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Restauración De La Iglesia, Ivan Baker.

13/05/2014

Restauración De La Iglesia, Ivan Baker.

imbhARTLANDPORTIvan aborda en forma muy sencilla temas tales como Congregacionalismo Vs. Cuerpo de Cristo, División entre Clero y Laicado Vs. el sacerdocio de cada santo, destacando la ineficacia del templismo, de las campañas evangelísticas, y hace un llamado a volver al modelo del Nuevo Testamento, desechando la influencia de las prácticas inventadas por el hombre en la iglesia de hoy.

 Meditación de Ivan M. Baker, 17 de marzo de 1998

 Siento muy fuertemente esta cuestión de nuestro relacionamiento, esta ligazón entre nosotros. Estamos unidos en un Cuerpo, en el que nadie debe sentirse solo. Esto es muy importante ya que la soledad no es buena consejera. Tenemos que estar debidamente y correctamente relacionados; no relacionar cualquiera con cualquiera, sino relacionarnos con quienes puedan ayudarnos a ser edificados.

Hay distintas circunstancias en la vida y hay veces que necesitamos una ayuda de arriba para abajo, de alguien que tenga más gracia, más estabilidad, más experiencia; de alguien que ayude al que tiene menos experiencia y que se encuentra en necesidad. También necesitamos la coyuntura lateral, que es un relacionamiento entre compañeros y compañeras, pero NADIE  debe estar solo.

 

El Reunionismo Y El Sistema Congregacional Vs. El Cuerpo De Cristo

Puede ser que seamos parte de una iglesia que no entiende esto y estamos solos aunque vamos a la reunión, técnicamente nos reunimos, pero saliendo de la reunión ¿A dónde vamos? Y bueno, solo nos queda esperar hasta la próxima reunión; pero cuando finalmente estamos en la nueva reunión ¿Qué hacemos? Simplemente nos saludamos con otros con un buen abrazo, un apretón de manos, un “¿Cómo estás?”, en un ambiente de mero afecto social, de mera amabilidad, pero eso no alcanza a cumplir lo que el Señor dice en cuanto a que somos un Cuerpo bien ajustado. Eso es lo que llamamos “congregacionalismo”. Esta Iglesia congregacional depende de una agenda de reuniones, eventos especiales, retiros, campamentos, etc., en los que se cumple siempre la misma fórmula: Unos pocos dirigen, y muchos pasivamente asisten, para luego pasar momentos de camaradería en los que ni siquiera Cristo es el centro. “¿Cómo te va? ¿Qué vestido compraste? ¿Dónde fuiste? ¿Qué comemos mañana? Encontré un supermercado más barato, ¿Cómo te va del hígado?” Las mujeres empiezan a charlar de las enfermedades y después hablan un poquito de lo que pasó el domingo pasado.

En este sistema congregacional no hay conciencia que existe un combate espiritual y que es necesario combatir contra nuestra carne para entrar en los temas de Dios; se navega en la superficialidad de lo mediocre y aunque no se hablan cosas malas, tampoco los temas del Reino son la prioridad. Por ejemplo sería muy cáustico preguntarle a alguien sobre qué persona visitó en la semana ya que se piensa que esa tarea es de los evangelistas. En esta iglesia congregacional, lo importante es lo que sucede en la reunión; tener un buen predicador, tener buena música y buena alabanza, pero resulta que después te vas y piensas que todo está muy bien, pero ¿Qué estará recibiendo realmente el Señor, si después de esos momentos de alabanza y de cosas que, a nuestro parecer, fueron agradables a Dios, vivimos carnalmente y estamos dedicados al mundo y a nosotros mismos? Esa alabanza entonces no fue real y esa reunión fue una ficción que me hizo creer que yo era espiritual y que ya cumplí con Dios.

Sin embargo la Iglesia Cuerpo de Cristo es diferente. Las coyunturas no se relacionan en una reunión sino que tienen un relacionamiento que las insta a ayudarse mutuamente; bebiendo y comiendo de la relación y no de una reunión.

