haciendodiscipulos

Carácter Comunión Home

El “ABC” De Nuestros Relacionamientos, Danny Baker.

03/01/2015

El “ABC” De Nuestros Relacionamientos, Danny Baker.

RelacionamientosDios establece que el ser humano se relacione con un número limitado de personas. En primer lugar su familia, luego las personas que ve y trata a diario, y aquellos hermanos que conforman nuestro núcleo de relacionamiento en la Iglesia. En cuanto a este último grupo, nos referimos al pequeño círculo de hermanos en Cristo con los cuales tenemos un contacto cotidiano, de profundo compromiso e interdependencia (Efe 4:16).  En el mundo hay miles de millones de personas con las que nunca jamás podremos vernos, o conocernos. Dios lo ha hecho así. En la iglesia, el cuerpo de Cristo, hay millones de hermanos en esta tierra a los que nunca conoceremos. Dios lo ha hecho así. Pero El nos coloca en un ambiente de relacionamiento escogido por El, en el que seremos formados y ayudaremos a edificar a otros. Toda nuestra fe, conocimiento de Dios, amor por Cristo y todos los dones, gracia y madurez espiritual que tenemos, debe ser demostrada en ese ambiente.

Ante el auge de las “Iglesias Virtuales”, las “Mega-Iglesias”, y, en fin, la general disgregación que ha sufrido tanto la Iglesia como la familia en los últimos 50 años, es absolutamente vital que volvamos el foco a lo que aquí llamamos el “ambiente pequeño de relacionamiento”: Familia + Personas con las que interactúo a diario + hermanos más cercanos en el cuerpo de Cristo. Existe hoy en la Iglesia un fuerte individualismo en el que se exaltan los conocimientos teóricos sobre la Palabra, los carismas personales, la capacidad de liderazgo, etc. Este individualismo es fruto de la propia disgregación que mencionamos anteriormente, el cual ha causado una gran miopía espiritual, superficialidad, mediocridad e hipocresía.

Este ambiente pequeño de relacionamiento, en especial la familia,  es el único espejo visible de nuestra madurez espiritual.  Si queremos saber en un determinado momento cuán grande es nuestro amor por Cristo, será tan simple como observar cuan amados se sienten los que forman parte de nuestro ambiente de relacionamiento (1 Juan 4:20-21). Si queremos saber nuestro grado de humildad, podremos preguntarles a aquellos en nuestro ambiente cuán fácil nos es escucharles y admitir sus críticas. Todo lo demás, toda otra forma de evaluar nuestra madurez espiritual es engañosa y absolutamente falsa.

Dios no me pide cuentas de cómo me tratan otros a mí, sino de cómo trato yo a los demás

Algunos esgrimen una “obra”;  gente que han ganado para el Señor, por lo que aparentemente se podría decir que son hermanos “crecidos” en el Señor. Otros pueden poseer capacidad en el púlpito que impacta a mucha gente. Muchos meramente parecen ser fieles al comprometerse con la iglesia de manera constante por años, pero debemos recordar que a muchos que ostentarán ser hacedores de una obra,  Dios les dirá un día “nunca os conocí”.

Ahora, dejemos de hablar de “otros” y llevemos el foco a nuestra realidad. Estas palabras están dirigidas a tu corazón y a mi corazón. Es fácil ver cuánto fallan los demás, pero, ¿Qué de ti y qué de mí? Te ruego en el nombre del Señor que no mires estas líneas como una nueva enseñanza “para el Cuerpo de Cristo” con la que muchos serán “bendecidos”. Están dirigidas a ti.

1- La palabra de Dios es el fundamento de todo relacionamiento.

Dios ha establecido claramente su voluntad para relacionarnos con nuestra esposa, nuestros hijos, nuestros jefes, nuestros amigos, nuestros enemigos, nuestros pastores, nuestros compañeros de obra, nuestros compañeros de trabajo, en fin, nuestros “prójimos”.  A estos es a quienes la Palabra de Dios se refiere cuando por ejemplo nos dice: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Lamentablemente con mucha frecuencia y sin faltar hoy un “alto” conocimiento intelectual de las escrituras, desobedecemos la palabra, causando el mayor daño que podemos causar: que llenando nuestros labios de la Biblia, vivamos sin obedecerla. Esto se llama hipocresía o religiosidad.

