haciendodiscipulos

Carácter Home Meditaciones Ivan Baker Oración

La gloriosa vida en Cristo, Ivan Baker

15/05/2014

La gloriosa vida en Cristo, Ivan Baker

imbhARTLANDPORTNo hay nada más fuerte y más sabio que caminar en el Espíritu, pensar en el Espíritu, depender de Dios, esperar su tiempo, transitar su camino, tener su manera de ver las cosas y su habilidad. Debemos ponernos seriamente a meditar sobre la perfección de nuestra relación con Cristo.

¡Qué fácil es caminar junto con Dios! ¡Qué perfecta provisión Él ha hecho para que nosotros podamos llenar esta condición divina! Perfecta redención, perfecta relación, perfecto poder, perfecta protección, perfecta sabiduría. Todo lo que hacemos, hagámoslo en Jesús. Oremos sin cesar, porque la vida que Dios nos propone es divina, es eterna, es la verdadera vida de nuestra alma. Es el todo en todo para siempre… el todo en todo para siempre.

Y aunque es tan fácil llevar la carga del Señor, lo que pasa a la izquierda y a la derecha de nosotros, arriba y abajo, está tan lleno de enemigos que hace difícil esta tarea. Debemos movernos con temor y temblor. “Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12). Claro, porque es muy alto y sublime el llamado, y es muy importante lo que nos toca hacer y ser. Nada hay más valioso que la divinidad y la plenitud de Dios. Plenitud que mora en nosotros, que es nuestro destino, nuestra gloria. Cristo es divino, es eterno, es nuestra verdadera vida, es nuestro todo en todo para siempre. Por eso nos insta el Apóstol a ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor. Amén.

Dios nos insta a que seamos hombres de un solo propósito y si así es, la vida nos será fácil, siempre y cuando el propósito sea obedecer a Cristo y vivir en su poder. Esto debiera ser nuestra pasión, nuestro deleite, nuestra fuerza, nuestra gloria. Para esto yo debo trabajar, debo orar, debo desear, debo procurar, debo activarme, debo pelear. Para este propósito debo santificar mi vida, debo separarme de toda pecaminosa influencia y del mundo; debo definitivamente apartarme, huir de toda mundanalidad, de toda forma de mezcla de lo material y lo mundano con lo espiritual en la Iglesia. Especialmente los Pastores, que debemos ser dechados, ejemplos de la grey. Si no somos dignos de ser imitados, si admitimos el mundo en nuestra casa, si no hacemos un corte definitivo con el mundo, el diablo tiene la puerta abierta para entrar en la Iglesia por donde quiere y hacer lo que quiere.

Cuando la Palabra dice que tenemos que ser dechados, se refiere a que nuestra vida y nuestro hogar debe ser un modelo, un claro patrón  digno de ser imitado. Un hombre de doble ánimo no sirve para ser pastor. Un hombre que todavía no ha ganado la batalla contra el mundo no sirve para ser pastor. Un hombre que sucumbe ante tentaciones de tener y poseer lo que no es agradable a Dios (sean canciones, sean elementos, sean imágenes  del mundo en su casa), no es apto para el servicio al Señor. Debemos apartarnos de toda mundanalidad en cualquiera de sus formas, y los pastores tenemos que ser dechados de la grey. Del mundo debemos separarnos, abandonarlo, huir, aún de sus insinuaciones. Nuestra casa tiene que ser santa, dedicada a Dios, en todas sus horas, porque esto no es aburrido, esto no es religiosidad, esto es pura santidad que Dios demanda. Esto es lo que honra al Señor. Para esto nos santificó, para esto nos libró de toda contaminación de carne y de espíritu, para esto nos estableció en su casa: para ser santos y sin mancha delante de Él. Para ser ejemplo para todos, dechados de la grey.

Un dechado es uno que vive en todo y decide en todo conforme a la voluntad de Dios.  Cuando los pastores sean así, la Iglesia los seguirá y hará lo mismo. Debemos escoger como amigos a aquellos que piensan, que aman, que oran, que procuran con diligencia hacer lo mismo, por el mismo gozo. Por este hecho yo muero, rechazo, abandono todo obstáculo, todo inconveniente, toda relación, todo hábito, y me concentro sobre todo en uno: en Jesús. Para que todo lo que diga, o haga, o piense, sea para Él. Que cualquier cosa que haga, diga, piense, o me esfuerce por alcanzar, sea para Él. Que cuando me encuentren, me encuentren en Él. Toda mi humana debilidad es absorbida en  esta supereminente potencia de Dios, por el Espíritu Santo que levantó a Jesús de los muertos, y le sentó a la diestra de la Divinidad en los Cielos para siempre. ¡Ese es el  poder que actúa en mí!

Dios no nos ha enviado una mera influencia sino que nos ha dado su poder, su Persona. Todo lo puro, santo, perfecto que hay en Dios, me lo ha dado, me lo ha encomendado, como coraza, como fuente de vida, me como paredes de protección, como inteligencia y sabiduría para vivir, para actuar, para decidir, a tal punto que puedo decir con Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.

 No tengo excusas: Dios proveyó todo, para toda circunstancia, para siempre y para la eternidad. Ese poder es todo suficiente para guiarme, para sustentarme, para protegerme y presentarme sin mancha delante de su trono en aquel día.

Debemos esforzarnos para ser como Pablo, en su determinación de considerar todo lo demás como pérdida, de esforzarse por cumplir una sola cosa: asir aquello por lo cual había sido preso por Cristo Jesús. Dice Pablo: “ya no vivo yo mas vive Cristo en mí”.

 

Ahora veamos las amonestaciones del Señor, en Hebreos 2:1-3, Hebreos 2, Hebreos 5 y Hebreos 6, Hebreos 10, Hebreos 13, Juan 15:1-3, Santiago 2, Romanos 11 y Mateo 13. Luego, volvamos a Romanos 8, para leer el contexto de la frase de la seguridad de salvación, que es dada a un pueblo del cual dice: “Ustedes son contados como ovejas de matadero”. Pero  mejor es el testimonio mismo del pueblo: “antes por ti Señor estamos muertos día y noche, estamos contados como ovejas para el matadero”. Veamos también Filipenses 2:12, 1º Corintios 2 y 2º Corintios 3.

Yo me amonesto en cuanto a despertar en mí,  por el Espíritu Santo, el espíritu de intercesión.  Y un día podré decir “Valió la pena esforzarme en los caminos del Señor, poniendo mi cuerpo en sujeción, crucificando mi carne en un duro trato del cuerpo”.  Si yo diría que lo he alcanzado, no es verdad. Si digo que no lo tengo, que no tengo nada, no es verdad tampoco; algo he crecido, algo me ha fortalecido escribir, razonar estas cosas para mí mismo. Las grabé para simplemente compartir con ustedes lo que está pasando en mi corazón.

No dejemos de orar, orar siempre con toda oración y súplica delante de Dios, con toda perseverancia y súplica por todos los santos.  Efesios 6:18. Amén.

Gloria y honor. ¡Rey de Reyes y Señor de Señores!

29 de Febrero del 2000.