En el sistema congregacional lo que importa es todo lo que pasa en la reunión, alrededor de los pastores y de los principales hombres. Todo lo que se me pide es estar presente, escuchar el sermón, poner la ofrenda, y con eso está todo bien. El cómo estoy o cómo está mi vida no es un tema dentro de la reunión.

Por el contrario, en el Cuerpo de Cristo lo importante es lo que sucede con las vidas de las personas entre reunión y reunión; lo que importa es la vida de la comunidad, el ir y venir de cada miembro durante la semana. Es más, se llega a percibir que la reunión a veces ni hace falta o se puede hacer de vez en cuando como un agregado, ya que cuando nos reunimos no estamos buscando un sermón, sino que buscamos encontrarnos con nuestro Papá. Se puede preparar un sermón, pero se deja de lado hasta que Dios te diga que lo des; y así pueden pasar cinco domingos sin dar ese mensaje porque los hermanos comparten sus testimonios de lo que sucedió durante la semana, haciendo todo sin una rutina o agenda rígida sino estando atentos a escuchar lo que el pueblo tiene que decir.

Es por esto que cuando Pablo dice: ¿Qué hay cuando os reunís? Él dice así: “¡Cada uno tiene!”, es decir, cada miembro es un sacerdote que tiene testimonio, profecía, que puede compartir algún capítulo que le hizo bien durante la semana leyéndolo delante de todos o alguna bendición de Dios; quizás hubo algún vecino que se convirtió, alguien que se bautizó o alguna palabra que vino del Señor, que al compartirlas edificamos a todo el Cuerpo. Así, en este ejercicio de comunión puede acontecer una multitud de cosas.

En el congregacionalismo, se enseña todo lo que hay que hacer desde el púlpito; pero en el Cuerpo de Cristo todos nos enseñamos; los unos a los otros. Es una diferencia tremenda ya que en el primer sistema, cuanto más grande el número de miembros, menos se percibe cuántas personas se fueron ni tampoco se les conoce a todas individualmente; en cambio en la Iglesia como Cuerpo todos nos conocemos por nombre, todos tenemos algún ejercicio de amor el uno con el otro. Esto es el Cuerpo de Cristo bien ajustado y relacionado entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente.

Es por esa razón que nosotros crucificamos hace 30 años este sistema congregacional de reunionismo o “reunionitis” que antes seguíamos.

 

Las Campañas De Evangelización Vs. El Sacerdocio De Cada Santo

Lo mismo sucede con la evangelización masiva. Dios puede hacer que de repente se junte mucha gente y haya una reunión masiva durante 15 días; pero eso de querer juntar a las personas obliga a poner carteles, anticipar lo que va a pasar y traer un gran predicador ya que se tiene la noción que si no hay grandes manifestaciones del Espíritu Santo no es posible evangelizar; se hace todo rápido, de forma masiva y se tiende a decir: ¿Para qué vas a estar individualmente hablándole a la gente si se le puede hablar a un millón de personas a través de la radio y la televisión? Y eso está totalmente errado.

La realidad es que la Iglesia de Cristo se desparrama por todos lados cuando cada miembro es un discípulo que lleva el mensaje a otros y antes que te des cuenta estás predicando por todas partes, cosechando un fruto que permanece porque ha sido ganado a través del contacto directo entre una persona que se encuentra en necesidad y un discípulo.

Yo hice 47 campañas en la Argentina con un gran equipo evangelístico; pintaba cuadros a todo color, cantaba, teníamos a alguien que predicaba muy lindo y otro que dirigía el cántico, sin embargo después de haber seguido por tanto tiempo ese sistema ¿Cuántos se convirtieron realmente? Había veces en las que hasta 200 personas hacían una profesión de fe, pero ¿Cuántos quedaron después de tantos años? Yo me di cuenta que los que quedaban de la gran campaña eran los que habían sido traídos por un vecino que los conocía y que se había dedicado a cuidarlos, a explicarles cuando no entendían nada y a llevarlos y traerlos de la reunión. Descubrí que la gran campaña necesitaba un Cuerpo de hombres y mujeres bien relacionados que ayudaran a los demás.