La palabra de Dios es solo útil para el que la obedece, no para el que meramente la conoce. Es inspirada por Dios para prepararnos para toda buena obra o acción  (2 Timoteo 3:16-17). Para el que solo desea adquirir conocimiento intelectual representa mayor condenación (Santiago 3:1). “…el propósito del mandamiento es el amor que procede de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe no fingida.  Algunos … habiéndose desviado, se apartaron en pos de vanas palabrerías,  queriendo ser maestros de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman con tanta seguridad (1 Timothy 1:5-7)

Pablo también le dice a  Timoteo:

Dedícate a estas cosas; ocúpate en ellas, para que tu progreso sea manifiesto a todos.   (1 Timoteo 4:15, RVA)

¡Así sea contigo y conmigo: nuestro progreso en el Señor sea manifiesto a todos, en especial a aquellos que más nos conocen y conocemos!

2 -El propósito de todo relacionamiento es colaborar con el propósito eterno de Dios.

La palabra nos enseña el propósito que Dios tiene para nuestra vida: “Para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29). Nuestra vida es para que cada día, cada semana, cada año y cada década, Cristo (su carácter y su obra), sea formado en nosotros. En lenguaje más entendible: cada día y cada integrante de este ambiente pequeño está puesto por Dios para ayudar en este propósito. De nada sirve saber el propósito si no veo a cada persona con la que vivo y a cada hora que pasa como instrumentos en las manos de Dios para alcanzar este propósito.

3- Que Cristo sea formado en mí implica…

…tener, entre otras cosas, amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe mansedumbre, dominio propio, entrañable misericordia, humildad, perdón, preferir a los demás, bendecir a los que nos persiguen, no ser sabios en nuestra propia opinión, paz en cuanto depende de nosotros, bendecir a los que nos maldicen, no amenazar cuando padecemos, etc.(Gal 5:22-25, Rom 12, 1 Pedro 2:23).

Hay una tendencia en nuestra carne a adquirir conocimientos, enseñar la palabra, alabar al Señor cantando himnos, participar de encuentros y de muchas actividades que “promueven” la vida cristiana sin que hagamos la conexión entre lo que aprendemos y esta abreviada lista de frutos que Dios espera que sean encarnados en nuestras vidas.

Imaginemos una fábrica de juguetes. Los empleados y directivos llegan diariamente a las 8 de la mañana y se retiran a las 5 de la tarde. Durante el día se tratan asuntos de la fabricación, se discuten técnicas de pintado, se controla la puntualidad de los obreros, se mantienen ficheros, se ordenan los insumos, se lavan los pisos, se pintan periódicamente las instalaciones, se testean las maquinarias, se pagan las cuentas de luz y teléfono, se viaja al exterior para hacer cursos de perfeccionamiento, y se diseñan manuales de funcionamiento de cada pieza que se fabrica. Pero nunca se produce ni se vende una sola pieza.

Hasta que el carácter de Cristo no se encarne en nosotros, seremos como los operarios de esa fábrica, gastando el tiempo, aprendiendo siempre, sin llegar al conocimiento de la verdad (2 Tim 3:7). Seamos conscientes de este engaño generalizado en la iglesia actual y librémonos de esta hipocresía.

4- No debo condicionar mi comportamiento al comportamiento de los demás

Muchas veces tengo la expectativa de que los miembros de mi familia y mis hermanos más cercanos me traten de una determinada manera. Cuando esto no ocurre condiciono mi respuesta bajo la pretensión de que si ellos no actuaron como yo esperaba que debieran, entonces tampoco yo debo sujetarme a la Palabra.

La Escritura se refiere principalmente a mí, a mis respuestas, a mi falta de perdón, de misericordia, a mi propia necesidad de que Cristo sea formado en mí, sin importar como me tratan los demás. Aún más, si en verdad somos maltratados, ese maltrato colabora con nuestra transformación, volviéndose un instrumento en las manos de Cristo. ¿Cómo esperamos volvernos mansos y humildes si exigimos que los demás nos traten a nuestro gusto?

5- Las personas más cercanas a mí son elegidas por Dios para cumplir su propósito en mí.

