hay planes de avance.

Y Jesús pasó la mayor parte de su ministerio en las calles, allí también edificaba a sus discípulos. Él usaba el monte, el camino, la barca, la casa de Pedro, la casa de Zaqueo, usaba toda ocasión ya que todo lugar y ocasión sirve para edificar. No tenemos solo la reunión; debemos sacarnos esta idea de nuestras cabezas. Algunos dicen: “Vamos a la reunión para edificarnos”. ¡Nooooo! La obra en las casas es mucho más que reuniones.

 

Entonces el trabajo en las casas va más allá de los encuentros pues es un trabajo espiritual, que debe transmitir la idea que la iglesia es una familia. Nosotros nos reuníamos en clubes, pero un día ya no había club que nos podía contener. Crecimos en número, entonces las ofrendas eran abundantes, y se iba formando una buena cantidad de dinero, y una hermana un día dijo: “Miren, en la municipalidad hay salones grandes, que podemos usar”.  Así comenzamos a usar salones más grandes, primero una cancha de básquet.

Una vez llegamos a la reunión y había un baile de jubilados, ¡uhhhh! tuvimos que hacer la reunión afuera, ya que no nos avisaron. En otra ocasión esto mismo volvió a ocurrir y los hermanos nos quedamos molestos, y dijimos: “bueno, a ver si hay lugar para nosotros donde podamos entrar todos”, y encontramos un predio que tiene 1,800 m2, y un salón de 1,300 m2 en el que pusimos una cancha de fútbol, de tenis, de vóley, de básquet. Y lo usamos para todo eso, para casamientos, fiestas y también para juntarnos los domingos.

Pero lo central está en la semana, tenemos una sola reunión ahí, pero nos hemos centralizado en las casas, no está mal que tengamos un lugar, si está lo otro; pero si no está lo otro, sí es un problema, porque está reemplazando algo irremplazable.

Los líderes de los grupos familiares tienen que ser nuestros discípulos, ellos son quienes tienen que estar liderando. Cuando hay grupos liderados por hermanos que no están siendo discipulados, no los saquemos, más bien entremos a discipular, que se vuelvan legítimos. Estamos hallando el principio del trabajo “de a dos”. Cuando Jesús envió a sus discípulos lo hizo de a dos, y esto es un secreto espiritual: “donde están dos o tres, allí estoy yo”. Es una reproducción del mismo Jesús, ¿se imaginan?, “dos o tres en mi nombre, estoy yo”, es reproducir a Jesús; Es decir, no uno sino dos.

Entonces es muy importante este principio “de a dos”; que cada grupo familiar tenga por lo menos dos responsables, dos discípulos que trabajan juntos. Si no están, no importa, pero apuntemos a esto. No podemos establecer hermanos en responsabilidad de un día a otro, ya que tienen que estar formados, preparados, pero apuntamos hacia la bendición de este principio que implica reproducir a Jesús.

Nosotros hacemos una distinción entre “grupo familiar” y “casa abierta”. El hecho que se divida un grupo para formar otro, no significa que éste va a permanecer. La primera etapa es una casa abierta para ver qué sucede. Puede ocurrir que el nuevo trabajo no progresa vuelven todos al grupo original; Luego de un tiempo, puede ocurrir también que con esa casa abierta comienza a pasar algo, comienzan a ocurrir cosas, a surgir una identidad, a tener frutos, y de esta forma se vuelve un grupo familiar. Por esta razón distinguimos entre casa abierta y grupo familiar. Si deben volver al grupo original nadie se sintió mal, porque se trató de una prueba, fue una casa abierta temporalmente, pero si ella progresa, esa casa abierta se transforma en un grupo familiar.