Haciendo una analogía con la guerra, se puede decir que en el sistema congregacional, la evangelización se realiza lanzando toda clase de bombas a larga distancia, pero en el Cuerpo de Cristo es la infantería, o sea todos los soldados, la que gana el terreno y hace la ocupación. Un ejército puede llegar a una ciudad y bombardearla por todos lados, pero hasta que la infantería no arremete, no hay ocupación y no se ha ganado la batalla.

Así fue que descubrí que en la estrategia  celestial de Dios , todos los miembros de una congregación hacen la campaña; todos están ganando más vidas y cada persona que se convierte tiene a alguien detrás que la alimenta, ayuda, aconseja y dirige dentro de este gran Cuerpo de Cristo, que es amor, gracia, buen suceso, buen ejemplo y edificación y cuidado mutuos. En este mover, no existe bochinche ni ruido; pero hay un comunicar de la Palabra de Dios, del amor de Cristo, el cual no hace falta explicar mucho porque se ve en medio de todos. Así era la Iglesia Primera, una nación de sacerdotes que iban por todos lados predicando la Palabra del Señor.

Aquellos que viven un sistema congregacional no han entendido el sacerdocio de todos los santos. Ellos tienen una estructura que se divide en “clérigos” y “laicos”. Los clérigos son los principales pastores y todos los que están en el ministerio y los laicos son todos los demás, aquellos que vienen a escuchar el sermón. ¡Qué invento terrible del diablo! Dividir la Iglesia entre pastores y laicos; entre los que ministran y los que no ministran; esto es un crimen que arruina totalmente a Dios, su Cuerpo y su Iglesia.

 

Un Solo Llamado A La Consagración Para Todos

Cristo tiene un solo llamado para toda su Iglesia; llama al Apóstol Pablo de la misma manera como me llama a mí, sin embargo algunos se engañan pensando que Pablo puede decir “todo lo reputé pérdida por el inminente conocimiento de Cristo Jesús mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo por basura”, porque el nivel de consagración y santidad al cual él fue llamado es mayor que el nuestro, cuando en realidad Pablo sólo está obedeciendo las palabras del Señor: “Si quieres venir en pos de mi, niégate a ti mismo, toma tu cruz y pierde tu vida” Por lo tanto, todo creyente tiene que medirse a través de las palabras de Pablo.

En la iglesia de los hermanos libres decíamos, “Qué gran Apóstol es Pablo”, pero en realidad él sólo está siendo un buen discípulo ya que toma su cruz, se niega a sí mismo y pierde su vida. Esa medida debe estar en cada uno de nosotros ya que somos todos de la misma categoría; todos somos una nación de sacerdotes.

Con respecto a los ministerios, existen ministerios especiales y dones en la Iglesia que se enmarcan en este contexto donde hay un sólo llamado, una sola santidad, una sola entrega al Señor y consagración de todos los miembros del Cuerpo.

 

Volver A La Sencillez De La Palabra Vs. Los Conceptos Traídos Por El Hombre.

Es increíble ver que aunque el sistema congregacional lo tachamos hace 30 años, todavía hoy hay quienes quieren levantar ese método. Yo creo que algunas personas en esta renovación  no entendieron la antigua estrategia de Dios cuando dice: “Párate en tus caminos, pregunta por las sendas antiguas y anda por ellas”

No tenemos que aprender nada del mundo de hoy, hay que aprenderlo todo leyendo la Biblia y preguntándonos ¿Cómo era Pablo?, ¿Cómo era Pedro?,  ¿Cómo era la Iglesia Primera?, ¿Cómo era el Señor entre los hombres?,  ¿Cómo el Señor formó discípulos?, ¿Cómo el Señor formó apóstoles? No es necesario tener escuela bíblica, clericalismo, templismo ni denominacionalismo, sino hacerlo todo como la Iglesia Primera.