Cristo dijo “no me elegisteis vosotros a mi sino que yo os elegí a vosotros”(Juan 15:16). Notemos que el habla en plural. Los discípulos de Cristo fueron colectivamente llamados hacia El. Esta selección, este llamado de Cristo involucró dos cosas: cada uno, singularmente, fue llamado hacia Cristo, y todos, colectivamente fueron convocados a estar juntos con Cristo. Pedro no eligió a Juan, Cristo eligió a Pedro y a Juan y los demás. De la misma forma Dios nos convoca hacia El junto a los que están al lado nuestro. Todo cambia cuando no solo vemos a los que tenemos al lado como compañeros escogidos por nosotros, sino como aliados elegidos por Dios especialmente para nuestro deleite, para que trabajemos juntos, y para que su vida se forje en nosotros.

6- Todo el amor que digo tener por Cristo debe ser manifestado en mis hermanos más cercanos.

Cristo nos enseñó:

 “El que os recibe a vosotros a mí me recibe, y el que me recibe a mí recibe al que me envió. El que recibe a un profeta porque es profeta, recibirá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, recibirá recompensa de justo. Cualquiera que da a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente porque es mi discípulo, de cierto os digo que jamás perderá su recompensa.” Mateo 10:40-42 (RVA)

Si recibo a mi hermano, recibo a Cristo. Lo que hago por mi hermano, lo hago por Cristo; lo que hago por Cristo lo hago por mi hermano (1 Juan 4:20-21).

Cuando Pablo se dirigía a Damasco para perseguir a los discípulos, Cristo lo derriba del caballo diciéndole “¿por qué me persigues?” (Hechos 9:4-5). ¡Cristo tiene gran celo por sus hermanos más pequeños! Tocarlos a ellos, implica tocarlo a Él, amarlos a ellos, amarlo a Él. Sus discípulos son parte misma de su esencia, ¡son su mismo cuerpo!

Aún más, ¿quieres saber cuán serio el Señor toma nuestro trato hacia sus discípulos? El mismo nos enseña que en el día del juicio final seremos juzgados por nuestro amor hacia nuestros hermanos:

 Mis hermanos más cercanos son Cristo para mí. “El que no ama a su hermano a quien ha visto no puede amar a Dios a quien no ha visto”

¿Quiénes son los hermanos más pequeños de Cristo?, ¿No es Cristo en la Iglesia el mayor entre muchos hermanos? (Romanos 8:29). ¿No es la Iglesia su cuerpo? (Col 1:24). Cristo nos dice categóricamente que amarle a Él es equivalente a amar a los hijos de Dios, ¡y este amor definirá nuestra salvación! »Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria;  y todas las naciones serán reunidas delante de él. El separará los unos de los otros, como cuando el pastor separa las ovejas de los cabritos;  y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: “¡Venid, benditos de mi Padre! Heredad el reino que ha sido preparado para vosotros desde la fundación del mundo.  Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis;  estuve desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí.”  Entonces los justos le responderán diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos, o sediento y te dimos de beber?  ¿Cuándo te vimos forastero y te recibimos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y fuimos a ti?” Y respondiendo el Rey les dirá: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” Mateo 25:31-40 (RVA)

7 -Si debo amar a mis enemigos, ¡Cuánto más debo hacer por mis hermanos!

En general no tenemos muchos enemigos. No nos toca escapar de la espada de la persecución, y comparado con nuestros hermanos de la historia, es casi nada lo que sufrimos por causa de la justicia. Nuestra generación occidental no conoce lo que es padecer persecución. ¡Sin embargo nos cuesta siquiera tratar a nuestros más cercanos con los estándares que Dios requiere de nosotros para tratar a nuestros enemigos! Observemos como deberíamos tratar a los enemigos y pensemos cuánto mejor debemos tratar a los que amamos y son nuestros hermanos. Y ¿Qué de nuestra esposa, esposo, e hijos? Veamos como la Escritura nos enseña a amar a nuestros enemigos para luego meditar acerca de la calidad de nuestro amor hacia nuestros más cercanos:

“Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo  aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen” Mat 5:43-44.

