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No Ya Yo, Más Cristo En Mí, Ivan Baker.

06/02/2015

No Ya Yo, Más Cristo En Mí, Ivan Baker.

1983 P.Alegre_003ACon Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo mas Cristo vive en mí. (Gal 2.20). Esta declaración de Pablo el apóstol, ha sido considerada reverentemente, como una declaración que solo un apóstol como él podría expresar.  El hombre que pasó tres años en los desiertos de Arabia, recibiendo de Cristo mismo todo la instrucción que habían recibido los demás apóstoles, al lado de Cristo, cuando estaba en la tierra.  

Solo podría decirlo este apóstol, pensamos, que fue arrebatado hasta el tercer cielo… que oyó palabras que el lenguaje humano no puede expresar… Se piensa que solo un hombre así puede llegar a declarar: “No vivo ya yo, mas vive Cristo en mi…”                                      

 Pero Dios, que sigue estos idas revelándonos cosas tremendas de su Palabra, nos hace mirar de nuevo esta declaración de Pablo.  Y no solo esta sino otras, y nos está naciendo la sospecha que hemos estado muy equivocados.

Pasa lo mismo con el capitulo tres de su carta a los Filipenses;  (leer)  También estas declaraciones habíamos considerado demasiado para un discípulo y la atribuíamos a  alguien excepcional…a la consagración de uno de los grandes.  Considerábamos que cambian solo en la boca de un Pablo, el gran apóstol a los gentiles. Pero cuando dimos una segunda lectura a las condiciones que Cristo establece para ser sus discípulos, (Mr. 8,345,35; Lc.14.25-33) nos dimos cuenta que no eran la expresión de alguien excepcional, sino que debiera ser la expresión y la experiencia de cualquier discípulo que pretende seguir a Cristo.

Quién nos robó la verdad?  Quién nos fascinó para que no entendiésemos el llamado de Jesús?  Es simple: el “Ángel de Luz”, el Diablo.  El siempre se postula como nuestro mejor, y bien  dispuesto profesor de las Sagradas Escrituras!

Cuál es la intención de nuestro adversario?  Confundirnos; robarnos la verdad; hacernos vivir en pobreza en medio de toda la celestial riqueza que Dios ha pactado con nosotros! Nuestro Adversario quiere tapar nuestros ojos espirituales para que no comprendamos la gloria de nuestro llamado, ni creamos en las inescrutables riquezas de la verdadera unión que nos ha dado con Cristo.

Qué estamos diciendo?  (Repetir el concepto y apuntar al punto exacto que estamos tratando;  la sublime verdad:  No vivo ya yo, mas Cristo vive en mi…”)

Esta, no es una meta a la cual debemos aspirar, sino que es la condición normal en que se debe desarrollar la vida de un verdadero discípulo de Cristo.  Cuando nos viene la luz, y la revelación comienza a nacer en nosotros, la Palabra nos grita la verdad desde cientos de sus páginas. Qué pasó?  Nos descuidamos; no “escudriñamos.” Confiamos en nuestros enseñadores; nos dejamos resbalar según las “tradiciones” que practicábamos.  Nuestro descuido, como siempre, dio lugar a la astucia del enemigo y nos quedamos con la mentira en vez de la verdad.  El adversario nos despojó del tesoro.

 

Veamos otra verdad:

Haciendo él en vosotros, lo que es agradable a Dios por Jesucristo…”  Heb. 13.21.

Esto es ser guiados por el Espíritu;  esto es “crucificar la carne; no vivir más en la carne sino en la fe del Hijo de Dios; Esto es: “permaneced en mi y yo en vosotros…” Jn. 15.

Dice Jesús: “Yo soy el camino.  No que nos indica un camino que tenemos que seguir… guiados y fortalecidos por el Espíritu.  No, sino que él mismo es el camino; y la forma que lo transitaremos es en el poder del Espíritu Santo.  Es el Espíritu que forma a Cristo en nosotros.  Esta es la obra específica del Espíritu Santo.  El no se glorifica… no habla de sí mismo… Todo que habla y hace es con el propósito de que habite Cristo en nosotros!

 

Yo soy la verdad… No que nos señala una verdad que debemos procurar seguir, sino que él mismo es esa verdad.  Entonces, si él es la verdad, la única manera en que yo puedo tener esa verdad, vivir esa verdad, obedecer esa verdad, es teniendo a Cristo en mi.  Comprendiendo con su mente, aprobando lo que él aprueba; haciendo lo que él hace en mi y por medio de mi.