La Iglesia primera no tenía templos porque entendían que el templo era cada miembro, cada uno de ellos. Algunos piensan que la primera Iglesia se reunía dentro del templo de Jerusalén, sin embargo ese templo era representativo y simbólico de lo que había de venir y que caducó cuando se estableció el nuevo pacto con Cristo. Lo que hacían los hermanos era ir al templo de Jerusalén o al pórtico de Salomón para predicar la palabra a toda la gente que se reunía fuera, pero no entraban al templo mismo ya que ahí solo tenían acceso los sacerdotes.

El que no sabe piensa que el templo era un recinto donde podían entrar mil personas, pero en realidad era un lugar pequeño donde no cabían más de cinco o seis personas y en el cual el Sumo Sacerdote realizaba el sacrificio por los pecados del pueblo una vez al año detrás del velo. Dentro del templo también se encontraba el Lugar Santo que era ocupado por los sacerdotes únicamente, los Levitas, que entraban de a dos o tres, por lo que el espacio en todo el lugar era bastante reducido.

El templo de Jerusalén era un símbolo de la Iglesia, pero una vez que Cristo vino, él se tornó en la víctima, por lo que ya no se necesitó más el altar de bronce para continuar con los sacrificios. A su vez el lavacro es representativo de la sangre de Cristo que inmolaba todo pecado y de la Palabra de Dios que limpia a los hombres, por lo que hoy tampoco es necesario tener el lavacro. En cuanto al Lugar Santo y Santísimo, con Cristo el velo fue quitado por lo que ahora ya no existe más Lugar Santo y Santísimo sino que hay un sólo Lugar Santísimo de la presencia misma de Dios en donde llegamos por medio de la oración, no necesitando un sacerdote que venga a interceder por nosotros.

El templo real es mi cuerpo, tu cuerpo, somos todos nosotros cuando tenemos a Cristo Jesús dentro. La Iglesia Primera jamás hizo un edificio o puso un ladrillo arriba de otro o una piedra arriba de otra, eso no está en la Biblia. La iglesia era un sacerdocio volcado hacia el pueblo, la plaga que nadie podía sacarse de encima.

Sin embargo a nosotros el diablo nos engañó, encerrándonos en un edificio donde nos entretenemos con lindos himnos y lindos sermones, pero no logramos entender que Dios nos sacó de eso hace treinta años. Muchos hoy en día siguen con las mismas cosas, siendo engañados por el sistema que les hace pensar que aquel que no predica grandes sermones no puede ser pastor. Yo me pregunto: ¿Cuándo Pablo dijo que hay que elaborar grandes sermones? ¿Cuándo Pedro? o ¿Cuándo Cristo? Si vemos como hacía las cosas el Señor Jesús vemos que en Él era todo espontáneo y fluía del Espíritu.

 

La Triste División Entre Clero Y Laicado

Hoy en día se dice que para ser pastor, es necesario estudiar teología, homilética, y  o un poco de esto o aquello, pero al ver el ejemplo de Cristo vemos que Él hablaba lo que el Espíritu le daba, y si tenía que hablar cinco minutos, hablaba cinco minutos; cuando el Padre le daba media hora, hablaba media hora, es decir hablaba sólo lo que el Padre le daba.