“Más bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien”. Romanos 12:20-21

“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores hacen lo mismo. Y si dais prestado a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores dan prestado a los pecadores para recibir otro tanto”. “Más bien, amad a vuestros enemigos y haced bien y dad prestado sin esperar ningún provecho. Entonces vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque él es benigno para con los ingratos y los perversos. Sed misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”. Lucas 6:31-36 (RVA)

Si estos pasajes nos muestran la medida que debe tener nuestro amor a nuestros enemigos, te invito a meditar sobre tu amor hacia tu círculo más cercano. ¿Los sirves? ¿Haces con ellos lo que te gustaría que hagan por ti? ¿Cuándo hablas o piensas en ellos, lo haces con amor o desprecio? ¿Te enojas fácilmente con ellos? ¿Eres rencoroso?  Cerraremos este punto con la medida establecida por Dios para nuestro amor a nuestros hermanos:

“Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena o un címbalo que retiñe. Si tengo profecía y entiendo todos los misterios y todo conocimiento; y si tengo toda la fe, de tal manera que traslade los montes, pero no tengo amor, nada soy. Si reparto todos mis bienes, y si entrego mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve. El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante. No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal. No se goza de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser”. 1 Corintios 13:1-8 (RVA)

8- Una reseña de lo que Dios me pide a… ¡MI! …sin importar lo que hagan los demás:

“El amor sea sin fingimiento, aborreciendo lo malo y adhiriéndoos a lo bueno:  amándoos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros; no siendo perezosos en lo que requiere diligencia; siendo ardientes en espíritu, sirviendo al Señor;  gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación, constantes en la oración; compartiendo para las necesidades de los santos; practicando la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid y no maldigáis. Gozaos con los que se gozan. Llorad con los que lloran. Tened un mismo sentir los unos por los otros, no siendo altivos, sino acomodándoos a los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal. Procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, tened paz con todos los hombres. Amados, no os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor. Más bien, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; pues haciendo esto, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido por el mal, sino vence el mal con el bien”. Romanos 12:9-21 (RVA)

“Por tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, vestíos de profunda compasión, de benignidad, de humildad, de mansedumbre y de paciencia, soportándoos los unos a los otros y perdonándoos los unos a los otros, cuando alguien tenga queja del otro. De la manera que el Señor os perdonó, así también hacedlo vosotros. Pero sobre todas estas cosas, vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Cristo gobierne en vuestros corazones, pues a ella fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite abundantemente en vosotros, enseñándoos y amonestándoos los unos a los otros en toda sabiduría con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando con gracia a Dios en vuestros corazones. Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”. Colosenses 3:12-17 (RVA)

 

“Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso mismo los gentiles?  Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. Mateo 5:46-48 (RVA)

9- Si deseo ser corregido, debo dejar de exigir condiciones a los demás.

¿Cómo podemos ser tan necios de esperar perfección en las palabras y el tono de los demás hacia nosotros cuando nos corrigen? Esto es orgullo. Es amor propio. Es soberbia. Y justamente Dios quiere erradicar estas cosas de nuestras vidas.

Lejos de pedirles perfección  debiéramos animarlos y hacerles ver nuestro agrado de que deseen asumir los riesgos que implica el tocar nuestros puntos urticantes. Dios nos de la gracia para enfrentar a nuestra carne cuando otros nos tocan en nuestras debilidades, y percibir que Cristo nos está dando una nueva oportunidad de que su carácter sea formado en nosotros, especialmente por medio de nuestros familiares más cercanos. Algunos pasajes para meditar:Los demás ven lo que nosotros no vemos, los demás sufren lo que nosotros somos. Los demás tienen a Cristo en sus vidas y no puedo decir que oigo a Cristo si no podemos oír a nuestros hermanos y familiares más cercanos. ¿Qué esperamos? ¿Que venga un profeta de lejanas tierras para marcar nuestros errores? ¡No! En general Dios usará a los que viven bajo el mismo techo, a los que vemos más seguido, a los que nos conocen de adentro y de afuera, a los que cargan con nuestras miserias, mal humor, e imperfecciones.Es común esperar que los demás nos hablen con las palabras y el tono correcto cuando nos corrigen. Casi nunca lo logran de acuerdo a nuestros estándares. Y por lo tanto, por requerir perfección de los demás, nos privamos del trato que Dios quiere traer sobre nuestras vidas. Santiago dice que “si alguien no ofende de palabra es varón perfecto”. Es difícil tener las palabras y el tono correcto para corregir a otros, y si a nosotros nos sucede, ¿cómo podemos ser tan necios de esperar perfección en las palabras y el tono de los demás hacia nosotros cuando nos corrigen? Esto es orgullo. Es amor propio. Es soberbia. Y justamente Dios quiere erradicar estas cosas de nuestras vidas.

