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Consejos Para Discipuladores, Daniel Divano

24/04/2014

Consejos Para Discipuladores, Daniel Divano

yoke cowsUna breve pero muy valiosa recolección de consejos muy prácticos para quienes están haciendo discípulos, ejerciendo un grado de paternidad espiritual sobre otros hermanos. Daniel aborda de manera muy sencilla errores que tan comúnmente se producen en esta misión básica del sacerdocio de los santos. Recomendamos la lectura a todos los que están ministrando a otros, con un corazón abierto a ser examinado por las palabras de este escrito, sabiendo que ellas redundarán en una mayor gracia y efectividad en el servicio de discipular a otros

 

“CONSEJOS PARA DISCIPULADORES”

Daniel N. Divano

 

Aclaración: “Discipulador” no es una palabra bíblica, ni siquiera está aceptada por el diccionario como una palabra del castellano. Sin duda entre nosotros la conocemos como una palabra que deriva del término discípulo y trata de describir a aquel/la que “hace discípulos” (discipular).

Estos consejos son extraídos de mi propia experiencia, de la experiencia de otros y también de los errores que a veces hemos cometido. No pretende ser “todo” el consejo, ni ser dogmáticos, solo algunos pensamientos que quise escribir pensando en qué debería decirle a aquellos que se han enrolado en la tarea y llamado de Dios de ayudar a otros en su formación y crecimiento espiritual.

 

 

  1. EL VERDADERO DISCIPULADOR ES EL ESPÍRITU SANTO

 

  • 1 Co. 3.4-9 ¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.  Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
  • 1 Co. 4.7 …Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?
  • 2 Co. 4.5 y 7 …Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús… Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.
  • Hch 16.14 … una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que Pablo decía.

 

a)      Nuestra participación es mínima: En el trabajo de ganar a otros para Cristo y ayudarles a desarrollarse en la fe, nuestra participación es mínima. Es el Señor quien abre los corazones y los oídos para que resplandezca la luz del evangelio. Nosotros somos “apenas” colaboradores, y debemos considerarnos simples servidores de Dios. Somos vasos de barro que lo único que tenemos de valor es la presencia del Espíritu Santo morando en nosotros. A nosotros nos toca simplemente dar la Palabra, permanecer en la gracia y dependencia de Dios, en oración, hablando aquello que el Espíritu nos da, y ver con fe y paz cómo el Señor levanta y edifica su iglesia. Pablo escribe a los corintios: “… labranza de Dios edificio de Dios sois vosotros…” No de Pablo, sino de Dios. Entonces la honra y la gloria son para el Señor. En nuestra misión de ayudar a los discípulos (de Jesucristo, no nuestros) no sirve la inteligencia humana, la sabiduría o la viveza, ni sirve saber qué decir en cada caso, sino que necesitamos, como el pámpano en la vid, depender de la gracia y presencia del Espíritu Santo en la vida del discípulo, revelando y guiando a toda verdad, y en la vida del discipulador inspirando y ayudando.

 

b)      Nuestra participación es indispensable: Una vez reconocida nuestra incapacidad y quien es el verdadero “hacedor” de la obra, debemos afirmar, sin embargo, que nuestra humilde participación es “indispensable”. Dios estableció que su obra se llevaría a cabo utilizando hombres redimidos y capacitados por él para hacerla. En cierto sentido no somos más que armonizadores o instrumentistas. Estos últimos no son los que realizan las intervenciones quirúrgicas, pero son los ayudantes, los que ponen en las manos del cirujano los instrumentos para que éstos puedan operar. (Otro ejemplo: el sembrador y la semilla. ¿Qué más puede hacer que sembrar?).

 

 

  1. DEBEMOS SER EJEMPLO DE LO QUE ENSEÑAMOS

 

  • Hch. 1.1 En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar.
  • Mt. 7.28-29 Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.

 

a)      El ejemplo es el mejor método de enseñanza. Ningún otro método lo supera. Hay quienes afirman que no hay otro método, lo que no enseñamos con el ejemplo no se enseña.

 

b)      Jesús: ejemplo. Es interesante en Hch 1.1 el orden de los verbos utilizados por Lucas. Primero: hizo, luego: dijo. Debemos imitar este orden de Jesús, primero “hacer” y luego recién “enseñar”. Mateo hace referencia al por qué de la autoridad de Jesús en la enseñanza al decir “no como los escribas”. Él mismo los llama “hipócritas” porque enseñaban lo que no hacían.

 

c)      El ejemplo estimula la voluntad del discípulo. Los discípulos son hombres y mujeres con espíritu, alma y cuerpo. (1 Ts. 5.23). La enseñanza informativa solo esclarece la razón. Lo que opera en el área de las emociones es la relación de amor, confianza mutua y amistad que ayuda al discípulo a recibir la enseñanza. Pero aún así, falta todavía un elemento “indispensable” para influenciar en su voluntad: el ejemplo mostrando cómo hacerlo. (Fil. 4.9).