Así que todavía hoy combatimos con este sistema y con hombres que quieren restaurar este sistema clerical, este horrible sistema que divide a la Iglesia en dos: Los grandes clérigos y los que se sientan en las sillas para escuchar sus sermones y para ser guiados por ellos. Este sistema clerical destruye la Iglesia, ya que se aleja completamente de lo que vemos en las Escrituras “todo el Cuerpo bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente según la operación propia de cada miembro” Cada miembro tiene el Espíritu de Cristo manifestado en diferentes dones con el objetivo de edificar al Cuerpo de Jesucristo, el que se sostiene más allá de edificios y de reuniones ocasionales. Cada miembro es importante porque, según nos enseña Pedro, cada uno es un sacerdote “Una nación de sacerdotes, linaje sacerdotal para anunciar las virtudes…” En la iglesia verdadera no debe haber algunos en sillas escuchando el sermón solamente y otros trabajando; todos estamos trabajando.

En el Cuerpo de Cristo, la presencia de pastores, apóstoles, evangelistas y maestros se enmarca como una función de guía, orientación y conducción, entendiendo que el pastor o apóstol es una oveja más igual que todos los demás y que no tiene una jerarquía diferente al resto de la iglesia. Es un error básico y fundamental pensar que existen dos categorías, una santa y otra menos santa; una responsable y otra no responsable. Todos somos en alguna medida pastores, todos somos siervos de Dios, todos somos igualmente santos, todos tenemos que renunciar a todo lo que nos es detrimento para la obra del Señor para que así todo el Cuerpo bien concertado y unido entre sí – con los pastores, los diáconos y todos los demás ministerios incluidos – vamos creciendo en amor.

El liderazgo de aquellos que dirigen no se puede demostrar ni con escuela bíblica ni con el conocimiento bíblico sino a través del fruto que han ganado para el Señor. Un verdadero pastor no es aquel que sale de un seminario y va a buscar la congregación que le van a dar, sino aquel que se ha esforzado y trabajado para tener frutos predicando la palabra, ganando ovejas.

Nuevamente, no sirve de nada ser experto en predicar un lindo sermón o que una persona escuche mil sermones; es necesario que exista el Cuerpo bien trenzado y unido entre sí para que ese sermón penetre en cada uno; para que esa palabra de Dios sea una realidad en la vida de la Iglesia y no una ficción. En el sistema congregacional a nadie se le ocurre que un domingo se pueda repetir lo que se dijo el anterior ya que eso sería terrible. Las personas dicen “pero si ya escuché ese sermón”, en vez de pensar si acaso lo están viviendo o no.  Dentro de este sistema no se repite el mensaje la semana siguiente porque no importa que los miembros lo sepan o no, sino que es más importante pensar que el pastor hizo un buen papel y que la reunión fue linda, pero no se detienen a meditar sobre cuánto aportó ese mensaje realmente a la vida de la persona, o cómo ayudó a enderezar las cosas torcidas en la congregación o cuánto llegó a fondo en la mente oscura de cada uno para iluminarla.

Dios quiere que se ministre para que cada uno de sus hijos viva lo que está aprendiendo y es por esto que es bueno repetir lo mismo una y otra vez, yendo de a poco y lentamente, hasta que cada palabra se hace carne en nosotros.

Uno de los ministerios que la iglesia perdió es aquel que aparece en Efesios, capítulo 4, donde dice que los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros han sido establecidos “a fin de” relacionar adecuadamente a los santos para la obra del ministerio, es decir, no hay otra función más importante para aquellos que están liderando que relacionar a los santos los unos con los otros, ya que en esa relación de dos o tres que se reúnen en el nombre del Señor, Él está presente dándoles de su palabra, orientación, estímulo y consuelo.

Es indispensable entonces comprender que este ministerio de relacionar a los santos es la función número 1 de los apóstoles ya que si los santos no están relacionados, no existe Cuerpo y si no hay Cuerpo, Cristo no está presente.