Que el justo me castigue y me reprenda será un favor. Salmo 141:5 (RVA)

Escuchad la corrección y sed sabios; no la menospreciéis. Proverbios 8:33 (RVA)

 El que ama la corrección ama el conocimiento, pero el que aborrece la reprensión se embrutece. Proverbios 12:1 (RVA)

Escucha el consejo y acepta la corrección, para que seas sabio en tu porvenir. Proverbios 19:20 (RVA)

 Ciertamente la soberbia producirá contienda, pero con los que admiten consejo está la sabiduría. Proverbios 13:10 (RVA)

Nuestro oído, cuando está bien entrenado es nuestra defensa contra el misticismo religioso y cuando oímos a nuestros hermanos hemos aprendido que Cristo vive en ellos y que son emisarios del Altísimo.

10- Cuando alguien me corrige debo prohibirme volver el foco hacia el tal.

Este punto está muy relacionado con el anterior. Viene nuestro cónyuge, hermano, o amigo con alguna observación sobre nosotros. Nuestra carne orgullosa inmediatamente pasa a retrucar “¿y vos?” para volver el foco al otro, aprovechando a “pasar una factura” ya vencida aún no “cobrada”. ¡Qué táctica carnal! Asumamos el compromiso de que cuando alguien nos marca un error, destinaremos toda nuestra atención a nosotros, dando bienvenida a la observación sabiendo que viene del Señor.

Si tengo algo para marcar en el otro, este no será el momento apropiado. Todo lo que “retruque” ahora será para no aceptar lo que me están marcando a mí. En cuanto a mí, si marco un error en otro, solo lo haré con un espíritu de edificación y nunca de auto-defensa, y lo haré tomándome el tiempo para orar y preparar el momento justo. Nunca cuando me están corrigiendo a mí.

Finalmente, una breve meditación sobre el oído. Muchos se jactan de oír a Dios, de tener una gran vida de oración y de devoción. Pero quienes viven cerca de ellos los ven en una “burbuja” en la que están ellos, Dios y nadie más. Hermanos, Dios nos dio los oídos y el descernimiento de las palabras porque nos hizo seres relacionados con otros. Si nuestra relación con Dios, y nuestra vida de oración fuesen suficientes para que su imagen se forje en nosotros, ¿por qué estableció su Iglesia? ¿Por qué estableció los dones y ministerios del Cuerpo? ¿Por qué nos enseñó a estar sujetos los unos a los otros? Nuestro oído, cuando está bien entrenado es nuestra defensa contra el misticismo religioso y cuando oímos a nuestros hermanos hemos aprendido que Cristo vive en ellos y que son emisarios del Altísimo.

11- ¿Qué hago cuando me ofenden?

Cristo nos dice:

“No juzguéis, y no seréis juzgados. No condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados. Lucas 6:37 (RVA)

“No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. “¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano, y dejas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿Cómo dirás a tu hermano: ’Deja que yo saque la brizna de tu ojo’, y he aquí la viga está en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano”. Mateo 7:1-5 (RVA)

Pero yo os digo que todo el que se enoja con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su hermano ’necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llama ’fatuo’ será expuesto al infierno de fuego. Mateo 5:22 (RVA)

Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Mateo 6:12 (RVA)

Nuestra manera de reaccionar ante las ofensas determina de qué manera Dios reaccionará ante las nuestras. Cuando Cristo enseña a sus discípulos a orar les explica  como nuestro perdón a otros está ligado con el perdón que recibimos: “porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial también os perdonará a vosotros.  Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

El problema es que somos por naturaleza “expertos” en juzgar a los demás y esto hace que sea casi imposible que aceptemos con gozo sus ofensas. Por lo tanto, teniendo esto en cuenta no condicionemos nuestro perdón a que nos hayan pedido perdón y mucho menos a que lo hagan de una manera que nos satisfaga. El perdón surge de un corazón honesto delante de Dios que sabe que uno mismo ha ofendido muchas veces a otros y, sobre todo, ha ofendido al Señor. No depende de las actitudes de los demás, sino que se da unilateralmente en nuestro corazón, más allá de cómo se comporten los que nos ofenden. Si Cristo siendo perfecto, perdonó y calló y se encomendó al Padre (1 Pedro 2:23), ¡Cuánto más nosotros debemos perdonar a otros sabiendo que somos una miserable raza caída desesperadamente necesitada de misericordia!