 

d)      Pablo imitador de Jesús. Leer 2 Ts. 3.7-10. Pablo se da cuenta que en esa ciudad, él y su equipo debían ser ejemplo de laboriosidad y esfuerzo, ya que los de Tesalónica andaban desordenadamente, sin trabajar, y aunque tanto él como los que le acompañaban tenían derecho a ser sostenidos, para poder ser ejemplos a imitar, se pusieron a trabajar con “afán y fatiga” día y noche.

 

 

 

  1. NO SE DEBE EJERCER AUTORIDAD SIN ESTAR BAJO AUTORIDAD

 

  • Es evidente que la relación discípulo-discipulador lleva implícita un grado de sujeción y reconocimiento de autoridad por parte del que es enseñado. Sin duda, como dijimos en el punto 2, esa autoridad es reconocida por ser ejemplo, pero no debe ser ejercida si uno mismo no está primero bajo autoridad (lógicamente debemos ser ejemplo en este punto también). Leer Mt. 8.5-13. “Yo soy hombre bajo autoridad y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene…”.
  • En este punto debemos enfatizar “cuidado con las imposiciones”, la autoridad se debe ejercer con responsabilidad y temor de Dios. 1 P. 5.2-3 Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplo de la grey

 

 

  1. UN DISCIPULADOR ES UN SERVIDOR (SIRVIENTE) DEL DISCÍPULO.

 

  • 1 Co. 4.1 …así, téngannos los hombres por servidores de Cristo…
  • He. 6.10 … Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndolos aún…

 

a)      En nuestra función de ayudar a otros en su desarrollo espiritual debemos: animar, alentar, ministrar, enseñar, pasar por alto la ofensa, tener paciencia, ir a buscarle, estar atentos a sus necesidades, velar por su vida espiritual.

 

b)      Muchas veces, y por distintas circunstancias, algunos se enfrían o alejan del Señor y de la comunión, al preguntar por ellos, algunos responsables dicen: -no sé, hace rato que no lo veo ni me llama. ¡Tenés que saber! ¡Tenés que ir a buscarlo y servirle hasta el final!

 

c)      En lugar de preguntar ¿cuántos discípulos tenés?, deberíamos decir ¿a cuántos estás sirviendo?

 

 

  1. LOS DISCÍPULOS NO VIENEN “HECHOS”, HAY QUE HACERLOS

 

  • Mt. 28.19-20 Id y haced discípulos…
  • Col. 1.24 Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su iglesia…
  • Col. 1.27-29 Es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí…

 

a)      Si los discípulos ya vinieran formados no habría necesidad de “hacer discípulos”. Esto significa que no debemos quejarnos por sus defectos, ni criticarlo, ni desanimarnos.

 

b)      Hacer discípulos, conforme al mandato del Señor, presupone una labor abnegada y esforzada, una tarea de mucha paciencia y lágrimas, un servicio desinteresado.

 

c)      El discipulado puede compararse con trabajo de “jardinería”, nunca con el balancín de una fábrica. (Por cada bajada, se obtiene automáticamente una pieza igual al modelo). En cambio en jardinería, hay que remover la tierra, abonarla, sembrar, regar, cuidar la planta de las plagas, las heladas, la hormiga, la maleza, etc. y esperar con paciencia el crecimiento adecuado.

 

 

  1. DEBEMOS LIBRARNOS DE MOTIVACIONES IMPURAS

 

  • 1 Co. 4.5 Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios.
  • Col. 3.23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.
  • Debemos guardar nuestro corazón de toda motivación impura, de toda otra motivación que no sea la gloria de Dios. Recordemos a Pablo preguntando en 1 Co 4.7 ¿quién te distingue? O ¿qué tienes que no hayas recibido?
  • Algunas motivaciones incorrectas:
    1. Tener gente bajo autoridad.
    2. Sentirse superior a los demás por la cantidad de discípulos.
    3. Sentirse realizado en la obra y no en Cristo.
    4. Querer ocupar un grado de jerarquía o gobierno en base al “éxito” de nuestro discipulado.
    5. Pensar que somos nosotros los que formamos y edificamos las vidas.

 

 

  1. DOS FACTORES DEL DISCIPULADO

 

  • El apóstol Pablo, continuamente hace referencia a estos dos factores o caras de la misma moneda, en sus cartas:

 

a)      La oración “en secreto” a favor de aquellos que estamos ayudando en su vida cristiana. (2 Co. 13.7; Col. 1.3 y 9, 4.12; 2 Ts. 1.11, etc.)