Hoy en día vemos una sobrecarga en los hombros de algunos ministros que no comprendieron que el Cuerpo de Cristo, todos los miembros junto con Cristo, va edificándose y creciendo en amor; y que todo lo necesario para la evangelización, la recepción y el cuidado de los nuevos en Cristo viene de toda la Iglesia. Cada miembro, sea apóstol o profeta tiene que estar ocupado en la obra del Señor, con algunas diferencias en cuanto a la supervisión, pero todos con la misma actitud de siervo para servir a los que se convierten. Por lo tanto el relacionar adecuadamente a los santos es un ministerio básico para que la Iglesia funcione como Cuerpo, “para la obra del ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todo lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a la estatura de un hombre pleno en Cristo”.

En este sentido, los hermanos libres comenzaron bien y hay cosas que recibimos de ellos que no tendríamos que perder. Por ejemplo, lo primero que ellos hicieron fue ponerle la cruz al clericalismo. No querían que un clérigo o una persona con investidura salida de un seminario tuviera facultad mayor que otra de dar la cena del Señor o de impartir la bendición de Dios, sino que cualquier hermano pudiera tener esa facultad.

Le hicieron la cruz también al seminario. Dijeron que el seminario tenía que estar al alcance de todos los miembros de la iglesia para que todos pudieran crecer y no como un privilegio para algunos pocos. No estaban de acuerdo con que algunos fuesen enseñados por hombres intelectuales, que saben razonar y que eran maestros ya por naturaleza, ya que eso después – al aplicarlo a la Biblia – daba como resultado doctrinas, instrucciones y ordenamientos humanos para la iglesia. Además, sabían que en el seminario y en las escuelas bíblicas se enseña una teología que sólo los más inteligentes son los que mejor papel hacen y los menos inteligentes – humanamente hablando – pero que quizás son los más fervientes seguidores de Cristo, son los que no alcanzan mucho debido a que no tienen tanta memoria o no sobresalen intelectualmente. También entendieron que cuando a una persona se le comienza a dar teología y un conocimiento bíblico más allá de su capacidad espiritual, sin quererlo se termina arruinando la Iglesia como Cuerpo y estableciéndola como una congregación donde lo importante es el conocimiento bíblico, las grandes reuniones, pero no la vida de los miembros.

Los hermanos libres también eliminaron el término “templo”, porque en Nuevo Testamento no hay más templos de piedra. Se reunían en lo que llamaban “locales evangélicos” ya que entendían que no se podía santificar una pared o un edificio. Cuando Cristo vino, Él quitó lo material y estableció lo espiritual, enseñándonos que todos nosotros somos el templo, que Él es nuestro Maestro y que cuando hay dos o tres congregados en Su nombre, Él está en medio, y no precisamos nada más.

Lamentablemente, a los hermanos libres les faltó más; les faltó la palabra del Evangelio del Reino, del Propósito Eterno de Dios y la unción del Espíritu Santo, enseñanzas que fueron reveladas a nosotros hace treinta años y que debemos cuidar de no perderlas.

Si escuchamos los casetes de los años ’67, ’68 o ’69 de las predicaciones de Jorge Himitián y Juan Carlos Ortiz – de aquel tiempo, no las de después – podemos encontrar toda esta sustancia de lo que fue revelado por Dios.

 

Un Breve Relato De Mi Propia Experiencia

En mi caso, esta verdad está claramente grabada en mi corazón porque yo pasé 3 años encerrado con mi congregación buscando la revelación de Dios. A mí no me enseño esto ningún hombre, me lo enseñó Dios. Luego, cuando salí y comencé a ver que había personas en diferentes lugares que hablaban en lenguas, me engañé pensando que todos tenían la verdad revelada, sin embargo, después de todos estos años que han pasado me doy cuenta que aquellos sólo recibieron una manifestación del Espíritu Santo, pero no tienen clavadas estas verdades dentro de ellos como una premisa de Dios.