Cristo llevó la cruz y nos invita a nosotros a llevarla también. ¿Qué es la cruz, sino asumir la carga del pecado de otros? ¿Qué pecado había cometido Cristo para llevar la cruz? ¡Ninguno! El verdadero perdón es el que El nos ejemplificó en su muerte: enfrentó esa cruz “por el gozo que le fue propuesto” (Heb 12:2). Y nos amó, llevando nuestras culpas aunque era perfecto, haciéndose pecado por nosotros, dándonos así un ejemplo vivo.

Finalmente una advertencia. Está en la parábola del siervo malvado (Mateo 18:23-35) a quien su amo le había perdonado una deuda de  10.000 talentos, pero él no pudo perdonar a su consiervo una deuda de 100 denarios. No sé cuál será la conversión en moneda corriente pero tengo la impresión que se le perdonó una deuda de un millón de dólares y el no podía perdonar a su consiervo unos centavos. El resultado fue:

Entonces su señor le llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, así como también yo tuve misericordia de ti?” Y su señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que le pagara todo lo que le debía. Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano. Mateo 18:32-35 (RVA)

¡Que Dios nos libre de esta hipocresía! Que Dios nos haga mansos y humildes y que quienes viven con nosotros no sean testigos de nuestra inmadurez y carácter egoísta. ¡Cuántas horas y días se pierden al jugar el papel del ofendido! ¡Qué locura es pasar a veces semanas enteras cocinando un rencor y una amargura por sentirnos intocables! ¡Cuántas veces actuando así vamos al cuello de nuestros más queridos para hacerles pagar hasta el último centavo que nos deben, cuando a nosotros se nos perdonó la vida! ¡Qué naturaleza engañosa y egoísta tenemos! ¡Qué niños inmaduros somos cuando así obramos sin importar cuantos años llevamos en el camino del Señor, sin importar cuánto conocemos de la palabra!

Algunos consejos prácticos:

  • No demoraremos en perdonar. Iremos a dormir en paz con quienes están cerca de nosotros.
  • No haremos “piquetes”, “trompitas”, “pucheritos”, “calladitas”, “quites de colaboración”.
  • Cuando por ejemplo nuestra esposa nos ofende y no entendemos su actitud, nuestro perdón estará garantizado. Sin embargo podremos decir amorosamente “mi amor, estamos en paz, solo me falta entender lo que has hecho”. Sin sarcasmos, sin rencores, sin consecuencias. Sin hacer del asunto más de eso. La mayoría de las ofensas se hacen un conflicto por nuestra actitud de auto-defensa.
  • Cuando nada de esto es posible, buscaremos ayuda en los hermanos más cercanos antes de que el asunto se vuelva un problema serio.
  • No hablaremos a nadie del asunto y aprenderemos a soportar todo agravio. Solo cuando el asunto impide una vida normal cristiana es que buscaremos ayuda sin que seamos chismosos sino buscando el consejo en quienes velan por nuestras vidas.

 

12- ¿Qué hago cuando he ofendido?

“Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda. Reconcíliate pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que jamás saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante. Mateo 5:23-26 (RVA)

Un pedido de perdón que no es específico, no es verdadero. Cuando pedimos perdón deben ocurrir tres cosas: nuestra humillación, nuestra corrección y la restauración de la relación

Mientras que el perdonar a otros nos hace crecer en amor y misericordia, el pedir perdón nos hace crecer en humildad combatiendo nuestro orgullo. Cristo se humilló a si mismo siendo perfecto y siendo Dios. ¿Quién soy yo para no humillarme ante mi hermano?El Señor no acepta nuestras oraciones, alabanzas, nuestra obra, ni ninguna ofrenda que le hagamos si nuestro hermano tiene algo contra nosotros que no hemos tratado de resolver. Por otro lado, Cristo nos dice que lo que no resolvemos se va haciendo más grande con el tiempo mientras no se resuelva. Es posible que nuestra falta de humildad se vuelva un problema mayor que el hecho mismo con el que ofendimos.