Así que, el es la verdad.  Solo podremos cumplirla recibiéndole, poseyéndole.  “No vivo ya yo, mas vive Cristo en mi.”

 

Llevad mi yugo sobre vosotros…” No que nos indica un yugo que tenemos que llevar, sino que es su yugo el que llevamos.  El que el tiene, el que él lleva.  Lo que nos está indicando es que caminemos con él, llevemos juntamente con él la carga que él lleva.

La alegoría del yugo es la mejor manera de comprender este principio. El yugo es llevado por dos; uno no es suficiente.  Y él nos invita a llevar, con él, la otra parte del yugo.  Claro que le seguiremos a él y no él a nosotros!

 

Ahora el no lleva la cruz sino que lleva un yugo.  Aún tiene algo por que sufrir? Si,  su sufrimiento ya no es por redimir sino por edificar la Iglesia.  Y esto no lo hará solo sino co n todos los santos.  A esto se refiere Pablo: (Fil 3, Col 1, etc. Esto nos impone caminar con él, estar donde él está, hacer lo que él hace.  Nosotros ponemos el cuerpo, él pone la mente la acción.  Estamos juntos, compartimos la carga.

 

Esto es precisamente lo que nos hace entender lo que dice Pablo. Tres cosas quería conocer (poseer) de Cristo: “…el poder de su resurrección, la participación de sus padeci mientos, (esto es: llevar su yugo, colaborar con él en la edificación de la Iglesia (Col 2.24) , “llegando a ser semejante a él en su muerte.”  Pablo sabía que el llamado de Cristo contenía para él lágrimas, sufrimiento y muerte!

 

Permaneced en mi y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí  mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mi… porque separados de mi nada podéis hacer.” Jn. 15.4 y 5. Esto es más que claro.  No solo  declara el Señor que estamos unidos a él, sino que separados de él, no podemos hacer nada!

 

Nada que valga, nada que tenga valor, nada que sea aceptable a Dios. Con él, joyas preciosas (oro, plata, piedras preciosas) sin él, “madera, heno y hojarasca…”

 

Veamos otro pasaje:

 

Obrando él Señor con ellos y confirmando la palabra…” No que estaba alrededor de ellos…que bajaba que subía…que se alejaba que se acercaba, como hacen los ángeles, sino que obraba desde ellos mismos.  Cristo por el espíritu moraba en ellos.

Vosotros sois templo del Espíritu Santo y Dios mora en vosotros.

 

DEBEMOS CONOCER LAS MAQUINACIONES DE NUESTRO ENEMIGO.

“No ignoramos sus maquinaciones…”

   “Vivid en el Espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne….”

La presencia real de nuestro Señor, tangible a nuestro espíritu, es mayor que la que podemos percibir con nuestros sentidos humanos.  Aunque lo humano está siempre presente y ningún esfuerzo hace falta para sentirnos, sin embargo, al ser redimidos y tener la presencia de Cristo en nosotros, su presencia será más fuerte que nuestros sentimientos humanos.  Si no fuera así, estaríamos viviendo en la carne y no en el Espíritu.

El sentimiento humano es temporal, pasajero.  El espiritual es permanente y eterno.

Dice el Señor, que el que tiene esta esperanza en él se purifica, a sí mismo, como él también es puro.  Cómo alcanzar, y vivir esa relación divina, santa y eterna? En realidad, no se alcanza, es un don que nos ha sido dado en la pura gracia de nuestra salvación.  Sí, en cambio, tenemos que reconocerla, gloriarnos en ellas, cuidarla, alimentarla, atesorarla, haciendo menguar en nosotros la humana y carnal  y dedicarnos, con toda nuestra alma a fuerzas a esa bendita y celestial relación.  Se nos insta a “crucificar la carne…” “No hacerle caso…y vivir en el Espíritu.

Esta vida nueva nace desde el bautismo. donde morimos a nosotros mismos y vivimos para Cristo.  Así tan sencillo y tremendo.  Pablo dice que esta transacción hace  que hayamos muerto al pecado.  Y siendo así: “¿Cómo viviremos aún en él?

Nuestro hombre carnal, con sus deseos, debe estar crucificado y subordinado al Espíritu.  Os ruego, hermanos, por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable al Señor.”  Rom. 12.2. Y al hacerlo, estaremos dando lugar a la vida normal de un discípulo.