Cuando recibimos esta revelación en aquel tiempo, nuestra vida fue trastornada. Yo lloré terriblemente y tuve una crisis muy grande cuando descubrí que como hermano libre creía tenerla Biblia bien aprendida, pero que en realidad no la tenía nada aprendida, sino que había verdades tremendas que me había olvidado y que no había recibido. Tuvimos que volver a aprender el evangelio, el bautismo y el propósito eterno de Dios porque no lo sabíamos. Además, la Biblia la teníamos al revés, pensábamos que comenzaba en Génesis cuando en realidad empieza mucho antes de Génesis. La Biblia comienza con la revelación que Dios dio a los apóstoles del secreto que había en Su corazón desde antes de la fundación del mundo; de tener una familia semejante a Él mismo; y que luego, cuando Adán fracasa, Dios levanta un postrer Adán, que es Cristo, para que no fracasara su plan eterno, sino que en lugar de perder su propósito por causa de Satanás que quiso destruirlo, Dios construyó algo más alto y sublime, pero con el tremendo sacrificio de sí mismo. Y Dios lo hizo por su gran amor y sabiduría, porque si hacía falta más amor, Él dio más amor y si hacía falta aún la sangre de Dios, Él la puso.

Debemos entonces nosotros ser hijos fieles a ese pacto, tenemos que enrolarnos en el plan de Dios y hacer como Él nos dice, porque nosotros nacemos de la Biblia y corregimos nuestros errores con la Biblia meditando en ella, con oración y ayuno.

Muchas veces se dice que es mejor tomar una persona de la calle sin conocimiento de Dios ni de la Biblia y darle toda la Palabra y la enseñanza, pero yo creo que para aplicar esta renovación, la persona más útil a Dios es alguien que vivió toda esa miseria, que tuvo una experiencia amarga y triste, pero que Dios pudo voltearle y destruirle todas las columnas del edificio que pensaba tenía en pie; alguien que dejó que Dios hiciera una casa nueva, sin ponerle impedimentos ni discutirle el porqué de las cosas, sino que permitió que, usando la experiencia de la vida nueva y de haber recibido de Dios, fuese construido un nuevo edificio con nuevas columnas.

Una de las cosas que nunca permití fue que menearan mis columnas, que me atrasaran o me robaran una doctrina. Si era necesario oponerme a todos para defender estas verdades, lo hacía, pero nunca permití que me robaran nada de la visión celestial que Dios me había dado. ¿Cuánto me costó? Me costó todo; perdí los hermanos libres, perdí mi relación con la vida pasada, perdí todos mis mejores amigos, perdí todo. Pero ¿Qué gané? No terminaría de decir todo lo que gané; gané por todos lados.

Cuando en Argentina las cosas se fueron diluyendo, yo me tuve que ir a Brasil y a otros lugares para compartir esta revelación. De hecho fue en Brasil hace 14 años donde Dios comenzó a hacer una obra tremenda a través de dos jóvenes pastores que recibieron toda la visión, la creyeron y la comenzaron a implementar logrando que corriera por todos lados. Hoy en día apuntamos a tener 80 pastores seleccionados para la obra ya que hay más de 100 ciudades en ese país que ya están poniendo en práctica el discipulado.

Y acá en Argentina, estamos marchando hacia delante esperando que nuestros hermanos entiendan todas estas verdades, dejando las tonterías de lado y siguiendo la visión que Dios nos dio para su Iglesia.

 

Volver Al Modelo Que Nos Dio El Señor

Dios le dijo a Moisés “Haz el tabernáculo de acuerdo al modelo que te mostré en el monte”, y esto se repite ocho veces en la Biblia además de mencionarse también en Hebreos. Si este tabernáculo, que es un edificio temporal y representativo del verdadero, tenía que ser tan cuidadosamente hecho conforme al plan de Dios, cuánto más la Iglesia debe obedecer las instrucciones que Dios da en su Palabra. Y no se trata de seguir las instrucciones de un hombre cualquiera, sino que fue Cristo mismo el que vino y habitó entre nosotros dejándonos registro de que Él es la imagen que tenemos que seguir. De la manera que Él amó, así tengo que amar yo; como Él oró al Padre, así tengo que orar yo; así como Él defendió al Padre, tengo que defenderlo yo; como Él predicó a la gente, tengo que predicar yo. ¡Él es nuestro prototipo! Dios nos dice que debemos construir la Iglesia, de manera simple y sencilla, de acuerdo a la imagen que Dios nos dio, según Cristo mismo.