Algunos consejos prácticos:

  • Si he ofendido no demoraré ni un instante en pedir perdón. Y lo haré no livianamente, sino a conciencia.
  • Tendré cuidado de no esperar un perdón inmediato. Cuando ofendo, debo estar dispuesto a asumir las consecuencias y daño que produzco en los demás. Luego de un pedido de perdón sigue un espíritu arrepentido que según el tamaño del daño, debe permanecer indefinidamente, aún cuando el asunto es recordado en el tiempo. Que otros guarden sentimientos de rencor no me absuelve de las consecuencias de mis actos.
  • El pedir perdón requiere un arrepentimiento verdadero y específico. No se puede decir “si te ofendí perdóname”. Más bien, “perdóname por ser tan brusco y malhumorado”. No digamos: “Si te cayó mal te pido perdón”, más bien: “Soy muy egoísta e insensible, te ruego que me perdones”.
  • Lo anterior es muy importante. Un pedido de perdón que no es específico no hace la obra necesaria. Ni restaura la relación y corrige un desvío, ni produce humillación en mí. El fin de pedir perdón es obtener las tres cosas.
  • No debo pedir perdón si no tengo un corazón realmente arrepentido, ya que por no considerar malo lo que he hecho, naturalmente lo volveré a hacer. Un pedido de perdón no sincero, político, o un pedido de perdón genérico, solo pueden postergar el conflicto sin que se modifiquen los elementos que lo causaron.
  • Otra vez: un pedido de perdón verdadero restaura la relación, corrige el mal comportamiento y nos humilla.
  • El arrepentimiento no es un hecho, es un camino, una forma de vida, que debe vivirse mientras precisemos misericordia de Dios y los demás.

Una Palabra Final

Intentar resumir todos los factores que influyen en nuestros relacionamientos es una tarea imposible. Mi objetivo fue el de unir “madurez espiritual” con “nuestra forma de relacionarnos con nuestro entorno”; “conocimiento de las Escrituras” con “obediencia a las Escrituras”. Nuestra manera de reaccionar ante las ofensas, de tratar a nuestros más cercanos, oír la corrección, etc., son la parte visible de nuestra estatura espiritual. Todo lo demás no cuenta.

Un marido áspero, una esposa insujeta, un hijo desobediente, un hermano enojadizo, una hermana que no perdona, alguien que ofende sin arrepentirse, y una interminable lista de otras situaciones, son claras muestras de desobediencia a Cristo, de desobediencia a su Palabra. Las bendiciones que Dios ofrece nunca serán fruto de la desobediencia, sino solo fruto de seguir tras sus pisadas, mostradas en el ejemplo de Cristo.

También quise desmitificar los laberintos de nuestro corazón exponiendo la bajeza de nuestra naturaleza. El diablo no nos miente con mentiras descaradas, sino que parte de nuestro conocimiento para volvernos meros religiosos. Su problema no es con el conocimiento, es con la obediencia.

Finalmente, quisiera terminar con las palabras de Pedro en 1 Pedro 1:13-25:

Por eso, con la mente preparada para actuar y siendo sobrios, poned vuestra esperanza completamente en la gracia que os es traída en la revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no os conforméis a las pasiones que antes teníais, estando en vuestra ignorancia. Antes bien, así como aquel que os ha llamado es santo, también sed santos vosotros en todo aspecto de vuestra manera de vivir, porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis como Padre a aquel que juzga según la obra de cada uno sin hacer distinción de personas, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación. Tened presente que habéis sido rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual heredasteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación. El, a la verdad, fue destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por causa de vosotros. Por medio de él creéis en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y le ha dado gloria; de modo que vuestra fe y esperanza estén en Dios. Habiendo purificado vuestras almas en obediencia a la verdad para un amor fraternal no fingido, amaos los unos a los otros ardientemente y de corazón puro; pues habéis nacido de nuevo, no de simiente corruptible sino de incorruptible, por medio de la palabra de Dios que vive y permanece. Porque: Toda carne es como la hierba, y toda su gloria es como la flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre.  Esta es la palabra del evangelio que os ha sido anunciada.

¡Amen!