 

b)      La acción de dedicar tiempo a la enseñanza. (Hch. 20.20, 31, 35; Col. 1.27-29, etc.)

 

 

  1. NIVELES DE AUTORIDAD AL ENSEÑAR

 

  • Debemos distinguir cuidadosamente los diferentes niveles de autoridad que tiene la enseñanza que impartimos.

 

a)      Nivel absoluto: La Palabra de Dios. Si la enseñanza que estamos dando está claramente determinada en las Escrituras, no podemos relativizarla, ni nosotros, ni los discípulos. Ej. Alguien que quiere unirse en yugo desigual. En este caso decimos: dice el Señor a través de su Palabra… Si la persona no acepta el consejo o mandamiento, no está rebelándose contra nosotros sino contra Dios.

 

b)      Nivel relativo: Consejo de sabiduría. Es cuando debemos dar un consejo que no tiene un versículo directamente en las Escrituras pero sí en los principios que allí se establecen y en la experiencia (dada muchas veces por los años en el camino del Señor) del que discipula. Ej. Alguien nos pide consejo porque quiere comprarse un coche. Hacemos una evaluación de su situación económica y de todo el cuadro de su hogar, trabajo, familia, etc. y aconsejamos que no es el momento, por deudas, sueldo bajo, etc. Si la persona igual aparece con su vehículo, no lo tratamos como rebelde. Le dejamos para que el Señor trate con su carácter en esta área.

 

c)      Nivel más relativo: Opinión personal. Es cuando nosotros tenemos una opinión personal sobre algunos aspectos prácticos de la vida diferente a los que estamos discipulando. Jamás debemos tratar de imponer nuestro criterio, quizás ante un pedido de opinión podemos expresarla, pero no pretendiendo obediencia en esa área. Ej. No me gusta la gente con bigote o barba, o tal modelo de coche, etc.

 

IMPORTANTE:

 

NUNCA debemos sentir que alguien no se sujeta a nosotros cuando hace todo lo contrario, sea el nivel de enseñanza que fuere, ya que las personas deben dar cuenta a Dios por sus actos y no a nosotros.

JAMÁS debemos usar la palabra ¡Sujetate! con nadie. Debemos esperar en cada uno el proceso del Espíritu Santo haciendo la obra de transformación.

 

APÉNDICE

 

1. NUESTRA RECOMPENSA VIENE DE DIOS

• Colosenses 3:22-24 “… no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. “

 

A) No estamos trabajando en la obra del Señor para que los demás nos vean. (Ver punto 6 del apunte principal).

 

B) Tampoco debemos esperar recompensa alguna de los hombres por nuestro trabajo; ni de aquellos a quienes estamos dedicando nuestro tiempo, dinero, vida, esfuerzo, etc., ni de los demás que ven lo que hacemos. A veces, los que más ayudamos peor nos pagan o más desagradecidos se muestran. Si lo estamos haciendo de corazón, como para el Señor, no nos vamos a frustrar ya que hemos estado acumulando “tesoros en los cielos”, y del Señor recibiremos la recompensa. (Ver la expresión de Pablo en Fil. 2:21).

 

2. ALGUNOS COMENTARIOS PARA TENER EN CUENTA

 

A) Debemos mantener siempre una actitud humilde frente al Señor y frente a los que estamos sirviendo. Reconocer nuestras limitaciones, nuestras debilidades y fallas. Necesitamos la gracia de Dios para esta labor; en l° Pedro 5: 5 dice claramente: “… Dios da gracia a los humildes”.

 

B) Esa humildad incluye la posibilidad de ser corregidos, cuestionados o aún reprendidos, ya sea por algún hermano a quien estamos sirviendo como a cualquier otro de la congregación. Debemos saber en primer lugar que nadie es “irreprensible” (imposible de reprender), y menos nosotros que al estar trabajando en la obra estamos expuestos a equivocarnos.

 

C) Es importante recordar esto: nunca nos defendamos a nosotros mismos ante una acusación. Si alguien nos pide cuenta por alguna cosa, con toda humildad debemos dar las explicaciones que sean necesarias; pero si somos acusados, es decir que se emite un juicio sobre nosotros, no nos corresponde a nosotros defendernos, sino llevar la cuestión ante otros hermanos y que estos intervengan. Podemos decir al que emite el juicio, que no vemos la cosa desde su mismo punto de vista pero que no hay problema, que lo vamos a tratar con quien sea necesario.

 

D) Recordemos también que, en todo tiempo y ante toda circunstancia, nuestra palabra (lo que hablamos) debe ser con “gracia”, “sazonada con sal”, ”buena”, para saber como responder a cada uno y para la necesaria edificación. Colosenses 4:6; Efesios 4:29.