Donde quiera que uno mire en las Escrituras, vemos a los apóstoles siguiendo a Jesús; vemos la Iglesia primera haciendo lo mismo que hizo Jesús, sin edificar nada, sin hacer instituciones, sin tener escuela bíblica ya que la Iglesia misma era la escuela bíblica, era la institución, era la mano de Dios moviéndose en todo el pueblo y siendo gobernada por el Espíritu Santo a través de hombres llenos del Espíritu que obedecían la Palabra de Dios.

Cuando oigo a alguno de mis colegas decir que quiere ser teólogo, yo me sorprendo de sobremanera. Los teólogos jamás hicieron nada por la Iglesia sino que vieron la Iglesia perderse detrás de errores sin ayudarla a solucionarlos. No hubo avivamiento alguno en el mundo que viniera de la escuela teológica; todo avivamiento vino de las bases, de la gente, de algún pequeño miembro que fue iluminado por Dios. No queramos ser teólogos, sino discípulos de Cristo, ovejitas que le miran y que van según Él les dice: “Mis ovejas oyen mi voz y me siguen” Esa debería ser la realidad de todos hoy.

Debemos hacer todo de acuerdo a lo que Dios nos enseña en su Palabra, ser movidos exclusivamente por la Palabra de Dios. Cuando viajé a Europa en el ´63 para visitar las iglesias evangélicas, el Señor me dijo que todos los problemas que había allá y que la  pérdida de los grandes movimientos que Él había provocado, tenían una sola causa: “Desobediencia a mi Palabra”. Estuve dos meses y medio recorriendo diferentes lugares y por todas partes que iba, me acompañaba esa palabra del Señor: ¿Ves eso? Desobediencia a mi Palabra, ¿Ves aquello?, Desobediencia a mi Palabra, ¿Ves a Savonarola y todo su movimiento en Italia? ¿Sabes por qué se perdió? Desobediencia a mi Palabra. En España ¿Sabes lo que sucede? Desobediencia a mi Palabra.

Entonces cuando volví a Argentina, esa palabra se convirtió en algo tremendo; se convirtió en lo único importante y así Dios nos fue guiando por el Espíritu Santo a entender las grandes columnas del edificio de Dios; entendimos que el propósito eterno de Dios no era salvar al hombre, como yo creía siendo hermano libre, ya que si así fuera, entonces Dios sería mentiroso al haberle mandado a Adán que no pecara; sería estar diciendo que Dios quería que Adán pecara para así poder tenerle como pecador y llevar a cabo su plan de salvarlo. Dios dijo a Adán que no pecara porque realmente no quería que pecara, ya que su plan no era salvar al hombre, sino tener una familia de muchos hijos iguales a sí mismo.

Ese es un cambio y una revolución tremenda. Dios, desde un comienzo, se enfoca en su propósito de tener una gran familia. Lo encontramos en el primer capítulo de Efesios “una familia de muchos hijos iguales a Él”,  luego en el capítulo ocho de Romanos volvemos a ver, “Todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, y el propósito se explica enseguida, “porque a los que antes conoció también los predestinó para que fuesen conformados a la imagen de su Hijo para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos”.

La salvación es el principio de una largo andar en el que debemos ser conformados a la imagen de Cristo y la Iglesia coopera con este propósito grandioso. Como Él caminó, así tiene que caminar el creyente y discípulo; como Él pensó, así tiene que pensar el discípulo; como Él se relacionó con el Padre, así tiene que relacionarse cada uno de nosotros. “El que dice que permanece en El debe andar como El anduvo

Amén.